Conciertos

BOS 9


Palacio Euskalduna.   19:30 h.

  • Aragón: La flor más grande del mundo (Mosaico de sonidos) (20’)
  • Strauss: Concierto para oboe y orquesta en Re mayor, op. 144 (25’)
  • Shostakovich: Sinfonía nº 6, op. 54 (30’)

 Lucas Macías, oboe
Carlos Miguel Prieto, director

I

EMILIO ARAGÓN
(1959 – )
La flor más grande del mundo

Participantes: Eduardo Cortés, José Ramón Sánchez, Borja Aguirregoitia, Miriam Puertas, Sara Isabel Montes, Mikel Martija, Milagros Durana, Lorena Santaeufemia, Adrán Mesa, Mikel Reyes, José Félix Mongil, Luis Francisco Saracho, Igor Porset, Leticia San Emeterio, Maider Pérez, Irantzu Larrabe colaboradora), Iosune Uriarte colaboradora.

Coordinación: Marion Desjacques y Narciso Gómez

RICHARD STRAUSS
(1864-1949)
Concierto para Oboe y orquesta en Re Mayor TrV 292

I. Allegro moderato
II. Andante
III. Vivace

Lucas Macías, oboe

II

DMITRI SHOSTAKOVICH
(1906 – 1975)
Sinfonía nº 6 en si menor Op. 54

I. Largo
II. Allegro
III. Presto

Primera vez por la BOS

Jueves 9 y viernes 10 de febrero de 2017. 19:30 horas
Palacio Euskalduna (Bilbao) Auditórium

La Flor más grande del mundo

José Saramago

Las historias para niños deben escribirse con palabras muy sencillas, porque los niños, como son pequeños, saben pocas palabras y no las quieren muy complicadas. Me gustaría saber escribir esas historias, pero nunca he sido capaz de aprender, y eso me da mucha pena. Porque, además de saber elegir las palabras, es necesario tener habilidad para contar de una manera muy clara y muy explicada, y una paciencia muy grande. A mí me falta por lo menos la paciencia, por lo que pido perdón. Si yo tuviera esas cualidades, podría contar con todo detalle una historia preciosa que un día me inventé, y que, así como vais a escucharla, no es más que un resumen que se dice en dos palabras… Se me tendrá que perdonar la vanidad de haber pensado que mi historia era la más bonita de todas las que se han escrito desde los tiempos de los cuentos de hadas y princesas encantadas… ¡Hace ya tanto tiempo de eso!

En el cuento que quise escribir, pero que no escribí, hay una aldea. (Ahora comienzan a aparecer algunas palabras difíciles, pero quien no las sepa, que consulte en un diccionario o que le pregunte al profesor.) Que no se preocupen los que no conciben relatos fuera de las ciudades, ni siquiera las infantiles: a mi niño héroe sus aventuras le esperan fuera del tranquilo lugar donde viven los padres, supongo que también una hermana, tal vez algún abuelo, y una parentela confusa de la que no hay noticia.

Nada más empezar la primera página, sale el niño por el fondo del huerto y, de árbol en árbol, como un jilguero, baja hasta el río y luego sigue su curso, entretenido en aquel perezoso juego que el tiempo alto, ancho y profundo de la infancia a todos nos ha permitido…

Hasta que de pronto llegó al límite del campo que se atrevía a recorrer solo. Desde allí en adelante comenzaba el planeta Marte, efecto literario del que el niño no tiene responsabilidad, pero que la libertad del autor considera conveniente para redondear la frase. Desde allí en adelante, para nuestro niño, hay sólo una pregunta sin literatura: “¿Voy o no voy?” Y fue.

El río se desviaba mucho, se apartaba, y del río ya estaba un poco harto porque desde que nació siempre lo estaba viendo. Decidió entonces cortar campo a través, entre extensos olivares, unas veces caminando junto a misteriosos setos vivos cubiertos de campanillas blancas, y otras adentrándose en bosques de altos fresnos donde había claros tranquilos sin rastro de personas o animales, y alrededor un silencio que zumbaba, y también un calor vegetal, un olor de tallo fresco sangrado como una vena blanca y verde. ¡Oh, qué feliz iba el niño! Anduvo, anduvo, hasta que los árboles empezaron a escasear y era ya un erial, una tierra de rastrojos bajos y secos, y en medio una inhóspita colina redonda como una taza boca abajo.

