Conciertos

BOS 12
Abono de Iniciación
100 años Piazzolla
Sarah Ioannides, directora
Claudio Constantini, bandoneón
AARON COPLAND (1900 – 1990)
Appalachian Spring, Suite (Orq. 1945)
ASTOR PIAZZOLLA (1921 – 1992)
Aconcagua, Concierto para bandoneón, orquesta de cuerda y percusión
I. Allegro marcato
II. Moderato
III. Presto
Claudio Constantini, bandoneón
HEITOR VILLA-LOBOS (1887 – 1959)
Sinfonietta nº 1 en Si bemol Mayor “A memória de Mozart”*
I. Allegro justo
II. Andante non troppo
III. Andantino
* Primera vez por la BOS
Dur: 75’ (aprox.)
FECHAS
- 25 de marzo de 2021 Palacio Euskalduna 12:00 h. Comprar Entradas
- 25 de marzo de 2021 Palacio Euskalduna 19:30 h. Comprar Entradas
- 26 de marzo de 2021 Palacio Euskalduna 17:00 h. Comprar Entradas
- 26 de marzo de 2021 Palacio Euskalduna 19:30 h. Comprar Entradas
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Los colores de América
“Nací en una calle de Brooklyn que solo puede calificarse de gris. La música era lo último que nadie asociaba con ella”. Con esta frase daba inicio Aaron Copland (Nueva York,1900 – Nueva York,1990) al esbozo autobiográfico de una vida que -contra todo pronóstico, según sus palabras- transcurrió en la plenitud musical: el neoyorkino fue compositor, pianista, director de orquesta, divulgador y miembro activo de la norteamericana Liga de Compositores.
Pero Copland fue, además, uno de los primeros creadores que se empeñó en mostrar al mundo los colores de la música estadounidense y de este empeño y del encargo de la coreógrafa Martha Graham surgió Primavera apalache, un ballet puesto en marcha con fondos de la Fundación Coolidge presidida por Elizabeth Sprague Coolidge y estrenado en 1944 en la Biblioteca del Congreso de Estados Unidos en Washington DC, con la propia Martha Graham como bailarina principal y un conjunto de cámara de trece instrumentistas. En 1945 Copland recogió los números esenciales en una suite instrumental y en 1954 amplió la orquestación.
La acción transcurre en una granja de colonos y es un canto a la conquista y el dominio de un territorio que acabaría siendo Estados Unidos. Sin duda, la elección de Martha Graham sobre quién escribiría la música no podía haber sido más acertada: Copland era un legítimo representante del sueño norteamericano en su versión musical. Hijo de un inmigrante lituano de ascendencia ruso-hebrea, aprendió a tocar el piano con su hermana mayor y a los quince años decidió que sería compositor. Para ello inició sus estudios de armonía a través de un curso por correspondencia y, tras unas clases más sustanciales, decidió cruzar el Atlántico para formarse en aquel fascinante París de principios del siglo XX, con la irrepetible Nadia Boulanger. Su tesón y su talento lograron el éxito.
Este canto a la espléndida primavera en los montes Apalaches nos regala pasajes épicos y líricos, folklóricos y humorísticos, ligeros y suntuosos y la belleza de sus ideas y la calidad de su factura, se unen al significado que para los norteamericanos tenía la consecución de una identidad nacional. Sobre todo, tras la grave crisis de los años treinta: la Gran Depresión. El argumento del ballet es sencillo pero rotundo: el esfuerzo de los pioneros, su audacia y su tesón en el dominio de una Naturaleza salvaje y extraordinaria, fuente de inspiración de sonoridades, imágenes y sentimientos. Eso es lo que Copland quiso reflejar en la partitura. Con sus cualidades de divulgador sumadas a sus dotes para la escritura, perfiló motivos melódicos, células rítmicas, efectos orquestales y diseños armónicos que la mayoría norteamericana pudiera reconocer y disfrutar: “Una verdadera cultura musical nunca estuvo ni jamás puede estar basada exclusivamente en la importación de artistas y música extranjera y el arte de la música en América siempre será, en esencia, un museo hasta que podamos desarrollar una escuela de compositores que sepan hablar directamente al público americano en un idioma musical que exprese plenamente las reacciones más profundas de la conciencia americana ante la escena americana”.
