Conciertos

El tercero de Rachmaninov


Palacio Euskalduna.   19:30 h.

Pablo Rus Broseta, director
Martín García García, piano


I

WITOLD LUTOSLAWSKI (1913 – 1994)

Concierto para Orquesta

I. Intrada
II. Capriccio notturno e arioso
III. Passacaglia, toccata e corale

II

SERGEI RACHMANINOV (1873 – 1943)

Concierto nº 3 para piano y orquesta en re menor Op. 30

I. Allegro ma non tanto
II. Intermezzo (attacca)
III. Finale

Martín García García, piano

FECHAS

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LAS PÁGINAS RUSAS

Aunque hace tiempo que soy perfectamente consciente de ello, preparar notas al programa como éstas hace que me dé cuenta de lo terriblemente mal aprendida que tenemos la Historia. Y no me refiero a que no tengamos memorizadas las fechas o que no sepamos con absoluta seguridad qué países participaron en, pongamos por ejemplo, la guerra de los 100 años –fueron Francia e Inglaterra entre 1337 y 1453, no se queden con la curiosidad–. Cuando digo que no tenemos bien aprendida la Historia es porque, en la mayoría de los casos, la hemos aprendido por períodos concretos o por acontecimientos aislados, pero no tenemos una visión de conjunto ni una concepción cronológica y no siempre somos capaces de unir conceptos. Es decir, casi con seguridad cualquier aficionado al arte ha ahondado en temas como “El Renacimiento italiano”, pero cuesta pensar que, al mismo tiempo, Colón, en su tercer viaje a “las Indias”, acababa de darse cuenta de que no eran tales sino otro continente y que, casi inmediatamente, Magallanes y Elcano se dispusieron a dar la vuelta al mundo; lo que convierte –si me permiten la broma– a un genio como Leonardo da Vinci en un terraplanista –eso sí, por falta de alternativas, no por convicción–, pero nos permite observar lo inconexos que eran hasta ahora estos datos dentro de nuestras cabezas.

Así que, si nos cuesta conectar hechos tan archiconocidos, imaginen mi desesperación cuando constato que mi conocimiento de la Historia rusa/soviética de los últimos doscientos años se limita a ideas y nombres sueltos: la Rusia de los zares, las campañas napoleónicas, la Primera Guerra Mundial, la Revolución rusa, Lenin, Stalin, la URSS, la Segunda Guerra Mundial, la Guerra Fría, Gorbachov, la Perestroika… Observen que se los he colocado en orden más o menos cronológico, pero ¿sabían que, mientras Napoleón intentaba invadir Rusia, Estados Unidos declaraba a Gran Bretaña la que sería la Guerra de Independencia? ¿o que, el mismo año que el zar Nicolás II abdicaba como resultado de la Revolución, Marcel Duchamp comenzaba su propia “revolución” exhibiendo su transgresora Fuente en Nueva York? Imaginarse entre todo eso a Rachmaninov tal vez no sea difícil, pero sí muy frustrante no poder rellenar los huecos adecuadamente.

Saltándome el orden del programa de esta noche en favor de la cronología, permítanme situar autores, estilos y obras dentro de este batiburrillo de hechos históricos:

La Rusia de los zares era un poderoso imperio absolutista como otros en Europa, pero vamos a retrotraernos sólo hasta Pedro I el Grande –me he ido hasta mil setecientos y pico–, que fue uno de los zares más conocidos y quien creó la Rusia moderna –y con “moderna” no piensen en actual, sino en un proceso de expansión, occidentalización y cosmopolitismo que transformó a Rusia en una de las principales potencias europeas–. Después de él, todo el arte erudito estaba confiado a los extranjeros. Las escuelas artísticas seguían las corrientes imperantes en Europa pero, tras unos años de corte italianista, las guerras napoleónicas provocaron un despertar del patriotismo, y los aires folklóricos, considerados hasta entonces un arte menor, se convirtieron en motivo de inspiración. Uno de los primeros –en tiempo e importancia– en tomar elementos de las tradiciones musicales populares fue Mijaíl Glinka, a quien siguieron otros como el Grupo de los Cinco: Balakirev, Cui, Borodín, Musorgsky y Rimski-Korsakov.

