Conciertos

BOS 06

Baiba Skride y Schumann


Palacio Euskalduna .   19:30 h.

Erik Nielsen, director

Edouard Lalo (1823 – 1892): Le roi d’Ys, obertura

Benjamin Britten (1913 – 1976): Concierto nº 1 para violín y orquesta Op. 15*

Robert Schumann (1810 – 1856): Sinfonía nº 3 en Mi bemol Mayor Op. 97 «Renana»
I. Lebhaft
II. Scherzo. Sehr mässig
III. Nicht schnell
IV. Feierlich – Die Halben wie vorher die viertel
V. Lebhaft

Baiba Skride, violín

* Primera vez por la BOS

FECHAS

  • 13 de diciembre de 2018       Palacio Euskalduna       19:30 h. Comprar Entradas
  • 14 de diciembre de 2018       Palacio Euskalduna       19:30 h. Comprar Entradas

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EN TORNO A LA TIERRA

Arraigo y desarraigo a la tierra. Una arcadia feliz y liberadora o un profundo abismo donde se pierde el alma. Ése podría ser el aliento inspirador para el concierto de hoy. Schumann y Lalo nos describen una patria real e imaginaria al mismo tiempo, mientras que Britten nos desvela que el hombre puede perderlo todo cuando la ciega exaltación se lleva al paroxismo.

La ópera Le Roi d’Ys, fue puesta en escena por la Opéra Comique en el Châtelet el 7 de mayo de 1888. Pero habían transcurrido varios años desde que Édouard Lalo (1823–1892), célebre por su Sinfonía Española (aclamada por Pablo Sarasate), compusiera su obertura hasta completar toda la ópera. Y algunos más hasta ver alzarse el telón. Tras un desastroso estreno, Le Roi d’Ys tendría el éxito deseado y la Opéra Comique alcanzaría las cien representaciones.

Originario de Lille, y tras unos primeros años en París muy difíciles, la renovación musical que se estaba fraguando en Francia le empujó, como a otros ilustres coetáneos, a adentrarse en la composición orquestal. Y particularmente en la escritura vocal, tras su matrimonio en 1865 con la cantante Julie Besnier de Maligny, de origen bretón, dedicándole sus Seis Melodías para voz de contralto, y aventurándose en el campo de la ópera, con Fiesque, nunca representada en vida del autor (estrenada en Montpellier en 2006).

Tras una estancia en Bretaña, surge en Lalo la idea de otra ópera, inspirada en una muy conocida leyenda del lugar, en torno a la mítica ciudad de Ys. Según cuenta la leyenda, Ys fue una ciudad construida en la bahía de Douarnenez y sepultada después por las aguas. El mito, de origen celta y con infinidad de versiones que se van transformando y enriqueciendo aún hoy, cuenta con un rey, una hija, su deseo de una utópica y esplendente ciudad y su inevitable caída.

La Obertura verá la luz en 1876. En el ambiente musical francés de la época, la sombra de Wagner lo impregnaba casi todo: su aliento está presente también en Le Roi d’Ys, incluida la obertura, a través de citas y reminiscencias musicales y en la propia construcción de los personajes.

En el Andante inicial, cuatro compases a cargo de la cuerda, piano y ben sostenuto, dejan paso a un dulcísimo oboe que se adivina tal vez como la voz de la princesa Margared, protagonista y omnipresente en toda la trama. Lo releva el clarinete, en quejoso decir, y sumándose toda la orquesta, entran de modo triunfal en el brioso Allegro, realzado por la sección de viento. A éste sigue un Andantino ma non troppo (con un hermoso solo de violonchelo), un Allegro y un vigoroso Presto, de potentes tuttis, que clausura la obra de manera brillante.

En la mejor tradición de las oberturas de ópera, sin perder nunca el pulso dramático y con acertados y variados cambios de color y sensaciones, Lalo teje una orquestación transparente, con buen y equilibrado uso de todas las secciones, teniendo siempre presentes a Wagner (con citación explícita de Tannhäuser) y a Berlioz, como maestro de ceremonias para la construcción de esa identidad musical típicamente francesa, tan característica de la segunda mitad del siglo XIX.

“La muerte es el sonido distante del trueno en un picnic” (W.H. Auden)

Corre el año 1936, año convulso en que da comienzo la Guerra Civil española. En el resto de Europa va ascendiendo el atroz murmullo de los tambores de guerra, que estallará en estruendo tres años más tarde. Benjamin Britten (1913-1976) acude a Barcelona para interpretar junto a Antonio Brosa su Suite para violín y piano op.6. Allí asiste a la première póstuma del Concierto “A la memoria de un ángel” de Alban Berg, que le causa una muy honda sensación, inspirándole para la creación de su propio concierto.

Con el poeta W.H. Auden (1907-1973) comparte ideas políticas y un militante pacifismo. De esa relación fructífera verán la luz varias obras. Auden abre también el camino para que Britten y su pareja de por vida, el tenor Peter Pears, abandonen Europa, sofocada por el fétido horror de la guerra, y se instalen en Estados Unidos.