Como consecuencia del enlace entre talento e intención, Aaron Copland concibió una obra hermosa y recibió el premio Pulitzer -todo un reconocimiento patriótico- en 1945.
Astor Piazzolla (Mar del Plata, 1921 – Buenos Aires 1992) defendía que “el tango es un arte musical que debe evolucionar y no un folclor ridículo para distraer a los turistas". Bandoneonista y compositor, el argentino dejó un buen rastro de colores ásperos, profundos y conmovedores procedentes de las alianzas tímbricas y de su musa, nostálgica y sincopada.
Piazzolla pasó gran parte de su niñez en Nueva York, ciudad que le marcó en sus vivencias y en su música, incluso por el hecho de conocer en Manhattan a su admirado Carlos Gardel. Y, como tantos músicos americanos de aquellos años, fue en peregrinación a París para estudiar con Nadia Boulanger. Ella le enseñó a creer en su valor como músico, mientras que los ortodoxos del tango, los de la “guardia vieja”, le acusaron de haberlo asesinado. Por su parte, los compositores europeos más vanguardistas le echaban en cara el haberse vendido al público, a los oídos que se recrean en las melodías. El compositor argumentaba que lo que hacía era “música contemporánea de Buenos Aires”.
El apelativo Aconcagua fue dado al Concierto para bandoneón, orquesta de cuerdas y percusión de Piazzolla tras la muerte del compositor, en honor a esta imponente cumbre, la más alta de América, que sobresale en la poderosa espina dorsal de los Andes por la parte que atraviesa la provincia de Mendoza, en el oeste de Argentina. Al parecer, a su amigo el productor Aldo Pagani le pareció que la envergadura del concierto merecía un título de resonancias épicas que, a la vez, lo introdujera en el círculo de los clásicos. Por este motivo, retomó la costumbre de bautizar determinadas composiciones como antaño se hacía con los “grandes”. O tal vez pensó que el concierto era la culminación de una carrera… Desde luego, es una obra enérgica que combina la fuerza con la nostalgia, muy en la línea de Piazzolla. Organizado en tres movimientos, tiene como base métrica la milonga, con sus connotaciones camperas y románticas, y el tango, que nos hace fluctuar entre la euforia y la añoranza. El Allegro marcatto abre el telón, extremadamente articulado y expresivo, cediendo a ratos su fortaleza ante un rubato melancólico. En el Moderato la música se hace sugestiva, basculando entre lo onírico y lo sentimental, jugando con las flexiones del tempo y dejándose envolver por la suntuosidad de la instrumentación, hasta que el Presto retoma el vigor de los acentos marcados y nos conduce a un rotundo final, grande y poderoso, como el pico que le presta su nombre. Estrenada en 1979 con el compositor en el papel de solista, fue la última obra que Piazzolla grabó antes de morir.
Heitor Villa-Lobos (Río de Janeiro, 1887 – Río de Janeiro 1959) vino al mundo en una ciudad llena de colores y vitalidad. Entró en contacto con la música desde niño ya que su padre -profesor, funcionario de la Biblioteca Nacional y autor de diversas publicaciones sobre Historia y Cosmografía- era muy aficionado a la música y disfrutaba practicándola de manera excelente. Su madre y su tía eran talentosas pianistas y su abuelo organizaba veladas musicales familiares cada sábado en su casa. En este contexto, Villa-Lobos aprendió a tocar el violoncello, el clarinete y el piano.
Con dieciocho años emprendió su primer viaje por distintos estados de Brasil para recopilar canciones populares y conocer de primera mano el folklore indígena. En su interés por la música popular aprendió a tocar la guitarra brasileña –violão- e ideó un sistema taquigráfico-musical para recopilar todas las tonadas que iba recogiendo.
Fundamentalmente autodidacta en sus inicios, más tarde se trasladó a París donde tomó contacto con el movimiento musical moderno. A su regreso de Europa asumió la dirección de la vida musical en Brasil, para lo que contó con apoyo gubernamental. Puso gran empeño en la “enseñanza social popular de la música” a través de la organización de grandes coros infantiles y juveniles y agrupaciones instrumentales: “Compongo en el estilo popular. Utilizo los temas y modismos a mi propia manera y según mi propio desarrollo. Un artista debe hacer esto. Debe elegir y transmitir el material que le da su pueblo”.
