La orquesta romántica
Esta tarde la orquesta hablará un lenguaje plenamente romántico. Este es principalmente el nexo de unión entre las cinco composiciones que disfrutaremos hoy. La música fue la manifestación artística a la que más tarde inocularon las musas el virus del sentimiento y la ensoñación pero, tal vez por ello, su efecto fue fulgurante y el arte sonoro acabo siendo el más romántico de todos.
El concierto era un género musical heredado del Barroco y la sinfonía, del periodo clásico, pero la música incidental (a la que pertenece la Obertura Ramuntcho), la rapsodia (con su connotación libertaria), el hecho de apellidar a una composición como un lugar geográfico o el atrevimiento de llamar a una obra para orquesta elegía, obedecen a impulsos que conectan el oficio del creador con sus sentimientos. Esta fue la esencia y el objetivo del lenguaje romántico que se nos ofrece hoy con dos aromas: vasco y francés.
José Gonzalo Zulaika (Donostia-San Sebastián, 1886-Lecaroz, 1956), adquirió el nombre de su ciudad natal al tomar, en 1902, el hábito de la Orden Capuchina, la cual tenía como costumbre dar al candidato un nombre nuevo. Así nuestro compositor se convirtió en fray José Antonio (en honor a su padre) de San Sebastián, o Aita Donostia.
Se formó en Lecaroz y, más tarde, en Madrid y París y su fecunda labor de investigación folclórica ocultó durante un tiempo parte de su labor compositiva. Su estilo pasó de un posromanticismo inicial al nacionalismo de raíces vascas y la posterior influencia de los impresionistas. Cultivó varios géneros musicales, con gran oficio en la escritura.
Su Rapsodia Bascongada fue presentada en 1906, a un concurso organizado por la Diputación de Gipuzkoa y el Ayuntamiento de San Sebastián. Parece ser que el autor no se sentía muy satisfecho de la obra y, tal vez por ello, se guardaba en el fondo de manuscritos de la Curia Capuchina de Pamplona hasta que, en el año 2000, fue estrenada por la BOS en el marco de Musikaste (Semana de la Música Vasca de Rentería). Se divide en dos movimientos. El Larghetto inicial está basado en Itxasoan, melodía popular que impregna de lirismo y cierta nostalgia la partitura. Le sigue un Scherzo articulado en torno a la canción folclórica Basatxoritxu, que aporta el espíritu desenfadado y alegre de un pájaro que revolotea entre ramas. El tratamiento instrumental potencia el carácter descriptivo de la música, que transita de la profundidad del mar a la frescura de los bosques.
La velada continúa con el Concierto para violonchelo y orquesta en la menor Op 33 de Camille Saint-Saëns (París, 1835-Argel, 1921), obra que contribuyó a dar al violoncello un carácter más apasionado y profundo que el que había tenido hasta ese momento. Niño prodigio (con 11 años ya daba conciertos en la sala Pleyel de París), excelente compositor y organista, viajero infatigable y hombre de inteligencia viva e inquieta, Saint-Saëns se mostró siempre interesado por múltiples áreas del conocimiento humano (astronomía, filosofía, poesía, teatro…) y fue líder indiscutible y maestro de toda una generación de compositores franceses, entre los que destacan Fauré, Ravel o Poulenc.
Compuso su primer Concierto para violoncello en 1872 y está concebido como un todo orgánico, en que las ideas principales que se presentan en el primer movimiento, reaparecen en el que cierra la obra. De esta forma cíclica, la coherencia vertebra este extraordinario micromundo sonoro. El primer movimiento, Allegro non troppo arranca con la entrada impetuosa del solista que expone un tema urgente y agitado y se alterna con la segunda idea de carácter más lírico y sentimental; ambos aportan al movimiento una impresión de fluidez irremediable, conduciendo al oyente por los distintos dialectos del lenguaje romántico. Le sigue un Allegretto con moto que nos trae uno de los bastiones de la música francesa: su gusto por lo danzable. Los instrumentos comienzan, casi de puntillas, una suerte de danza galante que se combina elegantemente con otro tema, cálido y romántico, cantado por el solista. A partir de aquí la alternancia se repite hasta que en el oboe suena el tema principal con que se abría el concierto, comenzando así el final, Allegro non troppo. En este tercer movimiento escuchamos un nuevo material melódico que es cantado, de forma doliente, por el violoncello en su registro agudo. Después, en un ámbito grave, entona un tema más cantabile. El concierto finaliza con una coda triunfante en tonalidad mayor.