Los jóvenes músicos de mediados del siglo XIX se encontraron en la disyuntiva de tomar partido entre la cultura autóctona dominada por el “genio ruso”, y los occidentalistas, los que miraban hacia Europa. Antón y Nikolai Rubinstein crearon la Sociedad Musical Rusa, así como los conservatorios de Moscú y San Petersburgo, defendiendo esta visión conservadora y europeísta, mientras que el otro extremo identitario y nacionalista era sostenido por Glinka y los Cinco. Y en medio de esta rivalidad aparece Tchaikovsky, uno de los primeros productos del conservatorio pero que, sin embargo, tiñe sus obras canónicas con ciertos colores rusos, lo que lo convierte en el lazo de unión de las dos escuelas. Aun así, los alumnos de Tchaikovsky en Moscú son más occidentales en sus gustos y siguen la influencia del romanticismo tardío de sus maestros, mientras que los alumnos de San Petersburgo, formados con Rimski-Korsakov, conservan un fondo nacionalista. Skriabin y Glazunov, el prudente y el innovador, encarnan perfectamente estas dos corrientes

Y, junto a Skriabin, podemos situar –¡por fin!– a Rachmaninov. Graduado con la medalla de oro en el conservatorio de Moscú a los 19 años, está considerado uno de los más grandes pianistas de su época. Último exponente del postromanticismo ruso, sus obras están firmemente basadas en los trabajos de la tradición romántica de finales del XIX. De personalidad sencilla y tímida, sufrió constantes crisis emocionales y episodios de depresión aguda a lo largo de su carrera musical, que casi impidieron el desarrollo de algunas de sus mejores composiciones. En 1895, tras numerosas obras menores pero de gran calidad, comenzó a componer su primera sinfonía, estrenada en San Petersburgo dos años después. Pero este estreno, mal ensayado y dirigido por Glazunov, fue un auténtico desastre. La crítica fue tan despiadada con el joven compositor de 20 años que su autoestima se vio totalmente quebrada, experimentando una sequía compositiva que duró varios años. Sin embargo, la ayuda profesional de Nikolai Dahl, amigo de la familia, médico psiquiatra y músico aficionado, le devolvió la confianza en sí mismo para retomar la composición.

Anímicamente renovado y recién casado, compuso varias obras de éxito e hizo giras como pianista por todo el mundo. Y en el verano de 1909, de vuelta de una intensa gira por Estados Unidos, en la tranquilidad de su casa familiar, compuso la obra que hoy escucharemos tras la pausa: el Concierto para piano n.3 op.30 en re menor. Escrito para utilizarlo como pieza de lucimiento de sus propias dotes como intérprete, la obra es de enorme dificultad, gran exuberancia melódica, densas texturas y esos inconfundibles aires melancólicos que acompañan gran parte de la música rusa. Estrenada por el compositor junto a la Sinfónica de Nueva York, la obra consta de tres movimientos. Los temas de toda la obra se presentan en el primero. Tras un motivo rítmico que servirá de motor para toda la obra, la orquesta aborda el primer tema, al que se superpone el piano. Los vientos introducen fragmentos del segundo tema, que luego es enunciado completamente en las cuerdas. En un largo desarrollo, que crece y se acelera, los dos temas evolucionan ferozmente en un constante tira y afloja entre orquesta y piano. Rachmaninov escribió dos cadencias para este movimiento: una más larga, majestuosa y difícil, que escribió primero, y otra más corta y suave, que fue la que interpretó el propio Rachmaninov. El segundo movimiento es introducido por la orquesta hasta que el piano irrumpe y se disuelve. El tema, melancólico y tranquilo, de marcado carácter ruso, da paso a la sección central, con un inesperado y revoloteante vals. Tras él, vuelve el tono oscuro del piano que, en un último gran gesto, estalla en el tercer movimiento, rápido y vigoroso. Utilizando variaciones sobre los dos temas iniciales, lo que da sensación de unidad al concierto, divaga en un scherzando hasta que recapitula y cierra el concierto con un impulso triunfante y furioso.

Aunque hoy en día se considera una de las cumbres de la música romántica, pocos intérpretes se atrevieron con él, a parte del propio Rachmaninov que, sobrado de talento, estudió la obra en un piano mudo durante su travesía a los Estados Unidos.

1909 marcó el comienzo de los últimos años de Rachmaninov en su patria. A caballo entre dos Rusias, tanto cronológicamente como estéticamente, en un ambiente político y social muy tenso, con la Primera Guerra desarrollándose en Europa y más de 12 años de revueltas en Rusia, tras el estallido de la Revolución de octubre de 1917 se exilió con su familia en Estados Unidos a sus 44 años, de donde nunca más volvería y donde apenas volvió a componer.