Villa-Lobos fue un músico prolífico y exuberante como el país que lo vio nacer. Dotado de una gran energía creadora y vital, su producción diversa y variopinta -a falta de autocrítica, editaba todo lo que componía- se nutre de un lenguaje directo y vivo, en permanente búsqueda y experimentación sonora. Esto y su entusiasmo por ampliar la paleta de colores tímbricos, le llevó a utilizar en sus obras de cámara y orquestales una extraordinaria variedad de instrumentos y a combinarlos de maneras no siempre convencionales.
Sus pasiones musicales se dividían entre la tradición clásica y el folklore de Brasil, que tanto exploró en sus viajes sonoros y aventureros. Ambos están cosidos en su Sinfonietta no 1 en Si bemol Mayor, que dedicó “a la memoria de Mozart". La partitura fue compuesta en 1916 y únicamente los dos primeros movimientos fueron estrenados en São Paulo en 1922, por la orquesta de la Sociedade de Concertos Sinfônicos dirigida por Villa-Lobos. En ella aplica las técnicas de composición de la tradición occidental a varios diseños rítmicos y melódicos del patrimonio brasileiro, produciendo un atractivo híbrido. Destaca un tema inspirado por Mozart que “sugiere delicada y sutilmente la elegancia de la aristocracia europea del siglo XVIII” y otro que “es violento, profundo y misterioso y manifiesta las características del genio alemán”. Villa-Lobos quiso, a partir de este enlace entre lenguajes de tradición clásica y popular, “describir el conflicto entre culturas representado, de un lado, por los prejuicios escolásticos y las reglas y, del otro, por el temperamento libre del artista espontáneo, independiente de cualquier teoría”.
Disfruten del deslumbrante colorido que irradia la música americana.
Mercedes Albaina
Claudio Constantini.
Bandoneón
Claudio Constantini explora las conexiones de diferentes géneros con la cultura popular y entre sí. Pianista, bandoneonista y compositor, mantiene una polifacética carrera que ha desarrollado a través de los cinco continentes. Nacido en Lima dentro de una familia de músicos, su original estilo se define por sus sólidas raíces clásicas, aliadas con una profunda pasión por algunos géneros musicales populares, entre los cuales la música Latinoamericana y la improvisación son fundamentales.
En 2021 celebrará el centenario del nacimiento de Astor Piazzolla tocando con la Orquesta Sinfónica de la WDR de Colonia bajo la dirección de Alondra de la Parra, además de otras apariciones destacadas junto a la Orquesta Sinfónica de Bilbao y la Joven Orquesta de Andalucía.
Ha realizado un total de siete producciones discográficas bajo su nombre, todos con gran proyección y estupenda crítica a nivel internacional. Su disco “America” le trajo una nominación al Grammy Latino en 2019.
Con su último disco, ‘20th Century Tango’, realiza junto a la pianista y virtuosa Louiza Hamadi una decidida incursión en el género del tango de concierto a través de compositores clave europeos y argentinos como Piazzolla, Stravinsky, Mores, Ravel, Salgán, Albéniz, Saluzzi, Satie, Weill o Schnittke.
Sarah Ioannides.
Directora
Descrita por el New York Times como una directora con “fuerza y autoridad indiscutibles” y como una directora con “magia”, Sarah Ioannides celebra su sexta temporada como directora musical de la Symphony Tacoma. Anteriormente directora musical de la Orquesta Filarmónica de Spartanburg y de la Sinfónica de El Paso, Ioannides ha sido reconocida como una de las directoras más creativas e inspiradoras de su generación.
Con compromisos como directora invitada en los cinco continentes, ha dirigido orquestas como la Cincinnati Symphony, Royal Philharmonic Orchestra, Orchestre Nationale de Lyon, Los Angeles Philharmonic, Tonkünstler, Daejeon Philharmonic, South African National Youth Orchestra, New World Symphony y Simon Bolivar Youth Orchestra.
Nacida en Australia y criada en Gran Bretaña, Ioannides comenzó su carrera como violinista en la National Youth Orchestra del Reino Unido. Se graduó en la Universidad de Oxford y en la Juilliard School of Music. Completó su formación en los EE. UU. Otto-Werner Mueller gracias a una beca Fulbright en el Curtis Institute of Music.
