El sentimiento en la música
El programa de hoy está lleno de genialidad, precocidad y, sobre todo, de sentimiento. Tres grandes compositores -Rossini, Mozart y Tchaikovsky- cuyo papel en la historia de la música no ha hecho sino constatar y aumentar el éxito que obtuvieron en sus vidas, nos hablan de sus sentimientos y de cómo contribuyeron a que los siglos XVIII y XIX sean considerados dos de los más gloriosos de la historia de la música. El sentimiento del amor, materializado en los encuentros de un matrimonio casado en secreto propiciados por una “escalera de seda”; el sentimiento del Romanticismo musical decimonónico, anticipado en el Concierto para piano de Mozart, y el sentimiento patriota, de amor por la tierra natal, tan presente en la Segunda Sinfonía de Tchaikovsky.
Rossini fue un compositor carismático que supo establecer una comunicación directa con el público de su época. Desde la primera ópera que escribió, Demetrio e Polibio, hasta la última, Guillaume Tell –tras cuyo arrollador éxito, y de forma inesperada, decidió abandonar el mundo de la música escénica y no volver a componer una opera en los cuarenta años que continuó viviendo- fue aclamado como una de las personalidades más célebres de su época. En 1812, cuando Rossini tenía dieciocho años, el estrenó en Venecia de su farsa cómica L’ Inganno felice alcanzó un éxito tan importante que el empresario del teatro San Moisè le pidió que escribiera tres obras más. Fiel a la celeridad que le hizo célebre– llegó a escribir treinta y nueve óperas en diecinueve años- compuso rápidamente la primera de ellas, La scala di seta, que fue estrenada el 9 de mayo de ese año. Basada en una obra francesa del mismo título escrita por Giuseppe Foppa y ambientada en París en el siglo XVIII, el argumento narra de una manera cómica las venturas y desventuras de Giulia y Dorvil, un matrimonio casado en secreto cuyos encuentros tienen lugar gracias a “la escalera de seda” que ella deja deslizar por la ventana de su dormitorio todas las noches. Aunque el éxito de la ópera no fue el esperado y tras su estreno volvió a ser programada en muy pocas ocasiones -fue muy criticada por el gran parecido argumental con Il matrimonio segreto de Cimarosa y por presentar un lenguaje demasiado complejo – su obertura sí forma parte del repertorio de concierto. Un floreo por parte de la cuerda precede a la introducción protagonizada por el oboe, la flauta y la trompa. Un primer tema, muy alegre y ligero, que refleja la algarabía de la trama argumental, es interpretado por la cuerda y repetido por el viento madera que, a su vez, presenta el segundo tema de la obertura. Tras un característico crescendo rossiniano, se escucha el desarrollo donde vuelve a interpretarse el segundo tema mientras la recapitulación, protagonizada por el allegro inicial, conduce a un climax final de carácter absolutamente festivo.
