Conciertos
BOS 11
Franz Joseph Haydn (1732 – 1809): Sinfonía nº 70 en Re mayor*
I. Vivace con brio
II. Andante: Specie d’un canone in contrapunto doppio
III. MenuelT: Allegretto
IV. Allegro con brio
Ferran Cruixent (b. 1976): Cyborg**
Jean Sibelius (1865 – 1957): Sinfonía nº 2 en Re mayor, op. 43
I. Allegretto
II. Tempo Andante, ma rubato
III. Vivacissimo
IV. Finale: Allegro moderato
Leonard Slatkin, director
* Primera vez por la BOS
** Estreno en España
Dur: 105´(aprox.)
FECHAS
- 27 de febrero de 2020 Palacio Euskalduna 19:30 h. Comprar Entradas
- 28 de febrero de 2020 Palacio Euskalduna 19:30 h. Comprar Entradas
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Don de Lenguas
Cuando hablamos de lenguaje musical, además de ser el nombre con el que la reforma de la enseñanza musical llama desde hace unos años al solfeo de toda la vida, estamos haciendo referencia a algo mucho más profundo, más singularmente arraigado a cada obra, a cada compositor, a cada corriente artística y a cada período histórico. La definición más popular de lenguaje musical dice que es «la capacidad de comunicación a través de una expresión artística mediante una sucesión de sonidos estructurados armónica, melódica, rítmica y formalmente». Vamos, mucha palabrería para decir, en resumen, que el lenguaje musical es la capacidad de comunicarse a través de la música. Ya lo decía la RAE, que para estas cosas es siempre una gran ayuda: «el lenguaje es la facultad del ser humano de expresarse y comunicarse con los demás, sea a través del habla o de otro sistema» –en este caso la música–. Pero también dice, en siguientes acepciones, que el lenguaje puede ser una manera peculiar de expresarse de determinado grupo, o incluso el estilo propio de una persona en particular. El lenguaje musical es, por tanto, ese je ne sais quoi que hace tan característicos e identificables los cánones de cierta época o que podamos reconocer el estilo de un compositor en cualquiera de sus obras. En el concierto que vamos a escuchar hoy nos encontraremos con tres lenguajes realmente distintos que, aunque difíciles de describir, señalan perfectamente a sus autores y enmarcan tres épocas muy diferentes.
La primera de las obras de este concierto será la Sinfonía nº 70 en Re mayor de Haydn, compuesta para celebrar el comienzo de la construcción de un nuevo teatro de ópera –el segundo, o el tercero si contamos también el teatro de marionetas– en Esterháza, una especie de palacio rodeado de jardines y fuentes al estilo de Versalles o Schönbrunn erigido para demostración de poder y ostentación de la familia húngara Esterházy, que por aquella época tenía a su servicio al bueno de Haydn. Es decir, una excusa cualquiera para tener entretenidos a los Esterházy en su aburrido retiro veraniego con una composición a la que Joseph Haydn se enfrentaba, sin embargo, con entusiasmo y energía. Ahora bien, ¿cómo sabemos que fue así si hay constancia de lo solo y melancólico que se sentía en los períodos que pasaba en este palacio, tan alejado de la vida en Viena y de sus amigos? Pues no lo sabemos con seguridad; tal vez no fuese realmente su estado de ánimo sino lo que intentaba transmitir con su sinfonía, pero eso es exactamente lo que el oyente percibe a través del lenguaje de la obra. Como uno de los máximos representantes del período clásico, el lenguaje de la música de Haydn –también el de esta sinfonía– se caracteriza por la solidez de sus estructuras y la transparencia de sus texturas, la limpieza y equilibrio de sus temas y melodías y la estabilidad de sus armonías. Sin embargo, este lenguaje clásico no apareció de la nada. Haydn tuvo una vida compositiva larga y su música fue construyendo su propio lenguaje a través del tiempo pasando por diversas etapas. De hecho, esta sinfonía nº 70, estrenada en 1779, aparece justo después de una etapa llamada Sturm und Drang con un lenguaje más oscuro y agitado que, si bien desapareció, dejó un cierto acento impulsivo y pasional en el lenguaje de Haydn. Tampoco la elección de la tonalidad de la sinfonía, Re mayor, es ajena al lenguaje de la obra. Se suele decir que el color de las tonalidades era algo conocido en el ambiente musical, que todos los compositores conocían el efecto que producen en el auditorio y que insinuaban el tono de su mensaje mediante la tonalidad de la pieza. En esta simbología tonal, Re mayor tiene un carácter feliz, jubiloso, victorioso incluso, triunfal. Todos estos matices del lenguaje de esta sinfonía, sumados a los tempos vivos, enérgicos, danzarines y cantábiles de sus cuatro movimientos, confieren a la obra ese carácter entusiasta y alegre que nos hará re-conocer la deliciosa música de Haydn.