Ya en Norteamérica, Britten compondrá, a partir de unos bocetos, el concierto para violín. Acabada la partitura, se la presentará a Jascha Heifetz, que la rechaza por “intocable”. Finalmente, Antonio Brosa y la New York Philarmonic la estrenarán en Nueva York, el 29 de marzo de 1940, dirigidos por Sir John Barbirolli.

El Concierto, de arrebatadora belleza e intensidad, consta de tres movimientos, Moderato con moto, Vivace y Passacaglia, sin interrupción entre ellos, y una cadencia al final del segundo. No se especifica la tonalidad. Un aroma español, en ritmos y evocaciones, recorre sutilmente toda la obra.

La fluctuación de la tonalidad es constante, caleidoscópica, de principio a fin. Pero, a diferencia de Berg, sin utilizar el dodecafonismo.

El virtuosismo flamígero del violín, con un arsenal de dificultades y efectos (cascadas de intervalos, armónicos, pizzicato de la mano izquierda, etc.), sugiere la colaboración y revisión de Brosa.

Moderato con moto. El concierto comienza con un motivo a cargo de la percusión (retomado, después, por otros instrumentos) y breve intervención de la orquesta, seguida del violín. Ya desde ese momento y hasta el final de la obra, se hace evidente la sensación de tensión constante, de abrumador lirismo sin átomo de sensiblería.

Vivace. Mucho más rítmico que el primero. La enérgica voz del violín, combinando exuberantemente registros agudo y grave, alterna pasajes rítmicos con otros de discurso cristalino y sinuoso, dulzura y amargura se entrelazan, se separan, se vuelven a unir. Apropiada réplica de la orquesta, con protagonismo en todas las secciones. Inusualmente (y no al final del primero), el Vivace acaba con una cadencia del violín, que enlaza con la Passacaglia.

Passacaglia. Es la primera vez que Britten introduce esta celebérrima forma musical del siglo XVII basada en un bajo ostinato. Pero no la última: también en Peter Grimes, o The turn of the screw, hay ejemplos. Revela su profundo amor y admiración hacia el Barroco, con un guiño, además, a Purcell, que usa passacaglias en King Arthur y Dido y Eneas (concretamente, para el Lamento).

Sin solución de continuidad, los trombones presentan el tema que el violín recoge, con entradas subsiguientes a cargo de diferentes instrumentos. La atmósfera densa y apasionada, pero contenida, hace del último movimiento una suerte de aceptación del destino en paz.

De las cuatro sinfonías completas de Robert Schumann (1810-1856), la tercera, en mi bemol mayor op.97, lleva el sobrenombre de “Renana”. Compuesta en 1850, fue estrenada bajo la dirección del propio Schumann en 1851 en Düsseldorf (a orillas del Rin, de ahí el sobrenombre).

Para esa fecha, Schumann sufría ya los punzantes síntomas de la enfermedad que marcó y truncó su vida. Atrás quedaban años de componer sin descanso, a veces por oleadas de inspiración: para piano al principio, lieder coincidiendo con su matrimonio con Clara, música de cámara y sinfónica después.

Los Schumann se instalan en Düsseldorf en 1850. Para la orquesta local escribe la Renana. Su salud se deteriora y abandonan la ciudad en 1853. Allí compone también otras importantes obras, como la Cuarta sinfonía, el concierto para violonchelo o el concierto para violín.

Morirá sólo tres años más tarde, en Endenich, recluido en una casa de salud.

La Renana consta de cinco movimientos, anunciando ya una ruptura con la sinfonía “clásica” de cuatro (rápido, lento, rápido, rápido). Schumann, precursor, añade uno lento; denominándolos, además, en alemán y no en italiano.

Orquestación brillante, con la madera y el metal equilibrándolo todo y proporcionando esa sensación pujante, casi hercúlea, de triunfo de la naturaleza, percibida desde los primeros compases. Los intervalos de cuarta como elemento unificador de toda la obra.

Lebhaft (Vivo). Construido siguiendo la forma sonata y sobre intervalos de cuarta descendente, sexta ascendente y cuarta ascendente, el tema inicial simboliza la fuerza imparable del paisaje y la inspiración. Estos primeros compases quedan prendidos en la memoria colectiva junto al comienzo del concierto para piano y el recurrente tema del concierto para violonchelo. Inevitable la comparación con Beethoven, simbólica recogida de testigo entre la “Heroica” y la “Pastoral”.

Scherzo, Sehr Mässig (Muy moderado). Más lento de lo que se podría esperar de un scherzo, el movimiento rezuma encanto: construido también sobre un intervalo de cuarta, goza de un poder descriptivo de aroma mendelssohniano. El amable paseo termina, sin embargo, con un acorde inesperado que empaña el idilio.