A principios del XVIII, la música sacra estaba centrada en el órgano y la secular en el clavicémbalo. Los compositores de música para teclado, que comenzaron a ver la necesidad de contar con un instrumento que combinara la potencia del clavicémbalo con el rango dinámico del clavicordio, propiciaron la construcción del pianoforte. Si en un primer momento su acogida se vio oscurecida por la falta de volumen sonoro, a lo largo de todo el siglo se realizaron una serie de mejoras que acabaron convirtiendo al piano en el instrumento por excelencia. Aunque entre los compositores que más ayudaron al impresionante éxito del piano se encontraron dos hijos de J.S. Bach: Carl Philipp Emanuel y Johann Christian – que en 1768 protagonizó el primer concierto para piano de la historia- su victoria definitiva la proporcionó Mozart que viajó por toda Europa interpretando sus propias composiciones y demostrando así el potencial del nuevo instrumento. Al mismo tiempo, comenzaron a surgir Sociedades o grupos de melómanos que organizaban conciertos tanto públicos como privados por toda Europa de tal forma que cuando Mozart se instaló en Viena en 1781 tenía más de diez recitales contratados. Venerado en mayor medida como genial pianista que como compositor, estos conciertos constituyeron su principal medio como intérprete y la primera fuente de ingresos del compositor salzburgués al tiempo que dieron origen a uno de los períodos más productivos de su vida. Durante el invierno de 1785-86, además de impartir clases y ofrecer recitales, Mozart trabajó en Le nozze di Figaro y escribió tres Conciertos para piano. El primero y más lírico de todos ellos, el nº23, fue finalizado el 2 de marzo de 1786 y posiblemente estrenado por él mismo unos días más tarde en uno de los conciertos por suscripción que tenía contratados en la capital austríaca, concretamente en los denominados “Lenten”. De carácter muy sentimental – Mozart eligió una tonalidad cálida y tierna como es la mayor y por primera vez prefirió el sonido profundo de los clarinetes en lugar del de los oboes – el Concierto comienza con una maravillosa melodía interpretada por el piano, Allegro, que anuncia el carácter sentido que prevalecerá a lo largo de toda la obra. El solista protagoniza un inteligente diálogo con la orquesta especialmente brillante en la parte central del movimiento. La cadenza es original del Mozart. El movimiento lento – Adagio en lugar del Andante más común- está escrito en fa sostenido menor, una tonalidad muy poco utilizada en su catálogo compositivo que, junto a los múltiples cromatismos y la presencia del melancólico acorde de sexta napolitana, le confiere un tono trágico y profundo. El finale, Allegro assai, es una preciosa Sonata-Rondó que trae de vuelta la tonalidad de la mayor con un despliegue de alegres y enérgicas melodías.
Durante el verano de 1872 Tchaikovsky regresó a Karmenka (Ucrania) para pasar unas vacaciones en compañía de algunos de sus hermanos donde no sólo se recuperó físicamente del cansancio producido por un curso agotador, en el que compaginó su carrera de compositor con la de crítico y profesor, sino que además volvió a reencontrarse con el folklore ruso y las canciones de sus campesinos. Allí también comenzó lo que llegaría a convertirse en su Segunda Sinfonía, bautizada con el mismo nombre que se utilizaba para denominar a esta región: “Pequeña Rusa”. Tras el verano, Tchaikovsky continuó trabajando incansablemente en esta Sinfonía en Ussovo y Moscú hasta que la finalizó en Noviembre de ese mismo año. Poco después escribía a su hermano Modest:”Se trata de mi mejor composición, al menos en cuanto a la corrección de su forma”. Aprovechando un viaje a San Petersburgo para encontrarse con el gerente de la Ópera Imperial y tratar sobre la posible producción de una de sus óperas, Oprichnik, Tchaikovsky se reunió con Rimsky-Korsakov y su familia con el objeto de mostrarles el Finale de su nueva Sinfonía. El entusiasmo que demostraron fue similar al recibido en su estreno que tuvo lugar en Moscú en febrero de 1873 bajo la dirección de Nicholas Rubinstein. La obra fue inmediatamente contratada para otra interpretación en la que el éxito fue tal que Tchaikovsky fue llamado al escenario después de cada movimiento y galardonado con una copa de plata y una corona de laurel. La “Pequeña Rusa” representa una de las pocas ocasiones en las que el compositor participó del movimiento nacionalista musical abanderado por el “Grupo de los Cinco”-Cui, Borodin, Mussorgsky, Balakirev y Rimsky-Korsakov-. Aunque como escribió a su benefactora Madame von Meck: “El elemento ruso está presente en mi música como un recuerdo. Crecí en las montañas y desde mi más temprana infancia me imbuí de la inexplicable belleza de los característicos trazos de la canción folklórica rusa”. Tckaikovsky pensaba que la influencia rusa debía ser canalizada a través de las formas clásicas tradicionales y no de una manera distintivamente rusa como propugnaban los nacionalistas. El primer movimiento, Andante sostenuto-Allegro commodo, comienza con una lenta introducción basada en una variante de la canción rusa “Descendiendo por la madre Volga” presentada por el solo de trompa. Tras él, se escucha el tormentoso tema principal que será contrastado por un precioso segundo tema cuya calidez contrasta con el tema anterior. El movimiento finaliza con un recuerdo de la canción rusa inicial. La música del segundo movimiento, Andantino marciale, quasi moderato, pertenece a Undine, la ópera que compuso en 1869 y que no alcanzó ningún éxito. Al ver su mala recepción Tchaikovsky destruyó la partitura a excepción de este fragmento que correspondía a la marcha nupcial. En la parte central puede escucharse la canción “Gira mi hilandera”, una de las Quince canciones folklóricas rusas que arregló y publicó ese mismo año. El scherzo del tercer movimiento, Allegro molto vivace, recuerda a la música de Borodin y Rimsky-Korsakov mientras el Finale, Moderato assai-Allegro vivo, representa un despliegue de color orquestal y profusión rítmica que toma como base la melodía ucraniana “La grulla”. La insegura personalidad que le acompañó toda su vida hizo que, como en otras ocasiones, Tchaikovsky considerara que la composición estaba llena de imperfecciones por lo que, en 1879, llevó a cabo una extensa revisión de la misma. Actualmente se suele interpretar la versión revisada.
