Conciertos
BOS 12
La soprano y el oboísta | Abono de Iniciación
W.A. Mozart: Cosí fan tutte, obertura
W.A. Mozart: Vorrei Spiegarvi, oh Dio, K. 418
Ludwig Lebrun: Concierto para oboe(Reestreno mundial)
A. Salieri: Quando piu irato freme
F. Mendelssohn: Sinfonía nº 4 en La mayor, op. 90 “Italiana”
Marina Monzó, soprano
Nicolas Carpentier, oboe
Diego Martín-Etxebarria, director
FECHAS
- 21 de marzo de 2019 Palacio Euskalduna 19:30 h. Comprar Entradas
- 22 de marzo de 2019 Palacio Euskalduna 19:30 h. Comprar Entradas
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El concierto pródigo
Esta es la historia de un descubrimiento: el concierto para oboe perdido de Lebrun.
Esta es la historia de un descubrimiento: el concierto para oboe perdido de Lebrun.
Ludwig August Lebrun (1752-1790) fue uno de los mejores oboístas de su tiempo en una época en la que abundaron los intérpretes fabulosos: Johann Christian Fischer, Carlo Besozzi, Friedrich Ramm o Joseph-François Garnier, por citar a sus contemporáneos más renombrados.
El siglo XVIII fue sin duda la edad de la adolescencia y la edad de oro para este instrumento, nacido apenas unas décadas antes. Sin que sea fácil desentrañar las causas, la fascinación que el oboe despertó entre los compositores dieciochescos fue muy superior a la que ejerció en los siglos sucesivos. En la primera mitad de este siglo XVIII, con el oboe apenas recién salido del cascarón, ya se convirtió en un color ineludible y todos los grandes nombres le dedicaban algunas de sus páginas más expresivas: Vivaldi y sus dos decenas de conciertos, Bach y sus innumerables arias recogidas en cantatas y pasiones, Handel en sus óperas y concerti grossi, Couperin y sus Concerts Royaux. Telemann, Albinoni, Marcello…
En la segunda mitad del siglo continuó la lista interminable de compositores que escribieron para el instrumento: Rossetti, Dittersdorf, Fiala, Vanhal, Reicha, Vogler, incluso un jovencísimo Beethoven llegó a componer su propio concierto en Bonn, poco antes de trasladarse a Viena.
E, inserta en este río, encontramos la que probablemente sea la pieza más conocida del repertorio: el Concierto en Do mayor K. 314 de Mozart, compuesto en el verano de 1777 para Giuseppe Ferlendis, compañero de Wolfgang en la capilla del arzobispado de Salzburgo. Esta obra pudo ser escuchada en algunas otras capitales germanas gracias al anteriormente citado Friedrich Ramm –un excelente solista y uno de los más leales amigos del compositor-, pero la composición no llegó a ser editada en vida de Mozart, y su circulación se vió relativamente restringida.
Por lo tanto, quien, por estos años, hubiera querido comprar el mejor repertorio disponible para oboe, habría tenido que hacer llegar desde París alguno de los siete conciertos compuestos por Ludwig August Lebrun y publicados por el editor Jean-Georges Sieber. Siete conciertos que fueron posteriormente complementados con otros seis, publicados en esta ocasión por el editor alemán André en torno a 1804, en la ciudad de Offenbach.
Esto hacía un total de trece conciertos. Un tesoro de buena música. Heinz Holliger grabó entre 1979 y 1982 seis de ellos para el sello discográfico Archiv, y Lebrun, dos siglos más tarde, volvió a ser escuchado en Europa.
A raíz de ello, la demanda de esta música se disparó en los conservatorios. Las ediciones modernas de estos conciertos fueron llegando paulatinamente de mano de diferentes editoriales repartidas por Polonia, Canadá, Estados Unidos y Alemania. ¿Todos? No. Todos no. Por una broma del destino, el siglo XXI no conservaba ningún ejemplar del Concierto nº 5 de los editados en París por Sieber en 1778. De algunos otros conservábamos media docena de fuentes, e incluso transcripciones de la época para flauta o clarinete; pero el nº 5 no asomaba por ningún lado. Los estudiosos estaban relativamente tranquilos. La fama en vida del autor casi garantizaba que antes o después aparecería un ejemplar en el lugar más insospechado.
Y, finalmente, apareció.
En el lugar más insospechado.
En un desván en Zaragoza, en una versión manuscrita.
Don Liborio González de la Morena era un gran aficionado a la música, un flautista que fue alimentando a lo largo de tres décadas un valioso fondo de partituras para uso propio. Pero la flauta no era la profesión de Liborio. El coronel González de la Morena, un diplomático de talante conciliador, fue nombrado Gobernador Militar de Vitoria el 15 de febrero de 1837, en plena Guerra Carlista (1833-1839). Siete meses más tarde, el 17 de agosto, Liborio y otros seis “liberales tibios” fueron asesinados por su propio bando. Un acto que nunca llegó a ser aclarado del todo, y frente al que aparentemente no se tomó ninguna medida de responsabilidad.