Nicht schnell (Poco rápido). Movimiento hermoso en su sencillez, sin átomo de sombra y diáfana atmósfera. Comienza con una cálida melodía del clarinete, a quien responden los violines con chispeantes pasajes descendentes. Después, todo el movimiento avanza, en un clima de tranquilidad que clausura el clarinete.

Feierlich (Solemne). De emoción densa y discurso contrapuntístico, más estático pero no menos intenso, construido sobre una serie de cuartas ascendentes, presentadas por trompas y trombones. De figuración más austera y sabia orquestación, presagia la voz del Rin wagneriana. Es un alto en el camino que permite retomar aliento antes del movimiento final.

Lebhaft (Vivo). Cierra la sinfonía el optimista y lleno de energía Lebhalt, magistral recapitulación de temas ya aparecidos antes. De nuevo, el intervalo de cuarta. Viento y cuerda en equilibrada contienda, percusión imprescindible. De motor inagotable, es el broche perfecto, el pujante Rin camina hacia la desembocadura, la vida parece no contener las sombras que sí acabarán devorando a Schumann. El tono, majestuoso sin engolamiento. Poder salvaje y genio aliados, precipitándose en un frenético final conducido por los metales.

Teresa Merino

BAIBA SKRIDE – Violín

El natural acercamiento de Baiba Skride a la interpretación musical la ha llevado a colaborar con algunos de los directores y orquestas más importantes del mundo. La lista de agrupaciones con las que ha trabajado incluye la Filarmónica de Berlín, Orquesta Sinfónica de Boston, Real Concertgebouw de Ámsterdam, Symphonieorchester des Bayerischen Rundfunks, Gewandhausorchester de Leipzig… Los directores con los cuales ella colabora incluyen a Christoph Eschenbach, Ed Gardner, Susanna Mälkki, Andris Nelsons, Yannick Nézet-Séguin y Tugan Sokhiev.

En 2017 debutó con la Orquesta Mariinsky en San Petersburgo. Entre otros acontecimientos destacan su vuelta a la Filarmónica de Nueva York con Susanna Mälkki y a la Gewandhausorchester de Leipzig con Andris Nelsons, la Deutsches Symphonie-Orchester de Berlin, Orchestre Philharmonique du Luxembourg y una gira por España con la Filarmónica de Copenhague. En Asia hará su debut con las orquestas de Hong Kong y Malasia.

Su especial relación y admiración por la música de Sofia Gubaidulina alcanzó un nuevo clímax con el estreno mundial del Triple Concierto con la Orquesta Sinfónica de Boston en febrero de 2017. Baiba Skride protagonizará nuevos estrenos nacionales del esta obra con la Netherlands Radio Philharmonic Orchestra, NDR Radiophilharmonie Hannover y Orquesta Filarmónica de Radio Francia.

Skride nació en Riga en el seno de una familia letona de músicos. En 2001 ganó el 1er premio del Concurso Queen Elisabeth. Baiba Skride toca con el Stradivarius de Yfrah Neaman amablemente prestado por la familia Neaman a través de la Sociedad Internacional de Violines Beares.

ERIK NIELSEN – Director

Erik Nielsen es el Director Titular de la Bilbao Orkestra Sinfonikoa desde septiembre de 2015.

Desde la temporada 2016-17, ocupa también el cargo de Director Musical del Teatro de Basilea.

Erik Nielsen, estudió dirección en el Instituto Curtis de Música de Filadelfia, y se graduó con doble especialización en oboe y arpa en la Juilliard School de Nueva York.

Fue miembro de la Academia de la Orquesta Filarmónica de Berlín, en la que tocó el arpa.

En septiembre de 2009, obtuvo el premio de dirección y la beca que concede la Fundación Solti en los Estados Unidos.

Ha interpretado un amplio repertorio operístico , con entidades como la Ópera de Fráncfort, la English National Opera , la Boston Lyric Opera, Metropolitan Opera de Nueva York, la Ópera de Roma, la Semper Oper de Dresde, el Festival de Ópera Hedeland , la Deerik nielsenutsche Oper Berlín, el Teatro Nacional de Sao Carlos , el Teatro de la Ópera de Malmo, el Teatro de la Ópera de Zúrich, el Festival Bregenz, el Teatro de los Campos Elíseos en París, ABAO, la Ópera Nacional de Hungría, y la Ópera Nacional de Gales.

En el campo orquestal, ha dirigido a la New World Symphony, Orquesta de Cámara de Ginebra, las orquestas sinfónicas de la radio de Fráncfort y Stuttgart, la Orquesta Sinfónica de Castilla y León, la Orquesta Sinfónica Portuguesa de Lisboa, la Filarmónica de Estrasburgo, la Filarmónica de Luxemburgo, la Filarmónica de Westfalia del Sur, el Ensemble Modern, y la Northern Sinfonia del Reino Unido, entre otras.

 

 

 

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