Se tomó el niño el trabajo de subir la ladera, y cuando llegó a la cima, ¿qué vio? Ni la suerte ni la muerte, ni las tablas del destino… Era sólo una flor. Pero tan decaída, tan marchita, que el niño se le acercó, pese al cansancio. Y como este niño es especial, como es un niño de cuento, pensó que tenía que salvar la flor. Pero ¿qué hacemos con el agua? Allí, en lo alto, ni una gota. Abajo, sólo en el río, y ¡estaba tan lejos!…

No importa.

Baja el niño la montaña,

atraviesa el mundo todo,

llega al gran río Nilo,

en el hueco de las manos recoge,

cuanta agua le cabe.

Vuelve a atravesar el mundo,

por la pendiente se arrastra,

tres gotas que llegaron,

se las bebió la flor sedienta.

Veinte veces de aquí allí,

cien mil viajes a la Luna,

la sangre en los pies descalzos,

pero la flor erguida

ya daba perfume al aire,

y como si fuese un roble

ponía sombra en el suelo.

El niño se durmió debajo de la flor. Pasaron horas, y los padres, como suele suceder en estos casos, comenzaron a sentirse muy angustiados. Salió toda la familia y los vecinos a la búsqueda del niño perdido. Y no lo encontraron.

Lo recorrieron todo, desatados en lágrimas, y era casi la puesta de sol cuando levantaron los ojos y vieron a lo lejos una flor enorme que nadie recordaba que estuviera allí. Fueron todos corriendo, subieron la colina y se encontraron con el niño que dormía. Sobre él, resguardándolo del fresco de la tarde, se extendía un gran pétalo perfumado, con todos los colores del arco iris.

A este niño lo llevaron a casa, rodeado de todo el respeto, como obra de milagro.

Cuando luego pasaba por las calles, las personas decían que había salido de casa para hacer una cosa que era mucho mayor que su tamaño y que todos los tamaños.

Y ésa es la moraleja de la historia.

Éste era el cuento que yo quería contar. Me da mucha pena no saber narrar historias para niños. Pero por lo menos ya conocéis cómo sería el argumento, y podréis explicarla de otra manera, con palabras más sencillas que las mías, y tal vez más adelante acabéis sabiendo escribir historias para niños…

¿Quién me dice que un día no leeré otra vez esta historia, escrita por ti que me lees, pero mucho más bonita?…

¿Y si las historias para niños fueran de lectura obligatoria para los adultos? ¿Seríamos realmente capaces de aprender lo que desde hace tanto tiempo venimos enseñando?

 

La Música que florece

Después de sembrar con ilusión y regar con perseverancia una pequeña semilla sonora, el final de un ciclo de vida musical verá hoy la luz, encarnándose en una flor. Más aún: un ramillete de colores tímbricos enriquecerá esta tarde la orquesta y a quienes disfrutamos con la música. Se trata de La flor más grande del mundo, bajo cuyo cobijo y envuelto por su fragancia duerme el niño del cuento de Saramago, que ha llegado hasta ella atravesando extensos olivares, bosques de altos fresnos y claros tranquilos rodeados de “un silencio que zumbaba”. El título de la composición que abre la velada, está tomado de un breve relato infantil que el nobel portugués escribió en 2001 y en el cual se inspiró Emilio Aragón (La Habana, 1959) para componer esta partitura orquestal en un único movimiento.

