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Lugares seguros

Cuenta la leyenda que Zeus, cuando era apenas un bebé, fue amamantado por la cabra Amaltea y que, al morir el animal, el dios pidió a Hefesto que forjara un poderoso escudo y lo recubriera con su piel. Este escudo, que también se representaba como una especie de pectoral o incluso como la propia piel de la cabra sujeta a modo de coraza, lleva el nombre de égida o aegis. También Atenea portaba la égida, que había recibido como regalo de su padre, añadiendo a la pieza la cabeza de Medusa, pues había sido gracias a la ayuda de la diosa que Perseo había conseguido derrotar al monstruo.

Con el tiempo, la palabra égida pasó a ser sinónimo de escudo, protección o defensa, como recoge la Real Academia Española de la lengua en las tres acepciones del término. Y es en este sentido en el que la compositora estonia Elis Hallik utiliza el vocablo como título de su obra orquestal Aegis, estrenada en Budapest en 2018 y dedicada al 100 aniversario de la República de Estonia. En palabras de Hallik, Aegis “explora temas de fuerza y protección, pero también fragilidad – como un escudo que porta las marcas de cada momento que ha superado”. Más allá de su título, la obra también es un reflejo del lugar de origen de su autora, la isla de Khinu, en el Golfo de Riga:

“Crecí en la isla de Kihnu, un lugar pequeño pero único en el Mar Báltico, conocido por sus ricas tradiciones y su impresionante belleza natural. Es una tierra donde el mar y el cielo convergen en un horizonte sin fin, ofreciendo a la vez tranquilidad y poder. Gran parte de Aegis fue escrita en Kihnu, que se define por la calma y la profunda conexión con la naturaleza que ofrece esta isla. La atmósfera de Kihnu jugó un papel clave en dar forma al corazón de la composición. Para mí, Aegis no es solo música – es una experiencia, una invitación a reflexionar sobre lo que significa proteger y ser protegido.” – Elis Hallik

Una energía poderosa, procedente de esa naturaleza isleña, de ese mar que insiste en romper contra la costa, brota de la música de Hallik. Una obra atmosférica, casi paisajística, en la que recursos como la repetición de la nota Mi que sirve de hilo conductor y los acentos recurrentes crean ese aura protectora, sobrenatural, que hacía a los dioses invencibles y bajo la cual nos refugiamos en busca de abrigo.

A veces ese refugio aparece en el lugar más inesperado, como le ocurrió a Erich Wolgfang Korngold al recibir una oferta por parte del director de escena y productor cinematográfico Max Reinhardt para adaptar la música de El sueño de una noche de verano de Mendelssohn para una película de Hollywood en 1935. El éxito del trabajo le permitió firmar un contrato con Warner Bros y trasladar su residencia a Los Ángeles tras la anexión de Austria en 1938, hecho que muy probablemente salvó su vida, siendo judío austrohúngaro. Gracias a esta oportunidad, Korngold es reconocido hoy día como el gran pionero de la música sinfónica para películas, con dos merecidos Oscar por las partituras de El caballero Adverse (1936) y la famosísima Robin de los bosques (1938), protagonizada por Errol Flynn.

Había comenzado su recorrido musical en Viena, siendo un niño prodigio. Su madre ni siquiera recordaba en qué momento el pequeño Erich había comenzado a tocar el piano, mientras que grandes músicos como Gustav Mahler y Richard Strauss se habían mostrado muy sorprendidos ante el talento del niño. Por consejo de Mahler, Korngold empezó a tomar clases de composición con Zemlinsky, y gracias a él pudo estrenar varias obras en su adolescencia, ante el asombro de sus contemporáneos; aunque tampoco faltaron acusaciones (infundadas) de los que opinaban que la fama de Korngold se debía a que era el hijo de uno de los críticos musicales más conocidos y temidos del momento, Julius Korngold. Sus óperas tempranas tuvieron un éxito incontestable, en especial la magnífica Die tote Stadt (La ciudad muerta, 1920). La música hablaba por sí sola.