El violoncello juega también un papel protagonista en la obra que sigue, la Elegía Op 24 de Gabriel Fauré (Pamiers, 1845-París, 1924) quien, por cierto discípulo de piano de Saint-Saëns, tuvo una variada e importante vida profesional desempeñando, entre otros, papeles tan relevantes como el de crítico musical en Le Fígaro o director del Conservatorio del París. Compuso una primera versión de la Elegía para violoncello y piano. Ante el éxito rotundo de la pieza, se pidió al compositor una versión orquestal que es la que aquí escuchamos. Fue estrenada en 1901, con Pau Casals como solista y Fauré a la batuta. Está escrita en forma tripartita y rezuma el aroma lírico, sensible y refinado que caracteriza el estilo de Fauré, romántico pero impermeable a la grandilocuencia. Se inicia con una idea de largo fraseo, poética y algo sombría que no cae en la desesperación. El violoncello conduce el tema principal y la orquesta ofrece un tapiz armónico sensible y bien trazado, de tal manera que el componente melódico sobresale en un discurso plenamente cantabile, característico de un compositor que destacó siempre por su originalidad y talento en la creación de canciones. La parte central, en tonalidad mayor, favorece la alternancia de protagonismo entre solista y orquesta. Tras la vuelta a la primera sección, la música se extingue en un ambiente de calma profunda.
Y el colorido del folklore vasco reaparece de la mano de Gabriel Pierné (Metz, 1863-Ploujean-Finisterre, 1937). Compositor, organista y director de orquesta francés, gozó de gran reconocimiento en vida en las distintas facetas profesionales que llevó a cabo y en todas ellas se mostró independiente respecto de las corrientes estéticas dominantes.
Como compositor, escribió música vocal, de cámara y bastante para el teatro. Este es el caso de Ramuntcho, que pertenece al género de la música incidental y fue escrita para el drama que Pierre Loti estrenara en 1908 con ese nombre. Hoy escuchamos la Obertura con que se anunciaba al público una obra dramática que relata la historia de un amor imposible entre Gatchutcha y Ramuntcho, un pescador contrabandista y temerario. La música evoca, con cierta melancolía, la atmósfera de los paisajes vascos, montañosos y marinos en los Pirineos Atlánticos.
La pieza está basada, como otras secciones de la partitura, en temas populares vascos y se inicia con un aire de zortziko. Toda ella refleja el sabor costumbrista que apreciaron tanto Loti (que murió en Hendaya) como Pierné. La línea melódica se conserva clara en una música amable y bien escrita y el ritmo está enriquecido por elementos folclóricos como el aurresku o la azeri dantza. Pierné volvió a escribir música con guiños euskaldunes. Su Fantasía vasca para violín y orquesta contiene temas que el padre Donostia le había facilitado de su Cancionero Vasco. Parece que, tal como dijo este autor donostiarra, “Pierné se ha inclinado con amor hacia el alma del pueblo vasco, para escuchar sus palpitaciones”.
Y finaliza la tarde con una obra de juventud del prodigiosamente talentoso George Bizet (París, 1838-Bougival, 1875), quien escribió su Sinfonía en Do mayor a la edad de 17 años. La obra irradia frescura, espontaneidad y “genio natural” algo que, paradójicamente, Bizet (que lo personificaba en Mozart, Rossini y Rafael) rechazaba frente al “genio racional” (cuyos exponentes veía en Beethoven, Meyerbeer o Miguel Ángel), por creer que era un obstáculo para profundidad en la creación. ¡Bendito obstáculo! La obra está construida según el modelo clásico de cuatro movimientos. El primero, Allegro vivo, se abre con un breve motivo que va generando el tema principal y transmite una sensación de alegría y empuje hasta que aparece la segunda idea cantada ampliamente por el oboe, siempre con el motivo rítmico planeando sobre el movimiento. En el Adagio que sigue, una larga introducción prepara la entrada de la sugerente melodía en el oboe, sobre el ligero tapiz de la cuerda en pizzicato. La atmósfera de ensoñación y ternura envuelve el movimiento, con un breve paréntesis contrapuntístico en la zona central. El amor por la danza, tan característico de la música francesa, aparece rebosante de alegría en el tercer movimiento, Allegro vivace, que reúne ideas que van de lo solemne a lo amable, pasando por lo rústico y lo galante. El vigor reaparece en el Allegro Vivace final, que cierra la obra con la urgencia y el esplendor de la juventud.
