Conciertos

La música, femenino singular


Palacio Euskalduna.   19:30 h.

Las tres artistas protagonistas de este programa representan el imparable ascenso de la mujer en la música clásica. La violinista Esther Yoo afronta el segundo de Prokofiev, con el que cerramos la especial atención que hemos prestado esta temporada a los conciertos del compositor ruso. La joven y prometedora Yue Bao dirige la evocadora «Escocesa» de Mendelssohn, y la consagrada compositora Unsuk Chin reparte energía y humor con su particular homenaje a la obertura Egmont de Beethoven.


Charla preconcierto
07/03/2024 • 18:00 • Euskalduna. Sala 5H Terraza


Yue Bao, directora
Esther Yoo, violín


I

UNSUK CHIN (1961)

Subito con forza*

II

SERGEI PROKOFIEV (1891 – 1953)

Concierto nº 1 para Violín y Orquesta en Re Mayor Op. 19

I. Andantino
II. Scherzo: Vivacissimo
III. Moderato

Esther Yoo, violín

III

FELIX MENDELSSOHN (1809 – 1847)

Sinfonía nº 3 en la menor Op. 56 «Escocesa»

I. Andante con moto – Allegro un poco agitato (attacca)
II. Vivace non troppo (attacca)
III. Adagio (attacca)
IV. Allegro vivacissimo – Allegro maestoso assai

FECHAS

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La música, personal y transferible

A lo largo del tiempo la música ha actuado como caja de resonancia del devenir histórico-cultural. De ahí surgen los ‘estilos’ musicales. Pero el lenguaje musical es también un vehículo de la expresión más íntima de quien la compone. Ambas dimensiones del pensamiento sonoro -la social y la personal- han alumbrado un reguero de composiciones ubicadas en diversos géneros e impregnadas de las más variadas estéticas. Todo un lujo para nuestros oídos. Esta tarde podemos disfrutar de esa variedad a través de tres partituras escritas en tres siglos consecutivos pero diferentes. Empezando de lo más cercano a lo más alejado, el programa nos propone un recorrido histórico a la inversa.

Jugando con la energía y el sinsentido, con el nexo y la ruptura, con el humor y la trascendencia, la estética de Unsuk Chin (Seul, 1961) se pone de manifiesto en Subito con forza, una pieza que, homenajeando la tradición personalizada en Beethoven -que fue siempre un audaz buscador y un vanguardista-, se desvía de ella impulsada por su gran empeño en crear universos sonoros totalmente nuevos. “Mi música es un reflejo de mis sueños» afirma Unsuk Chin, quien tiene un talento inusual para reunir una amplia e interesante gama de sonidos y texturas y darles una línea musical penetrada de color, gestualidad y virtuosismo.

Al reconocimiento internacional que ha logrado -materializado en diferentes premios, en quiénes interpretan su música y en quiénes se la editan- Unsuk Chin suma su poder comunicativo. Empeñada en que la música de creación actual llegue al mayor número de oyentes, busca su inspiración en fuentes diversas, tanto de la cultura musical europea como asiática, con el fin de desarrollar un estilo compositivo que resulte personal y global al mismo tiempo. “Cuando escuchamos música contemporánea, no tiene sentido pensar en compartimentos estanco –moderno, posmoderno, tradicional…–, porque se trata en todos los casos de generalizaciones”, señala la compositora.

Con una orquestación rica y variada en la sección de percusión -que contribuye a la buscada estridencia de algunos fragmentos-, el discurso se plantea como una sucesión articulada de retazos, guiños y citas que van organizando una partitura diseñada para cambiar de orientación cada pocos compases y de manera imprevista para el oyente. Este rumbo truncado se asocia con cambios repentinos en la métrica, en la textura, en la dinámica y en el color tímbrico, muy atractivo éste en la paleta de la compositora coreana. Esta dirección variable de la música hace descarrilar algunos pasajes y contribuye al calificativo de “súbito” que aparece en el título.