En Hollywood, Korngold supo adaptar su lenguaje romántico a la gran pantalla, dando la misma importancia a sus bandas sonoras que a las óperas o la música de concierto. El Concierto para violín en Re Mayor es, sin duda, la obra más conocida del compositor y la que antes encontró un hueco en el repertorio, dado su enorme atractivo para los violinistas. Compuesto entre 1937 y 1939 y revisado en 1945, Korngold se decidió a escribir el concierto por petición del violinista húngaro Bronisław Huberman, quien finalmente decidió no estrenarlo. En su lugar fue Jascha Heifetz el encargado de la primera interpretación, que tuvo lugar el 15 de febrero de 1947 en la ciudad de San Luis, con Vladimir Golschmann dirigiendo a la St. Louis Symphony Orchestra.

En los tres movimientos de la pieza, Korngold decidió integrar melodías de cuatro de sus bandas sonoras. Así, el primer tema del primer movimiento (Moderato nobile), esa voluptuosa y lírica melodía con la que arranca el violín solista, se desarrolla a partir de la “Escena del anochecer” de la película Aurora del desierto (1937), del director William Dieterle. También aquí se cuelan fragmentos musicales de Juárez, otro film de Dieterle de 1939. El evidente protagonismo del violín, que pocas veces cede espacio a la orquesta, y la intensa expresividad que ya se perciben en los primeros compases serán los rasgos definitorios de todo el concierto. Korngold explota al máximo el potencial del instrumento obligando al solista a permanecer durante mucho tiempo en la zona más aguda del mismo y escribiendo melodías con un rango melódico amplísimo.

El tema del segundo movimiento (Romanze) parte de la ya citada El caballero Adverse, que había granjeado a Korngold su primer premio de la Academia. El ambiente es más “nocturno” que en el Moderato, con una melodía de nuevo en el registro agudo que vuela sobre una orquesta en la que predomina la calma, aderezada con los toques mágicos del arpa y la celesta. Prácticamente todo el virtuosismo está concentrado en el Allegro assai vivace, en el que se respira cierto aire de Western, aunque la cita cinematográfica que emplea (un grandioso tema que la orquesta repetirá en varias ocasiones) proviene de la película El Príncipe y el Mendigo (1937). El solista debe desplegar todos sus recursos, haciendo saltar el arco o empleando el pizzicato, aunque incluso aquí queda espacio para el lirismo. No es de extrañar que Korngold expresara que “a pesar de la demanda de virtuosismo del finale” la obra estaba escrita “más para un Caruso que para un Paganini”.

Aunque no de forma tan llamativa como Korngold, Johannes Brahms también mostró aptitudes para la composición desde temprana edad, destacando especialmente en la música de cámara. Sin embargo, no estrenó su Primera Sinfonía hasta 1876, cuando tenía cuarenta y tres años y era ya un compositor establecido, con experiencia en prácticamente todos los demás campos musicales. La gestación de la obra había sido larga y dificultosa; desde los primeros esbozos en 1855, Brahms necesitó veinte años para darla por finalizada.

Mucho se ha hablado de los motivos que llevaron al músico alemán a retrasar tanto este momento, desde su extremo perfeccionismo al peso de considerarse heredero de la tradición sinfónica de Haydn, Mozart y, sobre todo, Beethoven, “ese gigante cuyos pasos siempre escucho a mis espaldas”. Las cosas no debían tomarse a la ligera; especialmente teniendo en cuenta las alabanzas que Robert Schumann, amigo y protector en su juventud, había proclamado hacia él en un conocido artículo de 1853 (cuando Brahms tenía solo veinte años) en la revista Neue Zeitschrift für Musik.

Tras el éxito de la primera, eso sí, Brahms adquirió la seguridad necesaria para abordar otras tres sinfonías cuyos lapsos de creación fueron sorprendentemente cortos en comparación con aquella. En el caso de la Tercera Sinfonía en Fa mayor este periodo fue de apenas cuatro meses. Brahms se dedicó a ella durante el verano de 1883, que pasó en Wiesbaden, una localidad alemana a orillas del Rin. A su regreso a Viena (donde había fijado su residencia en 1862), en octubre, la sinfonía estaba terminada y lista para interpretarse. El estreno llegó el 2 de diciembre de ese año, de la mano del director Hans Richter y la Filarmónica de Viena. Los abucheos por parte de un pequeño sector de wagnerianos podrían haber dado al traste con la velada, pero el entusiasmo general del público terminó por imponerse, otorgando al compositor un triunfo sin fisuras.