La segunda obra de esta velada dista de la anterior unos 230 años, por lo que el lenguaje de Cyborg, la composición del barcelonés Ferran Cruixent, apenas es comparable al de la sinfonía de Haydn. El final del siglo XX y estas primeras décadas del XXI han concedido una absoluta libertad de expresión a la música, rompiendo esquemas prefijados tanto en semántica como en sintaxis, si se me permite la analogía. El autor tiene total flexibilidad a la hora de manejar armonías, ritmos, esquemas, formas… La música se zafa de cualquier estructura preconcebida y se abre a la expresión, a la transmisión, acortando el canal comunicativo entre el autor, el músico y el oyente. Inspirada en la dependencia y la fascinación humana por la tecnología, Cruixent reflexiona en esta pieza de su tetralogía sinfónica sobre nuestra condición de ciborgs: «Estoy hablando de que hay una tecnología, que hemos creado nosotros los seres humanos, que es un lenguaje, un lenguaje matemático, un lenguaje numérico, que estamos incorporando dentro de otro lenguaje, que es el lenguaje humano, el orgánico. Eso es fascinante, porque eso también es comunicación.» Esta obra muestra cómo las tecnologías emergentes pueden integrarse con una organización tan tradicional como una orquesta sinfónica, conformando una criatura en parte humana y en parte máquina, creando una orquesta al tiempo tecnológica y orgánica, una orquesta ciborg. Para ello, partiendo de la certeza de que el creador contemporánero debe estar comprometido con su tiempo, el autor se sirve de algo que él mismo ha creado, llamado cyber-singing –cibercanto–, dándole un notable espacio en el lenguaje de sus obras, que consiste en que cada músico se descargue en su propio móvil unos archivos preparados por el compositor y que, desde su atril, los reproduzca, los haga sonar, mientras sigue tocando su partitura. «De esta manera se crea el ciborg de manera intrínseca, desde dentro, que es lo que a mí me interesa.» «De acuerdo con pensamientos filosóficos respecto a la intersección entre cuerpo y tecnología en la nueva sociedad tecnológica, estoy buscando la forma de incorporar esta idea en el universo artístico musical […]. Fuera de la sala de conciertos, los músicos hoy en día tienen un montón de modernos aparatos electrónicos […] que abren al compositor nuevas posibilidades de interacción a un nivel técnico más complejo que había sido imposible hasta ahora. […] El cibercanto define esta nueva posibilidad de interacción, siendo genuina comunicación en sí mismo. Un archivo de audio preparado por el propio compositor es reproducido por el músico desde su móvil, un aparato electrónico usado habitualmente para otros menesteres. Esto coloca su dispositivo dentro de un nuevo contexto, creando una comunicación directa entre el compositor y el músico.» Una comunicación diferente, también, con el oyente a través de este nuevo lenguaje en desarrollo.
La última obra del concierto de hoy nos devuelve a lenguajes más habituales, más fluidos en nuestro poliglotismo musical. La Sinfonía nº 2 de Jean Sibelius nos devuelve al terreno conocido del comienzo del siglo XX. Compuesta tras el enorme éxito de Finlandia, el lenguaje de la sinfonía –sobre todo en su primer movimiento– parece guardar parte de su ardor. Escrita en Re mayor, como la sinfonía de Haydn, tiene ese mismo aire brillante, vibrante, casi glorioso. Es difícil saber hasta qué punto se trata de simples asociaciones mentales entre tonalidades y estados de ánimo, pero son muchos los músicos que creen que cada tonalidad tiene un carácter propio, por mucho que en el sistema de temperamento igual todas las tonalidades deberían sonar idénticas, salvo por la altura. Sea como fuere, el lenguaje de esta sinfonía de nuevo está marcado por la decisión, el empuje, el esplendor y la bravura.