Compuesta en 2020 como parte de las conmemoraciones por el 250 aniversario del nacimiento de Beethoven, Subito con forza condensa en apenas cinco minutos -intensos y entretenidos- una serie de células generadoras de energía, tomadas de algunos motivos presentes en el catálogo beethoveniano.

Al empezar, los acordes iniciales del ‘Coriolano’ de Beethoven se hacen añicos con el estallido del vibráfono, la marimba y la pequeña percusión. Unos compases más allá le toca el turno al Concierto ‘Emperador’ y, en la última parte de la pieza, asoma el motivo más famoso de Beethoven -y tal vez de toda la literatura musical-, que el compositor alemán usó en varias de sus composiciones de todo género pero que se asocia principalmente con su Quinta Sinfonía. Chin introduce también en el discurso una cita a su propio concierto para piano, después de aludir al “gran concierto” de Beethoven. Toda esa fuerza generada en esta partitura-homenaje agota su respiración en un final compacto y oscuro que conecta de manera coherente con el principio.

Una música jovial que, en su afán de tributo y en su ubicación contemporánea, teje una trama veloz que enlaza lo eterno con lo efímero y lo trascendental con lo meramente entretenido. La compositora lo explicaba así en una entrevista: «Lo que me atrae especialmente son los enormes contrastes, desde las erupciones volcánicas hasta la extrema serenidad». Sin duda, el resultado logra ser vigoroso y ameno.

De talento precoz, Sergei Prokofiev (Sontsovka-Ucrania, 1891 – Moscú, 1953) aprendió a tocar el piano con su madre y a los trece años ingresó en el Conservatorio de San Petersburgo, llevando bajo el brazo los manuscritos de una ópera, una sinfonía, dos sonatas y varias piezas breves. Como pianista, hizo su debut a los diecinueve con composiciones propias que revelaron ya un estilo dinámico, poderoso e iconoclasta. Prokofiev fue considerado el enfant terrible de la música rusa, papel que le gustaba lucir: “La virtud -o si prefieren vicio- cardinal de mi vida ha sido siempre la búsqueda de originalidad. Odio la imitación y los métodos trillados. No quiero usar la máscara de ningún otro. Siempre quiero ser yo mismo”. Con esta intención reunió, en feliz convivencia, elementos estilísticos que podrían parecer antagónicos: un fuerte impulso rítmico y una sugerente vena lírica; la reinvención de lo clásico y la búsqueda de la innovación y, cosido a todo ello e impregnando el conjunto de su obra, lo que él mismo denominaba “scherzosidad, en una gradación que oscila entre la broma, la risa y la burla”.

Prokofiev terminó su Concierto para violín en Re Mayor en 1917, año turbulento en que cayó el último de los imperios europeos y agitado para el compositor que, refugiado en el Cáucaso, escribía febrilmente esta obra al mismo tiempo que la Sinfonía Clásica, dos sonatas y las Visiones fugitivas para piano, y una cantata para coro, solista y orquesta. Las circunstancias adversas hicieron que el concierto no pudiera estrenarse hasta 1923. El acontecimiento tuvo lugar en París, donde en ese momento vivía el compositor que había salido de su país natal en busca de “aire fresco” y con el objetivo de realizar «una breve gira de conciertos». Esta tournée -fuera de alguna visita a la Rusia ya soviética invitado por las autoridades para dar conciertos y asistir a representaciones de sus obras- abarcó desde 1918 hasta 1938. La capital de Francia era entonces un hervidero de vanguardia donde pintores, coreógrafos, poetas y músicos propiciaban una efervescente vida artística. La presentación del concierto dividió a la crítica: hubo quienes consideraron la partitura demasiado audaz y quienes la tildaron de conservadora. Y, visto desde la perspectiva de los cien años pasados desde el estreno, probablemente ambas opiniones tuvieron parte de razón.