El fondo musical de Liborio había permanecido en su ciudad de origen, Zaragoza, dado que el gobernador probablemente consideró su paso por Vitoria como un destino temporal. Y ahí, en Zaragoza, ha vuelto a emerger este fondo. Y en él, una copia manuscrita, apresurada, del Concierto en Sol mayor nº 5 de Ludwig August Lebrun, el concierto perdido.
¿Cómo llegó este concierto a manos de González de la Morena? Por casos similares sabemos que una explicación plausible sería que Liborio aprovechó el paso de un virtuoso extranjero en tránsito para mandar copiar la música –que lleva la fecha de 1797- a partir del ejemplar impreso en manos del solista. Era común que estos intérpretes se desplazasen sin mayor apremio hacia sus destinos, aprovechando la hospitalidad de aficionados locales para descansar un par de días del viaje.
El editor Sieber, barruntando las pocas ventas de unos conciertos para oboe –un instrumento para profesionales-, había tomado la usual precaución de presentarlos en la portada opcionalmente también para flauta. Y esta medida se demostró providencial. El concierto se copió para disfrute de un flautista y hoy, casi dos siglos más tarde, vuelve a su instrumentación original para oboe.
Pero quién fue exactamente Ludwig August Lebrun.
Lebrun, un niño prodigio nacido en el mismo seno de la celebérrima orquesta de Mannheim –su padre Alexander era oboísta en ella- puede ser definido bajo diferentes prismas: el gran virtuoso del instrumento o el compositor afilado y lleno de recursos. Pero para sus contemporáneos Lebrun fue, por encima de cualquier otra descripción, el marido de Franziska Danzi (1756-1791): otra muchacha natural de Mannheim que llegó a ser una de las sopranos coloratura más remarcables de la historia de la música. Ambos, Franziska & Ludwig, se casaron en 1778 y, a partir de esa fecha, ya no dejaron de enlazar giras por las grandes capitales europeas; yendo allá donde la Danzi era contratada.
La pareja despertaba una doble fascinación. Junto a la gran soprano llegaba el gran oboísta; y allí donde algunos se habían temido el capricho de una diva queriendo imponer a su cónyuge, se escuchaban los suspiros de alivio y entusiasmo ante las capacidades de Ludwig. La pareja guardaba desde sus inicios en Mannheim un repertorio de arias para soprano, oboe y orquesta con el que demostrar los sobreagudos inconcebibles de ambas líneas; la especialidad de ambos.
Y así es cómo Milán decidió construir un gran teatro de ópera. Se llamaría la Scala. Y para la inauguración de 1778 se contactó al más célebre compositor en activo, un italiano asentado en Viena: Antonio Salieri; quien escribió para la ocasión L’Europa riconosciuta. Y contactaron con el mejor reparto que pudieron, el cual incluía a Franziska Danzi. Y Salieri, al saberlo, incluyó un aria para soprano y oboe. Una música disparatada en la cual se le asignaban a Franziska varios Fas sobreagudos: el aria “Quando più irato freme”. Ella debió disfrutar del reto: años más tarde, en 1787, su antiguo profesor de composión Georg Joseph Vogler les escribiría el aria “Non è la mia speranza” en su ópera Castor et Pollux, en la cual Franziska ascendía hasta el La sobreagudo.
Pero Salieri, Vogler y Lebrun no eran los únicos compositores que amaban las arias para soprano y oboe. Había otro joven –estricto contemporáneo de Franziska- que en su paso en 1777 por la inevitable Mannheim había conocido una familia con cuatro hermanas muy simpáticas, tres de ellas con voz de soprano coloratura: Aloysa, Constanze y Josepha Weber. El compositor cortejó a la primera, se casó con la segunda y escribió música para las tres. Wolfgang Amadeus Mozart (1756-1791).
Wolfgang escribió el aria “Vorrei spiegarvi, oh Dio” el 20 de junio de 1783 para su ya cuñada Aloysa y para su amigo Ramm. Esta aria, tallada según todas las convenciones del género, nació con el objeto de insertarse en la ópera Il curioso indiscreto de Pasquale Anfossi, una obra estrenada en Roma en 1777. El texto de la misma recoge las dudas de una mujer –finalmente superadas- ante el cortejo por parte de un amigo de su prometido. Exactamente el argumento que siete años más tarde Lorenzo da Ponte desarrollará para Mozart en el libreto de Così fan tutte; cuya obertura incluye, como parece ya ser también inevitable, un relevante papel para el oboe.
La velada de esta noche se completa, tal y como habrían mandado los cánones vieneses de una academia –una de las varias terminologías habituales para los conciertos-, con una sinfonía. En este caso la Sinfonía nº 4 “italiana” en La mayor op. 90 de Félix Mendelssohn (1809-1847). Una obra compuesta en Berlín en marzo de1833 y estrenada bajo la batuta del propio Félix en Londres dos meses más tarde.