Directora Artística y fundadora de Cascade Conducting, recientemente ha pasado a formar parte como directora del profesorado del programa de verano para jóvenes artistas del The Curtis Institute of Music. Requerida en todo el mundo como jurado, tertuliana, oradora y educadora, ha colaborado como NEA panelist para el gobierno de los EE. UU.
Agenda de eventos
Eventos relacionados

Beethoven y el Doctor Atomic
Lugar: Palacio Euskalduna
John Adams revitalizó la ópera, devolviendo a la escena las noticias que habían sido historia reciente en las portadas de los periódicos. Doctor Atomic recrea el clima de tensión que rodeó a los primeros ensayos de la bomba atómica, y se adelantó a la hora de elevar a Oppenheimer a la altura de héroe trágico. Su música tuvo tal potencia que Adams creó una sinfonía sobre ella, a la que sucede en el programa el luminoso concierto de violín de Beethoven, una música sanadora en las manos del estupendo Khachatryan.
Joana Carneiro, directora
Sergey Khachatryan, violín
I
SAMUEL BARBER (1910 – 1981)
Adagio para cuerdas
JOHN ADAMS (1947)
Doctor Atomic Symphony*
The Laboratory – Panic – Trinity
II
LUDWIG VAN BEETHOVEN (1770 – 1827)
Concierto para violín y orquesta en Re Mayor Op. 61
I. Allegro ma non troppo
II. Larghetto. Attacca:
III. Rondo. Allegro
Sergey Khachatryan, violín
*Primera vez por la BOS
Dur: 110’ (aprox.)

Mozart, Mendelssohn y Suzuki
Lugar: Palacio Euskalduna
Regresa Masaaki Suzuki con un programa a su medida. Comienza con una sinfonía de increíble madurez para un Mozart de solo 17 años, continúa con su música vocal con protagonismo para Jone Martínez, cuya voz enamoró a Suzuki en su primera visita, y finaliza con la hermosa sinfonía con la que Mendelssohn celebró la reforma luterana, y que contiene el solemne Amen de Dresde que utilizará más tarde Wagner en Parsifal.
W.A. Mozart: Sinfonía nº 25 en sol menor K. 183
W.A. Mozart: Selección de Arias de concierto
F. Mendelssohn: Sinfonía nº 5 en Re Mayor Op. 107 “de la Reforma”
Jone Martínez, soprano
Masaaki Suzuki, director

Penderecki y la Cuarta de Brahms
Lugar: Palacio Euskalduna
Penderecki fue un compositor de vanguardia, pero siempre estuvo atento a las formas del pasado. Inspirándose en ellas creó su Concerto grosso para tres violonchelos, una obra que se ha incorporado con éxito al repertorio del instrumento. Por su parte el joven Eduardo Strausser nos propone la Cuarta de Brahms, una obra maestra que también mira al barroco (la imponente passacaglia) y que corta la respiración con el motivo suspirante con el que arranca, el bellísimo solo de flauta que anticipa el final, u otros tantos que ustedes elijan.
W. Kilar: Orawa
K. Penderecki: Concerto grosso para tres violonchelos y orquesta
J. Brahms: Sinfonía nº 4 en mi menor Op. 98
Michał Dmochowski, violonchelo
Orfilia Saiz, violonchelo
Adam Klocek, violonchelo
Eduardo Strausser, director

Nobu y la Sinfonía fantástica
Lugar: Palacio Euskalduna
El arquetipo del artista romántico es la idea sobre la que gira obsesivamente la Sinfonía fantástica de Berlioz, una obra que fue definida por Bernstein como el primer ejemplo de música psicodélica de la historia, y con la que cerramos nuestro ciclo de Mitos. El otro gran atractivo del programa será el regreso del pianista japonés Nobu, después de su inolvidable primera visita. Esta vez con el Concierto en Sol de Ravel, en el 150 aniversario del compositor.
M. Ravel: Pavane pour une infante défunte
M. Ravel: Concierto para piano y orquesta en Sol Mayor
H. Berlioz: Sinfonía Fantástica Op. 14
Nobuyuki Tsujii, piano
Tatsuya Shimono, director