El Andantino se presenta a nuestros oídos a través del solista -cuyo protagonismo es casi omnipresente en el movimiento-, que canta un tema lírico de largo fraseo y cierto aire rapsódico situado en la larga estela del romanticismo decimonónico. Todo un indicio de la capacidad inventiva de este compositor – muy joven entonces- que siempre fue más aplaudido por la otra faceta de su lenguaje: aquella más mordaz y enérgica que lo lanzó al reconocimiento internacional en las primeras décadas del siglo XX. La calidez de la idea principal se ve alterada cuando una serie de motivos breves, insistentes y vigorosos, pasan a vertebrar la intervención del solista, antes de diluirse de nuevo en un paisaje sonoro etéreo y enigmático.

El Scherzo. Vivacissimo es ya otra cosa: brillante y genuinamente incisivo en su apariencia de movimiento perpetuo. Un breve paréntesis central, aún más vibrante y explosivo, alimenta la imagen del muchacho travieso que nutre sus composiciones de impulsos, disonancias, acentos afilados y el entusiasmo y la confianza propios de quien ha crecido convencido de su talento.

Y una cualidad que añadir a las ya dichas es la coherencia, pues el concierto concluye en un Moderato que utiliza parte del material del primer movimiento, instrumentado ahora de manera sublime. Y al hilo de esto, es justo recordar que, en un análisis que Prokofiev hizo acerca de las características de su estilo, hablaba así: “Puesto que durante mucho tiempo se le negó aprecio a mi lirismo, éste solo ha crecido muy lentamente. Sin embargo, a ese lirismo he ido dedicando cada vez más mi atención”.

Felix Mendelssohn (Hamburgo, 1809 – Leipzig, 1847) fue un músico afortunado desde cualquier punto de vista: siendo altamente competente, fue creciendo en el seno de una familia ilustrada y adinerada -lo que no necesariamente va parejo- que le facilitó una educación esmerada recibida a través de profesores cuidadosamente seleccionados y del estímulo de los viajes. Esta fortuna se vio reforzada por una buena dosis de libertad para dedicarse a la música. Como parte de la “Gran gira” que cualquier joven de su ambiente social debía realizar complementando su formación, con apenas veinte años inició un viaje que le llevaría, durante casi tres, por Reino Unido, Italia, Suiza y Francia. Durante este periplo, y como recuerdo e ilustración de las impresiones que iba recogiendo, pintó una serie de acuarelas que demuestran que estaba dotado para plasmar con sumo gusto e inspiración las tonalidades del paisaje, del mismo modo que lo estaba para ofrecernos los más bellos colores orquestales.

Artista nato y músico cultivado, ambas bendiciones están reunidas en quien, con un talento genuino y mucho esfuerzo, compuso esta Sinfonía en la menor Op. 56 que hoy disfrutamos. En ella se entrelazan cierta nostalgia contenida y el espíritu clasicista de un compositor que no podía renunciar a sus orígenes de clase. Y es que, pese a la expresión romántica, Mendelssohn no abandona la nitidez de los clásicos que le precedieron. Su gusto exquisito, su pasión por la claridad sonora y su excelencia en la orquestación florecen en la obra y se ponen al servicio de la descripción espiritual de la impresión que Escocia causó en él.

Como primera etapa de su meticulosamente trazado ‘viaje de estudios’ Mendelssohn visitó Inglaterra y Escocia. La visita a la capilla del castillo de María Estuardo y el contacto con el relato de su agitada historia, fueron el impulso para escribir esta sinfonía conocida con el sobrenombre de “Escocesa”: “esta capilla, ahora abierta al cielo, rodeada de hierba y hiedra en un paraje todo en ruina y en decadencia… Creo que fue aquí donde encontré el comienzo de mi sinfonía escocesa”, escribió a sus padres. En efecto, Mendelssohn abocetó los primeros compases de la sinfonía allí mismo, aunque tardó más de doce años en concluirla y dedicarla, por cierto, a otra reina: Victoria de Inglaterra, quien acabaría siendo amiga personal del compositor y rendida admiradora de su música.