Volvamos de puntillas al siglo XVIII y satisfagamos nuestra curiosidad. ¿Las hermanas Weber, Mozart, Danzi y Lebrun se encontraron alguna vez? Probablemente sí. Probablemente muchas veces. En su villa natal o en Munich, donde todos pasaron largas temporadas. Pero de lo que sí tenemos constancia es de que Franziska, Ludwig y Wolfgang coincidieron sobre el escenario en dos academias en Viena el 23 y el 28 de febrero de 1785. Una ocasión aparentemente única que hoy nos disponemos a rememorar. Recuperaremos un nuevo Lebrun, descubriremos los repertorios de Franziska y de sus compañeras; y escucharemos a nuestro anciano y joven buen Mozart.
Joseba Berrocal
MARINA MONZÓ – Soprano
Nacida en Valencia en 1994, Marina Monzó comenzó sus estudios de piano, flauta y canto en el conservatorio de Valencia. Asistió a numerosas clases magistrales con artistas como Mariella Devia, Renata Scotto, Daniela Dessì, Juan Diego Flórez, Raúl Giménez … Desde 2014 ha estudiado regularmente con la soprano Isabel Rey.
En septiembre de 2015 participó en una gala en el Teatro Real, donde compartió escenario con cantantes como Juan Pons, Gregory Kunde, Carlos Álvarez e Isabel Rey.
En 2016 debutó en la Ópera de Bilbao interpretando el papel de Amina en La Sonnambula. Ese año se unió a la Accademia Rossiniana di Pesaro bajo la dirección del Maestro Alberto Zedda, donde debutó en Il Viaggio a Reims, en el papel de La Contessa di Folleville. Desde ese momento canta con el tenor Juan Diego Flórez en diferentes conciertos.
Recientemente debutó en el Teatro de la Zarzuela con Le Cinesi, Il Viaggio a Reims (Contessa di Folleville) en el Teatro Filarmónico de Verona, Werther (Sophie) en Las Palmas, La Favorite (Ines) en el Teatro Real, regresó al Festival de Ópera de Rossini con La Pietra del Paragone (Fulvia) y cantó Rigoletto en Nápoles.
Entre sus futuros compromisos destacan Lucia di Lammermoor en Bilbao, Il Viaggio a Reims y Lakme en Beijing y La Boheme en Mahon
NICOLAS CARPENTIER – Oboe
Nacido en París en 1972, comenzó los estudios de oboe en el conservatorio de Versailles (Francia) dónde se graduó en oboe y música de cámara. Continuó sus estudios en el Conservatorio Superior de Lyon y posteriormente en Munich con el Maestro, reconocido mundialmente, François Leleux.
Es miembro fundador del trío “La Follia» y de «L’ensemble a vent de Versailles».
Ha sido invitado para colaborar en diversas orquestas de Francia y Europa, como por ejemplo, Orchestre français des jeunes, Opera de Toulouse, Le concert Lamoureux, Opera Eclaté, Orquesta Sinfónica de Valencia, Orquesta Sinfónica de Gran Canaria, Orchestre de Luxemburgo… bajo la dirección de maestros como Emmanuel Krivine, David Stern, Yaron Traub, Juanjo Mena, Günter Neuhold, Matek Janowski, Günther Herbig o Antoni Witt. Desde 1998, es solista de oboe de la Orquesta Sinfónica de Bilbao.
Compagina su labor en la BOS con conciertos de música de cámara y con una intensa actividad pedagógica, siendo profesor de la Jove Orquesta Nacional de Catalunya y de la Joven Orquesta Sinfónica de Cantabria.
Toca un oboe Marigaud M2.
DIEGO MARTIN-ETXEBARRIA – Director
Ganador del Primer Premio en el 17º Concurso Internacional de Dirección de Tokio, desde el año 2016 es Principal Director Residente y Vicedirector Musical General de los Teatros de Krefeld y Mönchengladbach.
Ha sido invitado por orquestas como la Osaka Philharmonic, Yomiuri Nippon Symphony, Nagoya Philharmonic, Kansai Philharmonic, Central Aichi Symphony, St. Petersburg State Capella Symphony, Orquesta Sinfónica de RTVE, Orquesta Sinfónica de Bilbao, Orquesta Sinfónica de Euskadi, Orquesta Sinfónica de Galicia, Orquesta Sinfónica de Barcelona, Orquesta Sinfónica de Tenerife, Orquesta Ciudad de Granada, Filarmónica de Málaga,…
En el campo de la ópera ha dirigido títulos como La Bohème de Puccini, Don Pasquale, Rita y L’elisir d’amore de Donizetti, Carmen de Bizet, Die Zauberflöte de Mozart, Hänsel und Gretel de Humperdinck, Nabucco de Verdi, Gianni Schicchi de Puccini o Cavalleria rusticana de Mascagni en teatros como la Staatsoper de Berlín, Teatro Real, Teatro Arriaga, Teatros de Krefeld y Mönchengladbach, Theater Augsburg, Theater Chemnitz,…
En el ámbito discográfico ha grabado la comedia lírica «La Viola d’Or» de Enric Morera (Premio Enderrock de la Crítica al Mejor Disco de Clásica 2016), el DVD «Sinfokids 2» al frente de la Orquesta Sinfónica de Euskadi y la ópera breve de Joaquim Serra «Tempesta esvaïda» dirigiendo la Orquesta Camera Musicae.
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