Esta delicia de sinfonía no se publicó ni estrenó hasta 1935, tras sesenta años desde la muerte de Bizet y ochenta después su composición. Por fortuna nos ha llegado con todo su optimismo.
Disfruten de una velada orquestal de sabor romántico. De “dos gustos”.
Mercedes Albaina
Asier Polo, violoncello
Considerado el cellista español más destacado de su generación. Estudió con los maestros E. Pascu, M. Kliegel e I. Moniguetti. Ha recibido distinciones como el “Ojo Crítico” de Radio Nacional (2002), Premio Fundación CEOE a la interpretación Musical (2004) e Ilustre de Bilbao (2009). Ha colaborado con las principales orquestas españolas e internacionales, destacando entre ellas la Philharmonia Orchestra, Orchestra Sinfonica Nazionale della RAI, Dresdner Philharmonie, Orchestre de Paris, Bergen Filharmoniske Orkester, Israel Philharmonic Orchestra, Deutsche Symphonie-Orchester Berlin, Sinfónica Nacional de México, Sinfónica de Sao Paulo o la Basel Symphony Orchestra. Asier Polo ha tocado bajo la dirección importantes batutas, como Frühbeck de Burgos, Claus Peter Flor, Juanjo Mena, Pinchas Steinberg, Günther Herbig, Antoni Wit, Anne Manson, Carlos Miguel Prieto, entre otros.
Recientes y futuros compromisos le llevarán a tocar con la BBC Philharmonic Orchestra, Orchestre National des Pays de la Loire, Orquestra Filarmónica de Minas Gerais, Louisiana Philharmonic Orchestra (USA), Manitoba Chamber Orchestra (Canadá), Orquesta Sinfónica Nacional de México, Orquesta Sinfónica de Puerto Rico, La Biennale di Venezia, Orquesta Sinfónica de Barcelona i Nacional de Cataluña, Orquesta Sinfónica RTVE, Orquesta Sinfónica de Bilbao, Orquesta de la Comunidad de Madrid y Orquesta de Valencia entre otros.
Compositores de la talla de L. de Pablo, A. García Abril, J. Villarojo ó G. Erkoreka le han dedicado sus obras.
Toca un violonchelo Francesco Rugieri (Cremona 1689) adquirido con la colaboración de BANESTO.
Rubén Gimeno, director
Ruben Gimeno es el Director Titular de la Orquesta Sinfónica del Valles, orquesta con la que comenzó su andadura en la temporada 09/10. También ha sido Director Artístico de la Joven Orquesta de la Sinfónica de Galicia durante seis años.
Como Director invitado ha colaborado con gran parte de las orquestas españolas y ha dirigido la Norrkoping Symphony, Gavle Symphony, Cámara de Ginebra, Orquesta del MMCK (Japón), SAMI Orchestra (Suecia) y la Orquesta Nacional de Colombia. Entre los solistas con los que ha colaborado se encuentran, Midori, Steven Isserlis, Dimitri Sitkovetsky, Fazil Say, Kirill Gerstein, Gabriela Montero, Behzod Abduraimov, Maria Bayo y Michel Camilo.
En el campo de la lírica ha participado en las producciones del Teatro Campoamor de Oviedo con Marina, La Gran Vía y Agua, Azucarillos y Aguardiente. Ha dirigido Cádiz de Chueca, junto a la Orquesta Sinfónica de Galicia y La del Soto del Parral en el Teatro de la Zarzuela. Dentro del ciclo “Ópera en Cataluña” ha dirigido los Cuentos de Hoffmann, L’Elisir d’ Amore, Nabucco y tiene previsto dirigir una nueva producción de La Boheme.
Sus próximos compromisos incluyen el debut con la Orquesta Sinfónica del Gran Teatre del Liceu dentro de los conciertos del bicentenario Verdi.
Sus inicios en la dirección vinieron de la mano del profesor James Ross, obteniendo el Master en Dirección de Orquesta en la Universidad de Maryland. Posteriormente estudió en el Conservatorio de Estocolmo con Jorma Panula. También ha recibido clases de Alan Gilbert, Essa Pekka Salonen, Jukka Pekka Saraste y Leonard Slatkin, obteniendo el Diploma Superior en Dirección de Orquesta.