RAÍCES
La relación existente entre la singularidad y el temperamento de un país con su producción musical no sólo se manifiesta en su folclore. La vinculación de un pueblo con el tipo de música que producen sus compositores, la correspondencia entre su carácter y tradición con el estilo de música “clásica” que escuchan sus gentes, ha sido siempre igual de estrecha que en lo referente a la música popular. El concierto programado para hoy representa un fiel reflejo de este encuentro al que nos acercaremos de la mano de tres composiciones que, originadas con cien años de diferencia y por autores nacidos en distintos continentes, fueron escritas para reflejar musicalmente el sentir de un pueblo. Mientras Last Round y The dreams and prayers of Isaac the Blind (Los sueños y plegarias de Isaac el Ciego) del compositor argentino contemporáneo Osvaldo Golijov, nos conducirán por un tumultuoso viaje hacia los sonidos del nuevo tango argentino de Astor Piazzolla y hacia los ecos de antiguas lenguas judías, en la segunda parte del concierto, el compositor checo Antonín Dvorák y su famosa Novena Sinfonía nos contagiarán del alma de las melodías indias americanas.
Si Osvaldo Golijov creció en La Plata, Argentina, en el seno de una familia judía procedente de Europa del Este, rodeado de música clásica, música litúrgica hebrea, música klezmer (propia de los judíos askenazíes de Europa del Este) y del nuevo tango de Piazzolla, Antonín Dvorák aprovechó su estancia en Estados Unidos para llenarse del atractivo repertorio de los negros espirituales con el objeto de reproducir su sentimiento en sus composiciones americanas. Al igual que lo había hecho con sus obras anteriores de inspiración checa, Dvorák no utilizó ningún material musical anterior sino que elaboró nuevas melodías y ritmos para reproducir los aromas americanos.
Last Round, que Golijov comenzó a componer en 1992, fue ideado como un homenaje a Astor Piazzolla tras su fallecimiento. El título, extraído de una breve historia sobre el boxeo de Julio Cortázar, hace referencia al último asalto imaginario que el espíritu del compositor de tangos protagonizó por salvar su vida. Concebida para un bandoneón idealizado, el primer movimiento representa el combate, la violencia del encuentro entre Piazzolla y la muerte, mientras el segundo –una fantasía compuesta sobre el estribillo de “Mi Buenos Aires querido” de Gardel- transmite un último e infinito suspiro. Pero Last Round es también un tango sublimado en el que los arcos de los músicos vuelan en el aire a la manera de las piernas de los tanguistas desarrollando una coreografía en la que los bailarines se atraen y repelen constantemente. La obra fue finalizada y estrenada en 1996.
The dreams and prayers of Isaac the Blind fue compuesta en 1994. Aunque la versión original fue escrita para clarinete klezmer y cuarteto de cuerda, esta noche escucharemos la versión para clarinete y orquesta de cuerda completada once años después. El título hace referencia a Isaac el ciego, el gran rabino provenzal del siglo XIII autor sobre cábala, para el que todos los acontecimientos del universo eran producto de alguna combinación de las letras del alfabeto hebreo. Esta convicción, que según Golijov, sigue presente hoy en día en todos aquellos que creen que la clave de nuestras vidas y destinos permanece oculta en algún código, sirve de inspiración para esta música. Según el compositor “Aunque la ceguera es importante en esta obra, al igual que el sueño y la oración, siempre he tenido la intuición de que para conseguir la mayor intensidad posible en su interpretación, los músicos deberían tocar, metafóricamente hablando, ciegos. La ceguera me recuerda a la manera de componer de los primeros tiempos: un arte que surge y descansa en nuestra habilidad de cantar y escuchar, en el poder de construir castillos de sonido en nuestras memorias. Los tres movimientos de esta composición suenan como si estuviesen escritos en tres lenguas diferentes habladas por los judíos a lo largo de la historia: el preludio y el primer movimiento en el más antiguo, arameo, el segundo movimiento en yiddish, la rica y frágil lengua del exilio, y el tercero y postludio en hebreo sagrado.”
En 1891 Antonín Dvorák, que para entonces ya era un reconocido compositor internacional, recibió una invitación para trasladarse a Nueva York a dirigir el Conservatorio Nacional de Música de parte de su presidenta: Mrs Jeannette Thurber. Se trataba de una institución vanguardista que admitía alumnos de todas las razas, minusválidos e incluso estudiantes con pocos conocimientos musicales en la que la financiación, que corría a cargo de la familia Thurber, era gratuita los tres primeros años. La Sra. Thurber no sólo buscaba una figura de renombre que diera prestigio al Conservatorio sino también al impulsor de la futura escuela americana de composición. Interesado por el salario y por la nueva experiencia que suponía en su carrera, el 1 de octubre de 1892, Dvorák firmó un contrato con ella por el que debía enseñar composición e instrumentación a los mejores alumnos y dirigir el coro y la orquesta del centro.