Desde el principio, Mendelssohn nos sumerge en la brumosa nostalgia de un paisaje misterioso o soñado, a través de un fraseo largo en la intimista tonalidad de la menor con que se abre el Andante con moto. Pero la bruma se disipa con la energía que genera un motivo encerrado en el Allegro un poco agitato que sigue a la introducción. Ahora la vehemencia bascula entre la contundencia de un ritmo recurrente y violento y la fascinación que el lugar y la narración histórica generaron en un compositor sensible, lírico y profundo. Al final del movimiento, retorna la atmósfera de recogimiento inicial.

El Vivace non troppo nos lleva a un ambiente burbujeante, vital y campestre, en el que la idea principal – con un aire de canción popular escocesa- es coloreada por distintos timbres instrumentales y sostenida siempre por una imparable base armónica que vibra, rumorea, se agita y alcanza el frenesí a través de una textura siempre cambiante.

El Adagio, sentimental y fraseado, es conducido por una melodía tersa que se apoya en la ligereza del pizzicato y que se vuelve oscura cada vez que desciende a la densidad profunda de los instrumentos graves.

En el carácter guerrero del tema que abre el movimiento final, algunos comentaristas han pretendido ver reflejado alguna danza tribal de las tierras altas de Escocia, pero el caso es que la inspiración de Mendelssohn contrasta esta idea con otras varias, entre las que se encuentra una muy bella inclinada, de nuevo, hacia una doliente melancolía. Todas estas ideas se van entretejiendo a través de una orquestación que, sin ser grande, revela el conocimiento profundo que Mendelssohn tenía de las posibilidades instrumentales. El Allegro vivacissimo desemboca en un Allegro maestoso assai que sella un discurso sinfónico iniciado con la melancólica tonalidad de ‘la menor’ y que concluye con cierta solemne pomposidad, tan del gusto británico, en un festivo y rotundo ‘La Mayor’.

Mendelssohn diseñó la composición de manera que no hubiera las habituales interrupciones entre movimientos para no distraer a la audiencia de su intención expresiva, la cual quiso dejar patente con estas palabras: ”Ignoro si esta sinfonía será algún día popular, pero siento como si con cada fragmento lograra aprender a escribir cada vez más lo que me sale del alma y esa es, en definitiva, la única regla de conducta que reconozco”.

Disfruten siempre de la música. Rebosante en cantidad y variedad.

Mercedes Albaina


Esther Yoo.

Violín

Con «una prodigiosa claridad de dicción» (Scherzo) y «una conmovedora ternura» (BBC Music Magazine), ha sido descrita como «el modelo de solista de violín en la era moderna» (The Strad). En 2010, se convirtió en la ganadora más joven del Concurso Internacional de Violín Jean Sibelius y dos años después del Concurso Reina Isabel. En 2014 se convirtió en Artista de la Nueva Generación de BBC Radio 3, y en 2018 fue seleccionada como una de los «30 Mejores Artistas Menores de 30» de Classic FM.

En 2023.24, Esther debuta con la Sinfónica de Melbourne, Sinfónica de Nueva Zelanda, Filarmónica de Turku, Sinfónica del Pacífico, Sinfónica del Estado de São Paulo y la Orquesta Sinfónica RTVE. Además de unirse a la Orquesta Sinfónica de la BBC y Andrew Davis para el estreno mundial del Concierto para Violín de Raymond Yiu, realizará una gira con la Philharmonia Orquestra y regresará al Wigmore Hall y el Concertgebouw de Ámsterdam.