El pueblo ruso se unió para derrocar al zar Nicolás II y asumió el poder el partido bolchevique, liderado por Lenin, quien se convirtió en el primer y máximo dirigente de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) en 1922, después de una sangrienta y represiva guerra civil. Lenin no apreciaba la música, pues la consideraba un asunto burgués, pero Lunacharsky, secretario de educación, dramaturgo y artista, protegió las artes. Los años inmediatamente posteriores a la revolución vivieron la clausura de las instituciones culturales zaristas, siendo sustituidas por otras más afines al régimen y que sirvieron como centros difusores de movimientos modernistas como el constructivismo, el racionalismo o el suprematismo, un nuevo arte moderno y proletario en sintonía con las corrientes europeístas. Sin embargo, estos años están cuajados también del exilio de un nutrido listado de músicos, tanto compositores como intérpretes, que, siguiendo el ejemplo de Rachmaninov, abandonaron su país.

Con una salud muy delicada, Lenin sufrió el mismo año de su ascenso al poder el primero de varios infartos cerebrales que fueron acabando con su actividad política paulatinamente hasta su fallecimiento en 1924. Pese a este breve y complicado mandato, su política marxista de ideología socialista se expandió por todo el bloque comunista. A su muerte, Stalin, secretario del Partido Comunista, asumió el gobierno. De sobra conocido por su régimen opresor basado en el rígido control de los medios y un ejército de policía secreta, promovió el giro dado a la economía planificada en 1928, así como a la Gran Purga de 1936, que señalaron un drástico cambio de rumbo en la Unión Soviética, que tendría también un decisivo efecto en el terreno artístico y musical, convirtiendo el Realismo Socialista en ley y censura, en un método creativo obligatorio para todo el arte soviético que creara una imagen convincente de un estado unitario, justo y próspero en el que, gracias al socialismo y al trabajo duro, cada ciudadano es feliz. Stravinski, Skriabin, Prokofiev y Shostakovich, notables compositores que hasta ese momento se caracterizaban por experimentar con el estilo y el lenguaje musical, se vieron en la necesidad de escoger entre emigrar tras la Revolución o quedarse en el país y adecuarse a esa nueva corriente impuesta que rechazaba las vanguardias, la abstracción, el formalismo y todo lo que no tuviese un sentido práctico, acusándolo de burgués.

Y, en medio de todo esto, encontramos a Lutosławsky, el autor de la primera obra de este concierto. Nacido en Varsovia en 1913, vivió muy de cerca todo lo acontecido ya que, hasta entonces, la capital polaca era parte de la Rusia zarista. De familia aristocrática, zarandeado por la Primera Guerra Mundial y después por la Revolución rusa –su padre y su tío fueron fusilados en 1917–, consiguió terminar sus estudios en el conservatorio antes de que comenzara la Segunda Guerra Mundial. Movilizado como operador de radio, capturado por soldados soviéticos y huido, regresó a Varsovia donde malvivió tocando en un cabaret hasta que hubo de escapar casi con lo puesto antes del Alzamiento de Varsovia de 1944. Durante la posguerra, Lutosławsky volvió a componer y fue elegido secretario y tesorero de la Unión de Compositores Polacos, pero la intensificación de la Guerra Fría inspiró a los dirigentes soviéticos una nueva y humillante llamada de atención contra destacados compositores en 1948 con un claro propósito ejemplarizante, y Lutosławsky, opositor implacable del Realismo Socialista que imperaba en todo el bloque comunista, fue expulsado del comité y rechazado por las autoridades soviéticas.

Después de claudicar y someterse escribiendo música “funcional” para la radio, el teatro, el cine y las escuelas, le sorprendió la muerte de Stalin en 1953, lo que relajó considerablemente las persecuciones políticas y artísticas y, al año siguiente, Lutosławsky estrenó su Concierto para orquesta, una obra aparentemente afín al Realismo Socialista, pero en la que las melodías populares polacas son mera materia prima para una transformación radical en contrapuntos, armonías y texturas; unos temas tan folklóricos que son políticamente inexpugnables pero con un estilo moderno, innovador y personal. Dividido en tres movimientos, la Intrada entrelaza varias de estas melodías en un intrincado contrapunto. El segundo movimiento, Capriccio notturno e arioso, es un scherzo ligero y misterioso que desemboca en un tema de trompeta, expresivo y dramático. El tercer movimiento es el más extenso y resume, unifica y resuelve los materiales expuestos en los movimientos anteriores. Dividido en tres secciones, la Passacaglia abre el movimiento son un grupo de variaciones sobre un tema de los contrabajos; la Toccata convierte este motivo en el tema principal de una forma de sonata cuyo segundo tema es uno de los expuestos en la Intrada. El Corale final aporta solemnidad y majestuosidad a la obra, redondeándola.

