El hombre que contaba historias
Los compositores siempre nos cuentan historias a través de sus obras, como el protagonista del cuento de Oscar Wilde que cada tarde, cuando regresaba a su pueblo, narraba historias fantásticas a sus vecinos. Las historias que cuenta Ravi Shankar con su sitar nos hablan de la India, del encuentro musical entre Occidente y Oriente, de creación e improvisación, de virtuosismo, de espiritualidad, de ritmos, de danzas, de colores, de delicados aromas… esta noche, la voz del hombre que contaba historias será la voz del sitar que, acompañado por los bongos y por la paleta de colores de una orquesta occidental, nos relatará una historia de diálogo, de entendimiento, de fusión cultural entre los ragas indios y la forma concierto.
La siguiente historia, la de Mussorgsky y sus Cuadros de una exposición, es una historia de admiración artística y de dolor ante la muerte de un amigo. Es una historia que el compositor ruso contó con su piano y que Ravel, quien solía decir que le gustaban las copias por encima de los originales puesto que eran las únicas que podían superarlos, decidió volver a contarnos utilizando todos los recursos orquestales y su maestría de gran orquestador.
Ravi, una de las palabras que se utilizan en sánscrito para nombrar al sol, Shankar nació en Varanasi y con diez años viajó a París como bailarín y músico de la compañía de danza de su hermano Uday con la que recorrió Europa y actuó en Nueva York y Los Ángeles, donde sintió la atracción por el cine y el jazz. En 1938 decidió abandonar su carrera de bailarín y regresar a su país para convertirse en sitarista de la mano de su gurú, Ustad "Baba" Allauddin Khan, del que heredó la gran tradición de la música clásica india. Apasionado de la fusión de la música oriental con los diferentes estilos de la música occidental, su recíproca atracción con grandes músicos le llevó a compartir escenario con Yehudi Menuhin-con el que ganó un Grammy por su álbum
West meets East– John Coltrane,
George Harrison, Jimi Hendrix, the Who, Bob Dylan, Eric Clapton o Philip Glass y, sin duda, a convertirse en el embajador por excelencia de la música india.
Shankar compuso tres Conciertos para sitar y orquesta. El primero de ellos, encargo de la Orquesta Sinfónica de Londres, fue estrenado en 1971 bajo la dirección de André Previn y contó con Shankar como solista. Escrito en cuatro movimientos, cada uno de los cuales encarna el espíritu de una forma raga o esquema melódico basado en un conjunto de notas sobre el que se improvisa, el Concierto narra la historia del acuerdo entre dos continentes musicales, de dos maneras antagónicas de entender la creación musical. Tras una breve introducción orquestal, se escuchan los sonidos del sitar siguiendo el patrón de los ragas Alap, Jor y Gat donde destaca el papel de los bongos acompañando al sitar y el diálogo entre solista y orquesta que finaliza con un tema lleno de sabor a danza india, muy rítmico y danzante. Mientras los dos movimientos intermedios nos continúan transportando al mágico mundo de las leyendas indias, el Concierto finaliza de forma brillante con unos seductores efectos rítmicos protagonizados por el sitar y los bongos a los que finalmente se les une el tutti de la orquesta para concluir esta historia con un final feliz: el del triunfo de la música y de la conciliación.
En 1874 el crítico Vladimir Stassov organizó en San Petersburgo una exposición con más de 400 pinturas del arquitecto, pintor y escultor, Viktor Hartmann fallecido un año antes de forma repentina víctima de un aneurisma. Mussorgsky, muy afectado por la muerte del artista al que consideraba un gran amigo, decidió componer en su honor una suite de piezas para piano, una historia musical que bajo el título de Cuadros de una exposición, describiera el recorrido de esta exhibición a través de la descripción de algunos de sus cuadros. Aunque el compositor ruso eligió diez cuadros independientes – de los que sólo se conservan seis- la partitura está ideada como una unidad en la que los cambios musicales reflejan las diferencias temáticas y estilísticas de las pinturas. A pesar de tratarse de una de sus mejores composiciones para piano, nunca fue publicada en vida de Mussorgsky, ni disfrutó de una notoriedad especial en su repertorio hasta que otros compositores se fijaron en ella y en su potencial como obra orquestal.
La idea de orquestar Cuadros de una exposición no era original cuando en el verano de 1922 Ravel la llevó a cabo por encargo del director Serge Koussevitzky que dirigió su estreno en París el 22 de octubre de aquel año. Otros compositores, antes y después de Ravel, realizaron orquestaciones de esta obra pero la versión de Ravel ha eclipsado al resto.
Aunque el compositor francés no pudo trabajar con la partitura original sino con la versión editada por Rimsky-Korsakov, Ravel fue fiel a la obra para piano y sólo en la última pieza: La Gran Puerta de Kiev añadió algunas notas. Reconocido maestro de la orquestación, Ravel además conocía bien la obra de Mussorgsky puesto que, a petición de Diaghilev, había realizado junto a Stravinsky un arreglo de su ópera Jovánschina.