“¡Qué obra! ¡Qué poema!”, afirmaba Clara Schumann tras leer la partitura de la que es, quizá, la más inspirada de las sinfonías del alemán. El primer movimiento, Allegro con brio, comienza con un motivo de tres notas en el bajo sobre las que se construyen sendos acordes en los vientos; una brevísima introducción que reaparecerá en varios momentos de la obra. Estas tres notas, Fa – La bemol – Fa, se pueden rastrear en la obra del compositor al menos desde 1854 (en sus Cuatro baladas op.10), a modo de firma. Según varios autores, se traducirían como las iniciales de la frase “Frei aber froh” (“Libre pero feliz”, FAF en notación anglosajona), una respuesta jocosa al lema de su amigo el violinista Joseph Joachim “Frei aber einsam” (“Libre pero solitario”). Brahms nunca manifestó nada al respecto; en general, prefería que su música hablara por él.

El primer tema, que aparece justo a continuación, está extraído de la Sinfonía Renana de Schumann, quizás a modo de homenaje, especialmente adecuado tratándose de una obra escrita junto al Rin. El segundo tema, de carácter pastoral, es el primer pasaje solista del clarinete, que tiene un peso especial a lo largo de toda la sinfonía. A partir de ahí la música sigue un desarrollo extraordinario que atraviesa numerosos cambios de tonalidad, recuperando el Fa Mayor principal en la coda final.

El clarinete vuelve a ser protagonista en los dos temas principales del segundo movimiento, un Andante en el que predomina un tono amable y sosegado que se extiende hasta el tercer movimiento, el más conocido. La melodía principal de este Poco Allegretto, confiada a las cuerdas, es de tal belleza y genialidad que se ha ganado un espacio entre los temas sinfónicos más famosos de la historia. El Finale (Allegro), presenta nuevo material, a la vez que recupera fragmentos expuestos anteriormente, como el motivo inicial de tres notas, el interludio del segundo movimiento y el tema principal del primero. Es el movimiento de mayor dramatismo, al predominar el modo menor. A pesar de ello, de nuevo Brahms nos hace navegar por un mar de tonalidades, hasta concluir con un largo acorde en el Fa Mayor original, eso sí, en pianissimo. Cuando todo está ya dicho, no hay necesidad de reafirmarse.

Yolanda Quincoces

Bomsori.

Violín

En febrero de 2021, Bomsori firmó un contrato con Deutsche Grammophon. Su última grabación del Concierto para violín de Nielsen con la Orquesta Sinfónica Nacional Danesa y Fabio Luisi ganó el Premio Gramophone 2024. En la temporada 2024/25, debutará con la Orquesta de Filadelfia y Fabio Luisi, se embarcará en una gira por Alemania y Asia con la Bamberger Symphoniker, y debutará con la Orquesta RSB de Berlín y la Deutsche Kammerphilharmonie Bremen. Regresará al Concertgebouw con la Orquesta de la Radio de los Países Bajos y Ryan Bancroft, debutará con la Orquesta Nacional de Estonia y volverá a Hong Kong con Paavo Järvi. También debutará en el Wigmore Hall.

La temporada pasada debutó en los BBC Proms con la Filarmónica de la BBC y en el Hollywood Bowl con la Filarmónica de Los Ángeles. Actuó con la Orquesta de la Tonhalle de Zurich y Paavo Järvi, debutó con la Orquesta Filarmónica de Radio Francia, la Sinfónica de Pittsburgh y la Orquesta y Coro Nacionales de España. También actuó con la Residentie Orkest en el Concertgebouw y con la Sinfónica de Viena en el Konzerthaus de Viena.

Bomsori ha actuado en prestigiosos festivales, como el Rheingau Musik Festival, el Schleswig-Holstein Musik Festival y el Verbier Festival. Desde 2021, es la Artista del Patrimonio de Menuhin en el Festival Menuhin de Gstaad. Ha tenido el honor de colaborar con directores como Fabio Luisi, Jaap van Zweden, Paavo Järvi, Marin Alsop, Santtu-Matias Rouvali y Krzysztof Urbański.