El lenguaje de Sibelius es también muy coherente –una de sus características principales–, creando los temas principales a par<r de breves motivos, pequeñas células musicales que van creciendo, se construyen a sí mismas y se desarrollan, pero vuelven a su estado inicial una y otra vez para dar cohesión a toda la obra. Como sucede con las obras anteriores, el lenguaje de Sibelius no es ajeno a su tiempo: la expresividad armónica, la riqueza orquestal y un siempre subyacente aire melancólico dan el encuadre romántico a su trabajo, sin olvidar un notable arraigo con la tierra, con la naturaleza que, si bien es más propio de sí mismo que de su contexto, llena su obra describiendo a la perfección a través de pequeños ma<ces paisajes que evocan su patria y que han llevado a encuadrar su trabajo en esa corriente llamada nacionalismo musical.
Ferran Cruixent, hablando de su obra, reflexionaba: «Cuando una máquina, un ordenador cuándo tenga la suficiente potencia como para llegar a hacer cálculos brutales y sepa toda la historia, toda nuestra historia, ¿qué diferencia habrá con la creación humana? Es decir, preguntémonos: ¿dónde estará el alma? ¿tendrá alma?» Y yo me digo si, tal vez, esa alma esté en la maravillosa singularidad del lenguaje musical. Disfruten.
Nora Franco
Leonard Slatkin, director
En 2017-18, el aclamado director Leonard Slatkin celebra su décima y última temporada como Director Musical de la Orquesta Sinfónica de Detroit (DSO), y su primera temporada en el nuevo papel de Directeur Musical Honoraire en la Orchestre National de Lyon (ONL); también celebra la publicación de su segundo libro, Leading Tones: Reflections on Music, Musicians, and the Music Industry, y actuará como presidente del jurado del Concurso Internacional de Besançon para Jóvenes Directores. Su programa como director invitado incluye compromisos con la Sinfónica de San Luis, Orquesta Sinfónica Nacional (EEUU), Filarmónica de Nueva York, Orquesta de la Radio Nacional de Polonia, Orquesta Sinfónica de Berlín y Orquesta Sinfónica de la Radio finlandesa.
Los compromisos recientes más destacados de su carrera incluyen una gira de tres semanas por Asia con DSO; giras por los Estados Unidos y Europa con ONL; un festival de Mozart de invierno en Detroit y compromisos con la Orquesta Sinfónica de San Luis, Orquesta Sinfónica del WDR en Colonia, Orquesta Verdi en Milán y Orquesta del Teatro San Carlo en Nápoles. Además, actuó como presidente del jurado y director del Concurso Internacional de Piano Van Cliburn 2017.
Slatkin ha recibido 6 premios Grammy y 33 nominaciones. Sus grabaciones recientes incluyen obras de Saint-Saëns, Ravel y Berlioz (con ONL) y música de Copland, Rachmaninov, Borzova, McTee y John Williams (con DSO). Además, ha grabado las sinfonías completas de Brahms, Beethoven y Tchaikovsky con DSO.
Galardonado con la prestigiosa Medalla Nacional de las Artes, Slatkin también tiene el rango de Chevalier en la Legión de Honor francesa. Ha recibido la Condecoración de Honor en Plata de Austria, el Premio Gold Baton de la League of American Orchestras y el Premio de Reconocimiento Especial ASCAP 2013 Deems Taylor por su libro debut, Conducting Business.
Slatkin ha dirigido prácticamente todas las orquestas principales en el mundo. Como director musical, ha ocupado diversos puestos en Nueva Orleans, San Luis, Washington DC, Londres (con BBCSO) y Lyon. También ha sido director invitado principal en Pittsburgh, Los Ángeles, Minneapolis y Cleveland.
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I. Allegro
II. Adagio
III. Allegro assai
Jonathan Mamora, piano
II
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*Primera vez por la BOS
Dur: 100’ (aprox.)
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