Esther ha trabajado con destacados directores, como Gustavo Dudamel, Esa-Pekka Salonen, Vladimir Ashkenazy, Vasily Petrenko, Santtu-Matias Rouvali, Dalia Stasevska, Myung-Whun Chung, Thierry Fischer y Karina Canellakis. Recientes compromisos incluyen sus conciertos con la Filarmónica de Los Ángeles, Sinfónica de Minnesota, Deutsche Radio Philharmonie, Sinfónica Nacional Escocesa, Filarmónica Real de Liverpool, Filarmónica de Hong Kong, Filarmónica de Seúl, Sinfónica KBS, y en festivales destacados como los BBC Proms y el Festival de Música de Aspen. En 2018, Yoo fue nombrada la primera Artista en Residencia de la Royal Philharmonic Orchestra.

Como músico de cámara, Esther toca recitales y es miembro del Trio Z.E.N. junto a Zhang Zuo y Narek Hakhnazaryan, con quienes ha realizado giras por todo el mundo, y ha lanzado dos álbumes para Deutsche Grammophon, «Brahms & Dvořák: Piano Trios» y «Burning Through the Cold», que incluye los tríos para piano de Shostakovich, Babadjanian, Rachmaninov y Khachaturian.

Artista exclusiva de Deutsche Grammophon, su última grabación son los conciertos de violín de Barber y Bruch junto a la Royal Philharmonic Orcestra y Vasily Petrenko, y previamente ha grabado los conciertos para violín de Sibelius, Glazunov y Tchaikovsky.

Esther nació y pasó sus primeros años en Estados Unidos antes de recibir su educación en Bélgica, Alemania y el Reino Unido, pero conserva con orgullo la herencia coreana de su familia. Sus raíces en tres continentes contribuyen a su versatilidad y amplio rango de expresión, y sin duda son un factor que la hace una de las comunicadoras más articuladas y talentosas en el campo de la música clásica.

Demostrando esas habilidades, ha presentado un programa de dos horas para BBC Radio 3 y es colaboradora frecuente en BBC Music Magazine, Gramophone, The Arts Desk y The Strad, escribiendo no solo sobre repertorio y técnicas de práctica, sino también sobre temas más amplios, como la salud mental y el bienestar.


Yue Bao.

Directora

La directora de orquesta Yue Bao debutó con la Houston Symphony en su concierto inaugural de la temporada 2020/2021, y ha dirigido a la orquesta tanto en su sede del Jones Hall como en su serie de conciertos de verano en el Miller Theatre de Houston. Debutó con la Chicago Symphony Orchestra en el Festival de Ravinia en 2021.

Recientemente, Bao ha debutado con la Sinfónica de Múnich, con la Singapore Symphony Orchestra con el violonchelista Jan Vogler, y con la Orchestra of St Luke’s con la pianista Hélène Grimaud. En próximas fechas debutará con la Indianapolis Symphony Orchestra, así como en España.

En las últimas temporadas, Bao ha dirigido la Baltimore Symphony Orchestra, la Seattle Symphony y la Calgary Philharmonic. También ha debutado con la San Francisco Symphony, Detroit Symphony Orchestra, y la Minnesota Orchestra.

Bao fue becaria de la Bruno Walter Memorial Foundation en el Cabrillo Festival of Contemporary Music. En 2018, fue becaria del David Effron Conducting Fellow en el Chautauqua Music Festival, donde regresó como directora invitada en la temporada 2022. Ha trabajado extensamente en los Estados Unidos y en el extranjero. Cómoda tanto el repertorio sinfónico como el operístico, ha dirigido Eugene Onegin de Tchaikovsky, Carmen de Bizet, Mahagonny: Ein Songspiel de Kurt Weill y The Medium de Giancarlo Menotti.

Además de su Diploma de Artista del Curtis Institute of Music, fue becaria del Rita E Hauser Conducting Fellow y estudió con Yannick Nezet-Sèguin. Bao es licenciada en dirección de orquesta y acompañamiento de ópera por el Conservatorio de Música de Shanghai y posee un máster en dirección de orquesta por la Mannes School of Music. Ha sido directora asistente de la Fundación Ting Tsung y Wei Fung Chao en la Sinfónica de Houston.

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