Ha actuado con las principales orquestas, como la Filarmónica de Nueva York, la Orquesta Sinfónica de Viena, la Filarmónica de Los Ángeles, la Royal Philharmonic Orchestra, la Orquesta Nacional de Radio Francia y la Orquesta de la Tonhalle de Zúrich. Bomsori ha actuado en salas como el Musikverein de Viena, el Concertgebouw de Ámsterdam, el Royal Albert Hall de Londres y el Carnegie Hall de Nueva York.

Bomsori ha sido galardonada en concursos como el ARD, el Tchaikovsky, el Reina Elisabeth y el Wieniawski. Estudió en la Universidad Nacional de Seúl y en la Juilliard School. Toca un violín Guarnerius del Gesù de 1725, cedido por la Fundación Samsung y la Stradivari Society de Chicago.

Kristiina Poska.

Directora

La galardonada directora de orquesta Kristiina Poska está muy solicitada en la escena musical internacional. Ha ocupado el cargo de Directora Titular de la Orquesta Sinfónica de Flandes desde la temporada 2019/20, Principal Directora Invitada de la Orquesta Sinfónica Nacional de Letonia desde 2021/22 y comenzará su mandato como Directora Musical de la Orchestre Français des Jeunes en el verano de 2025. Estudió dirección coral en la Academia Estonia de Música y Teatro de Tallin y dirección orquestal en la Hochschule für Musik Hanns Eisler de Berlín. Poska fue finalista en el renombrado Concurso Donatella Flick LSO en 2010 y en el Concurso Malko en mayo de 2012, donde también ganó el premio del público. Posteriormente, en abril de 2013, ganó el prestigioso Premio Alemán para Directores de Orquesta.

Entre las actuaciones más destacadas de esta temporada figuran varios debuts: con la Toronto Symphony Orchestra y la Colorado Symphony en Norteamérica, las orquestas sinfónicas de la Radio Sueca y la Radio Noruega en Escandinavia, así como la Orchestre National de Montpellier, Lahti Symphony Orchestra y Grazer Philharmoniker. Durante esta temporada regresa a la Orchestre National de France, Estonian National Symphony Orchestr y realiza varias giras con la Orquesta Sinfónica de Flandes, actuando en Bélgica, Países Bajos, Francia, Alemania y Estonia. Como nueva Directora Musical de la Orchestre Français des Jeunes, realizará dos giras europeas a finales de verano.

Recientemente ha debutado con la Minnesota Orchestra, la , London Philharmonic Orchestra, Rotterdam Philharmonic Orchestra, Orquesta Nacional de España y la NHK Symphony Orchestra de Tokio. Ha actuado con la Royal Concertgebouw Orchestra, Oslo Philharmonic Orchestra, Netherlands Philharmonic Orchestra y la Royal Stockholm Philharmonic Orchestra. Además, Poska ha trabajado con orquestas como Hr-Sinfonieorchester, Radio-Symphonieorchester Wien, Gothenburg Symphony, Deutsche Kammerphilharmonie Bremen y Tonhalle-Orchester Zürich, por nombrar algunas.

Dentro del repertorio operístico, Poska debuta esta temporada en la Ópera de Dijon, dirigiendo una producción doble que incluye El castillo de Barba Azul de Bartók y Metamorphosen de Strauss, bajo la dirección de Dominique Pitoiset. Entre sus recientes producciones operísticas figuran su regreso a la Staatsoper de Berlín con una producción de La flauta mágica de Mozart, Così fan tutte en la Norwegian National Opera y Royal Danish Theatre, La bohème de Puccini por Robert Carsen en el Opera Ballet Vlaanderen, Carmen con la Staatsoper de Stuttgart y Die Entführung aus dem Serail con la Sächsische Staatsoper de Dresde (Semperoper). Ha actuado, entre otros, en la Komische Oper de Berlín, la Royal Swedish Opera, la English National Opera, la Finnish National Opera, el Teatro del Maggio Musicale Fiorentino y la Volksoper de Viena.

Anteriormente, Kristiina Poska fue la Directora Principal de Cappella Academica de 2006 a 2011, Kapellmeister en Komische Oper Berlin de 2012 a 2016, y Directora Musical del Theater Basel en la temporada 2019/20. Junto con la Orquesta Sinfónica de Flandes, Poska graba actualmente el ciclo completo de Beethoven para el sello Fuga Libera.