La fundación en 1956 del festival de música contemporánea Otoño de Varsovia abrió poco a poco la Europa del Este al contacto con las vanguardias occidentales, aunque el estado continuó controlando casi cualquier aspecto de la vida musical soviética hasta más allá de la disolución de la URSS en 1991. A partir de ahí, la memoria de la mayoría de nosotros nos permite terminar de dibujar este esquema cronológico, aunque, sin duda, Rusia es aún hoy un tema candente que llenará muchas páginas en los libros de Historia.

Nora Franco


Martín García García.

Piano

Martín García García (Gijón, 1996) está considerado a sus 26 años uno de los pianistas con mayor proyección internacional. Ha ofrecido alrededor de 80 conciertos por todo el mundo en 2023, año que ha supuesto su debut en Corea, México o Brasil. Asimismo, ha visitado Japón, Estados Unidos, Canadá, Polonia, Italia, España, Portugal, Bélgica, Lituania, Portugal o Luxemburgo para ofrecer destacados recitales y actuar junto a prestigiosas orquestas como la NHK Symphony Orchestra, Seoul Philarmonic Orchestra, Hamburg Symphoniker, Warsaw Philarmonic Orchestra, Lithuanian National Symphony Orchestra o la Orquesta de Brasilia. Cabe recordar que el artista español también ha realizado más de 70 actuaciones en América, Asia y Europa durante 2022 con grandes hitos como su debut en el Carnegie Hall de Nueva York o la exitosa gira por Japón con 25.000 espectadores en sus 14 actuaciones. García García ha obtenido grandes reconocimientos mundiales como el primer premio en el ‘2021 Cleveland Internacional Piano Competition’ o el tercer puesto en el ‘2021 International Chopin Piano Competition’. Ha publicado su primer álbum ‘Chopin and His Master’ (2022), producido por el propio artista.

Martín García García se ha presentado en importantes salas de Europa, América y Asia, recibiendo críticas muy positivas de Vladimir Krainev, Dmitri Alexeev, Arcadi Volodos, Dimitri Bashkirov, Joaquín Achúcarro o Tatiana Copeland -sobrina de Sergei Rachmaninoff-. El pianista español ha ganado el primer premio en numerosos concursos internacionales y nacionales, siendo de máxima relevancia su victoria en el ‘2021 Cleveland International Piano Competition’ y su tercer puesto en el ‘2021 International Chopin Piano Competition’, certamen pianístico más importante del panorama mundial en el que también fue galardonado con el premio especial de la Orquesta Nacional Filarmónica de Varsovia a la mejor interpretación de un concierto.

Es graduado por la Escuela Superior de Música Reina Sofía, donde estudió durante una década con la profesora Galina Eguiazarova -recibiendo de manos de Su Majestad la Reina Doña Sofía la Mención de Alumno más Sobresaliente de su cátedra- y es Máster en Piano por la Mannes School of Music en Nueva York, donde estudió con el prestigioso pianista Jerome Rose durante 3 años. Martín García García inició sus estudios de piano a los 5 años con los profesores Natalia Mazoun e Ilyà Goldfarb. Antes de cumplir los 12 años, ya había sido distinguido en numerosos concursos como Piano Junior de Barcelona en 2005; Antón García Abril en Teruel en 2006; Premio Santa Cecilia en Segovia en 2006; Ciudad de San Sebastián en 2008; Rotary International en Moscú en 2008 o el Concurso de Juventudes Musicales de España en 2008.