La historia comienza con una bellísima melodía, Paseo, que describe las primeras sensaciones del visitante al caminar por las salas de la exposición y que se escuchará en cuatro ocasiones a lo largo de la suite. Tras ella, el tono de la historia cambia, y la narración da paso a los sonidos que proceden del primer cuadro escogido: Gnomus. Los escurridizos movimientos y turbadores chillidos del pequeño gnomo que habita en el bosque, y que en el cuadro aparece representado como un adorno navideño que sirve de cascanueces, nos conducen hacia el siguiente lienzo:
El Viejo castillo. Inspirada en los dos castillos medievales que Hartmann pintó en Francia, el relato musical es conducido ahora por el melancólico canto de un trovador que se dirige a su amada.
Tullerías, una pieza breve, en la que la algarabía del famoso parque parisino con las conversaciones entre las niñeras y sus reprimendas a los niños es narrada de forma magistral.
La siguiente historia Bydlo (que significa carro en polaco) y sus sonidos evocando el traqueteo de los carros de bueyes acercándose progresivamente al espectador, llegan de forma inmediata.
Ballet de los pollitos en sus cascarones. Inspirada en el ballet Trilbi, para el que Hartmann diseñó el vestuario, describe claramente el ambiente de un grupo de niños correteando y saltando por el escenario con sus disfraces de pollitos.
Dos judíos polacos, Samuel Goldenberg y Schmuÿle, uno rico y otro pobre, son los siguientes protagonistas de la narración. La música cambia de color y la alegría infantil anterior se transforma en un tono suntuoso cuando se describe al judío rico y en otro animadamente dicharachero cuando se trata del pobre.
A continuación, se escucha la algarabía y alegría de una plaza de mercado francesa: La plaza del mercado de Limoges con el griterío de los vendedores del mercado ofreciendo sus productos, contando sus historias, llamando a sus clientes…
El bullicio se interrumpe bruscamente con la lúgubre narración que presenta el siguiente cuadro, inspirado en una visita que Hartmann realizó a las catacumbas parisinas:Catacumbas: Sepulcrum romanum.
La bruja “come niños” que vive en una cabaña con forma de reloj es nuestra siguiente protagonista: La cabaña sobre patas de gallina. Baba-Yaga. Como corresponde a un cuento de niños, el tono musical se vuelve más infantil y pícaro. La incertidumbre y el temor de los niños que corren de aquí para allá para no ser atrapados por la bruja, nos dirigen directamente hacia el solemne final del cuento:
La gran puerta de Kiev. La propuesta que diseñó Hartmann para el concurso público de la gran puerta que se planeaba construir en la ciudad de Kiev, y que nunca llegó a construirse por falta de presupuesto, sirvió a Mussorgsky y a Ravel como motivo ideal para el final de su historia. La majestuosidad propia de la celebración de un gran acontecimiento, sin olvidar las citas a la música del Paseo o el recuerdo al amigo artista, finalizan esta “suite de historias” con otro gran triunfo: el del hombre que contaba historias a través de la música.
Patricia Sojo
SHUBHENDRA RAO – Sitar
Shubhendra Rao, compositor y sitarista, es considerado uno de los solitas más relevantes de la India. Aclamado puente musical para numerosas culturas, crea una experiencia para el público que “no pretende excitar los sentidos, sino cautivar el alma”(The Hindu, Nueva Delhi, 4 de febrero de 2000). Shubhendra, que fue pupilo del maestro del sitar de renombre mundial, Pandit Ravi Shankar, se ha afianzado no solo como maestro de su instrumento sino también como músico reflexivo, con un constante afán por superar los límites convencionales del sitar.
Shubhendra, que ha sido llamado a ser merecido sucesor de la tradición de su gurú, ha tocado en festivales de música y palacios de conciertos de primer orden, como el Broadway y Carnegie Hall en Nueva York, el festival WOMAD de Guernsey (Reino Unido), la Ópera de Sidney (Australia), el festival Nacional de las Artes de Sudáfrica, el Theatre de le Ville de París, el festival de Edimburgo y el Doverlane Music Conference de la India. En noviembre de 2007 fue galardonado con el premio “Youth Icon for Classical Music” (Icono de la Juventud de Música Clásica) de la popular cadena de televisión india Zee Television Network.
JORDI BERNÁCER – Director
Se diploma en Viena con las máximas calificaciones en el “Konservatorium Wien”. En 1997 obtiene el Premio en Dirección de Orquesta del Verein Wiener Musikseminar.
Ha sido asistente del Maestro Lorin Maazel y ha colaborado también con los Maestros Riccardo Chailly, Sir Andrew Davis, Valeri Gerguiev, Zubin Mehta y Georges Prêtre entre otros.
Ha dirigido a la Orquesta y Coro Nacionales de España y a las principales orquestas españolas, así como a la Baden-Baden Philharmonie y Filarmónica de Sofía en tournée con Plácido Domingo, Orquesta y Coro de los teatros Mariinsky etc.
Ha dirigido producciones operísticas en el “Palau de les Arts” de Valencia, Teatro di San Carlo de Nápoles, Los Angeles Opera, Palacio Euskalduna, Festival de Peralada, Castleton Festival en Virginia, EEUU…