Dos meses después de su llegada, comenzó a escribir su Novena Sinfonía a la que añadió el título de “Del nuevo mundo” en homenaje a su país de acogida. Guiado por la intención de capturar la sensibilidad nacional americana y trasladarla a una partitura, se sintió especialmente atraído por el mundo de los negros espirituales como fuente de inspiración. Por este motivo, se puso en contacto con un estudiante afro-americano del Conservatorio, Harry T. Burleigh, al que escuchó aquellas viejas melodías a lo largo de muchas sesiones hasta que se llenó completamente de su esencia para después componer sus propios temas. El estreno, que supuso el mayor éxito de su carrera, tuvo lugar en el Carnegie Hall el 16 de diciembre de 1893 con la presencia del compositor que fue aplaudido al final de la interpretación de cada movimiento.
La víspera del estreno, Dvorák publicó en The New York Herald: “Estudié cuidadosamente algunas melodías indias que un amigo me dio y me imbuí completamente de sus características, de su espíritu, para tratar de reproducirlo en mi Sinfonía. No he utilizado ninguna de esas melodías preexistentes. Simplemente he escrito temas originales que encarnan las peculiaridades de la música india, y utilizando estos temas como sujetos, los he desarrollado con todos los recursos de los ritmos, armonía, contrapunto y color orquestal modernos. La Sinfonía comienza con una breve introducción, un Adagio de unos 30 compases que conduce directamente hacia el Allegro que representa los principios con los que ya había trabajado en mis Danzas Eslavas: es decir, preservar, traducir en música, el espíritu de una raza de una manera tan distintiva como sucede en las melodías nacionales o canciones folklóricas. El Segundo movimiento es un Adagio (el famoso Largo) que se diferencia de las obras clásicas en cuanto a su forma. En realidad es un estudio o borrador de una obra más amplia, una cantata o una ópera, que me propuse escribir sobre el poema Longfellow’s Hiawatha. La sección concreta del poema representada en el Largo es la que corresponde a Hiawatha’s Wooing. El scherzo, inspirado en la escena de la fiesta de Hiawatha en la que los indios bailan, trata de conferir el color local del carácter indio a la música. En el movimiento final reaparecen todos los temas anteriores tratados de diferentes maneras. Los instrumentos corresponden a lo que llamamos la “OrquestaBeethoveniana”, no hay arpa y no encontré necesario añadir ningún instrumento innovador para conseguir el efecto deseado.”
Dvorák, que sentía una gran nostalgia por su tierra natal y había visto reducido su salario por el empeoramiento de la situación económica de los Thuber, en 1895, coincidiendo con unas vacaciones de verano en Bohemia, les escribió para comunicarles que por motivos familiares retomaba su puesto de profesor de composición del Conservatorio de Praga por lo que no regresaría a Nueva York.
Patricia Sojo
David Krakauer, clarinete
El clarinetista David Krakauer, aclamado en todo el mundo, ocupa una posición destacada entre los principales representantes mundiales de la música klezmer, género musical de origen judío de Europa del Este. Conocido por su dominio de un gran número de estilos, Krakauer va mucho más allá de la música fusión. Además, sus grabaciones superventas de música clásica y klezmer definen su brillante tono, virtuosismo e imaginación.
Como artista que siempre ha desafiado cualquier tipo de categorización, David Krakauer ha podido disfrutar de importantes y continuas colaboraciones artísticas con un grupo enormemente diverso de intérpretes y compositores.
Durante los últimos años, Krakauer ha emergido como nuevo y convincente solista al presentar su característico sonido klezmer ante el público sinfónico de los Estados Unidos y Europa. Recientemente, ha actuado junto con orquestas tan prestigiosas como la Orquesta Filarmónica de Dresde, la Orquesta Sinfónica del Pacífico, la Staatskapelle de Weimar, la Sinfónica de Detroit, la Sinfónica de Phoenix, la Orquesta del Festival de Música de Colorado, la Sinfónica de Quebec, la Orquesta Sinfónica de Seattle, la Amsterdam Sinfonietta, la Orquesta Sinfónica del Nuevo Mundo, la Filarmónica de Brooklyn, la Orquesta de la Ópera Cómica de Berlín y la Orquesta Lamoureux.
Lawrence Foster, director
En 2012/13 se cumple la décima y última temporada de Lawrence Foster al frente de la Orquesta Gulbekian como director titular y artístico. Ocupa también el cargo de director musical de la Orquesta Filarmónica de Marsella, con la que dirige cada temporada dos óperas y varios conciertos sinfónicos.
Entre sus próximas actuaciones, destaca su presencia junto con la Orquesta y Coro Nacionales de España y la Orquesta de Cámara de París (ambos con Ute Lemper), la Orquesta Nacional de Lyon (con Radu Lupu), la Orquesta Sinfónica de Barcelona, la Orquesta Sinfónica MDR de Leipzig, la Filarmónica de Copenhague, la Sinfónica de Houston (con Joshua Bell), la Orquesta Sinfónica de Berlín y la Orquesta Sinfónica del Estado de São Paulo. Asimismo, en agosto de 2013 volverá a visitar el Festival de Música de Schleswig-Holstein.
Como director de ópera, Lawrence Foster ha actuado en las principales salas de todo el mundo. Trabaja con regularidad en la Ópera Estatal de Hamburgo, donde se estrenará su próxima producción, La zorrita astuta, en 2013/14. Entre las producciones de la Ópera de Marsella para esta temporada se encuentran Cleopatra de Massenet y Los troyanos de Berlioz; y más adelante, Falstaff y El holandés errante. Destacan también Khovanschina para la Ópera de Fráncfort y Rusalka para la Ópera de Montecarlo.