Patricia Sojo
Eldar Nebolsin, piano
Eldar Nebolsin nació en 1974 en Tashkent (Uzbekistán). Su carrera internacional comenzó en 1992, tras su triunfo en el XI Concurso Internacional de Piano de Santander Paloma O’Shea donde, con tan solo 17 años, obtuvo el Gran Premio y el Premio a la Mejor Interpretación de un concierto para piano de Mozart. En 2005 fue galardonado con el Prestigioso Premio Sviatoslav Richter en Moscú.
Colabora habitualmente con prestigiosas orquestas internacionales, como la New York Philharmonic, Chicago Symphony Orchestra, Orchestre Symphonique de Montréal, Berliner Symphoniker, Deutsches Symphonie-Orchester Berlin, Orchestre de Paris, Santa Cecilia de Roma, Gulbenkian de Lisboa, Tokyo Metropolitan Orchestra, Sydney Symphony Orchestra, o la Wiener Kammerorchester, entre otras, además de las principales orquestas españolas. Igualmente, ha trabajado con directores de reconocido prestigio, como Mstislav Rostropovich, Ricardo Chailly, Yuri Temirkanov, Leonard Slatkin, Charles Dutoit, Vladimir Ashkenazy, Yakov Kreizberg, Vasili Petrenko, Vladimir Spivakov, Lawrence Foster, Bernhard Klee y algunas de las más brillantes batutas españolas.
Ha grabado para sellos discográficos como Decca, Universal, Artenova o Naxos, del que es artista exclusivo desde 2006.
David Porcelijn, director
David Porcelijn es el director titular de la Sønderjyllands Symfoniorkester de Dinamarca desde septiembre del 2010. Ha sido Director Musical y Director Artístico de la Orquesta Sinfónica de Adelaida, Director Titular y Director Artístico de la Orquesta Sinfónica de Tasmania, Director Titular y Director Artístico de la Orquesta Sinfónica de la RTB de Belgrado, y Director Titular y Director de Orquesta del Teatro de la Danza de los Países Bajos. También ha ejercido como profesor de dirección orquestal en el Conservatorio de Utrecht – Ámsterdam y en el Conservatorio de Música de Sidney.
David Porcelijn ha dirigido a la London Philharmonic Orchestra, la London Sinfonietta, la BBC Symphony Orchestra y la Philharmonia Orchestra en Londres; fuera de esta ciudad, lo ha hecho en la Sydney Symphony, Bergen Philharmonic, SWR Sinfonieorchester Baden Baden und Freiburg, Hamburger Symphoniker, Nürnberger Symphoniker, Kuopio Symphony Orchestra, Orquesta Filarmónica de Gran Canaria, NDR Radiophilharmonie y en la Orquesta Sinfónica de la Radio Nacional Polaca, entre otras muchas, en las últimas temporadas.