El año 2022 ha sido un punto de inflexión extraordinario en su trayectoria con más de 70 conciertos por todo el mundo, actuando en simbólicos lugares para el mundo de la música como el Carnegie Hall de Nueva York, el Suntory Hall de Tokyo o el Auditorio Nacional de Música de Madrid. Además, ha publicado en 2022 su primer disco ‘Chopin and His Master’, producido por el artista y grabado en la sala que la fábrica de pianos de Fazioli tiene en Sacile (Italia). Incluye obras de Bach, Chopin, Liszt y Scriabin. El álbum está disponible en plataformas digitales y físicamente en Japón (Nippon Arts).

Martín García García, que siente un sentido de la responsabilidad y de servicio a la humanidad, reduce sus retos a cada concierto. Sin importar el tamaño de la sala o de la audiencia, entiende que hay un contenido profundo que ofrecer a cada persona que ha decidido acudir a escucharle.


Pablo Rus Broseta.

Director

Pablo Rus Broseta es uno de los directores españoles más valorados del circuito internacional. En 2015 fue nombrado Director Asistente de Seattle Symphony, consiguiendo al poco tiempo el puesto de Director Asociado, que ostentó hasta 2019. Con dicha orquesta ha colaborado con solistas como Itzhak Perlman, Renée Fleming o Joshua Bell. Haciéndose cargo de una gran variedad de programas, ha dirigido monográficos de Prokofiev, Shostakovich, Brahms, etc.

Otros solistas con los que ha trabajado estas últimas temporadas han sido Beatrice Rana, Yo-Yo Ma, Edgar Moreau o Ingrid Fliter, entre otros. Pablo Rus Broseta ha dirigido orquestas como la BBC Symphony Orchestra (sustituyendo a François-Xavier Roth en el Barbican Hall de Londres, con un programa monográfico dedicado a Pierre Boulez), Orchestre Les Siècles, Detroit Symphony, Orlando Philharmonic, North Carolina Symphony, Houston Symphony Orchestra, Orquesta Filarmónica de Buenos Aires, Beethoven Orchester Bonn, Orchestre Philharmonique Royal de Liège, Bilkent Symphony Orchestra, Basel Sinfonietta, Orquesta y Coro Nacionales de España, Orquesta de RTVE, Orquesta Filarmónica de Gran Canaria, Orquesta Sinfónica de Galicia, Orquestra de la Comunitat Valenciana (Palau de les Arts), Orquestra Simfònica de Barcelona i Nacional de Catalunya o Ensemble Intercontemporain. Especialmente estrecha es su relación con orquestas como la WDR Sinfonieorchester de Colonia, SWR Symphonieorchester de Stuttgart, Orquestra Sinfónica de Porto Casa da Música, y el Ensemble Modern de Frankfurt.

Asimismo, ha sido invitado a dirigir en numerosos festivales, como el Klangspuren Schwaz, Transart Festival de Bolzano, Cresc… bienal de Frankfurt, Strasbourg Festival Musica, Donaueschinger Musiktage, Wittener Tage für Neue Kammermusik, o el Festival Ensems de Valencia.

Su repertorio abarca desde Rameau hasta John Adams, centrándose especialmente en el gran repertorio sinfónico. A lo largo de los últimos años, ha tenido oportunidad de trabajar de cerca con compositores como Wolfgang Rihm, Hans Zender, Thomas Adès, Magnus Lindberg, Francisco Coll o Pierre Boulez, de quien recibió clases magistrales en el marco del Festival de Lucerna en 2011.

En 2018 presentó su primer CD con Seattle Symphony (Canteloupe Music), con música del compositor americano Michael Gordon. En 2022 lanzó su segundo disco, con música de Marc García Vitoria, junto a la Jove Orquestra de la Generalitat Valenciana y el viola Joaquín Riquelme.

En la temporada 22/23 tiene compromisos con la Sinfónica de Galicia, Orquestra Simfònica de Barcelona i Nacional de Catalunya, Basel Sinfonietta, etc.

Tras estudiar composición y saxofón, Pablo Rus Broseta se formó en dirección de orquesta en Lyon, Conservatorium van Amsterdam y la Universität der Künste Berlin. Ha recibido consejos de maestros como David Zinman, Kurt Masur, Steven Sloane, François-Xavier Roth o Bernard Haitink, convirtiéndose éste en uno de sus principales valedores. En 2009/2010 fue Director Asistente de la Orchestre Philharmonique de Liège, Dutch National Opera Academy en 2010 y Jove Orquestra de la Generalitat Valenciana de 2010 a 2013. De esta última es Director Artístico desde 2017. En 2011, fundó el colectivo de artistas Grup Mixtour.

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