El chiquillo del cuento cuida la flor marchita con cariño y tenacidad, el mismo que han puesto los diecisiete instrumentistas que se suman, en esta feliz reunión sonora, a la plantilla de la BOS. La composición brota radiante de un proyecto, Mosaico de Sonidos, en el que las pequeñas teselas que aportan estos músicos de APDEMA, APNABI, GORABIDE y URIBE COSTA, desde el piano, la guitarra, el saxofón, la flauta, la txalaparta o la pequeña percusión, son la evidencia del poder de la música en la comunión de las personas. La idea, de sugerente nombre, surge a iniciativa de la Asociación Española de Orquestas Sinfónicas, Plena Inclusión y la Fundación BBVA. Su objetivo principal es la integración social a través de la música, pero también consiguen otro resultado: alimentar y hacer más bella la composición de partida, una amable y hermosa banda sonora para un cuento sencillo, pero de gran valor convivencial, como el propio proyecto al que sirve. Y ello, gracias al esmero en el trabajo de algunos instrumentistas de la orquesta, que han ayudado a concebir y articular un buen puñado de microcomposiciones, perfectamente ensambladas en la pieza de partida. Todas ellas iluminan la flor de Aragón con múltiples detalles de color, en un espléndido mosaico sonoro.

Saramago dice al final de su cuento: “¿Quién me dice que un día no leeré otra vez esta historia, escrita por ti que me lees, pero mucho más bonita?”. Algo parecido hacemos hoy aquí: escuchar esta música escrita para orquesta y recreada por una orquesta distinta y, sin duda, muy hermosa.

Otro fue el origen de la floración del Concierto para oboe y orquesta en Re Mayor de Richard Strauss (Munich, 1864 – Garmisch-Baviera, 1949). En un ambiente plagado aún de tensión bélica y en un territorio ocupado por soldados norteamericanos, estaba pasando el compositor el final de la Segunda Guerra Mundial cuando, a finales de abril de 1945, un escuadrón militar llamó a la puerta de su magnífica villa, con el fin de requisarla. El músico lo recibió presentándose como “el compositor de El caballero de la rosa y Salomé”. El azar quiso que encabezara el grupo un comandante melómano, que se sintió afortunado al conocer a uno de los compositores más divulgados de la primera mitad del siglo XX y consintió en permitirle conservar la propiedad. La noticia se extendió y algunos soldados músicos le visitaron con interés y curiosidad. Entre ellos, el joven John de Lancie -que antes de la guerra había sido primer oboe de la Orquesta Sinfónica de Pittsburg-, le preguntó si no había sentido nunca interés en escribir un concierto para oboe. Strauss contestó negativamente y sin aparente duda en su posición. Sin embargo, solo unos meses más tarde (el 26 de febrero de 1946), De Lancie fue invitado al estreno del concierto en Zurich, con Marcel Saillet como solista junto a la Orquesta Tonhalle, dirigidos todos por Volkmar Andrae. Strauss quiso expresamente que él estrenase su concierto en Estados Unidos, pero esto no pudo ser debido a la oposición rotunda del primer oboe de la Orquesta de Filadelfia, en la que De Lancie había retomado su carrera tras la contienda. En cualquier caso, De Lancie interpretó finalmente el concierto a finales de los sesenta y lo grabó en los ochenta.

Richard Strauss era hijo de un virtuoso instrumentista de trompa que formaba parte de la orquesta de la corte de Baviera en la que fue coronado, el mismo año en que nació el compositor, un jovencísimo y patológico Luis II (magnífica y perturbadoramente retratado por Visconti en Luis II de Baviera, el rey loco). Fue musicalmente educado en la corriente antiwagneriana que profesaba su padre y bajo las consignas del clasicismo. Sin embargo, a la temprana edad de veintiún años, se lanzó en busca de un tipo de expresión que se adaptara a su temperamento y encontró su camino en el terreno de la música programática, con el objetivo de “desarrollar lo poético, lo expresivo que hay en la música”. Su intensidad en la descripción sonora, preludiaba el expresionismo que tan hondo habría de calar en el lenguaje musical alemán, años después. Sin embargo, tras escandalizar a los conservadores y jugar el papel de enfant terrible de la música -que tanto le gustaba-, en 1911 había abandonado ya el primer plano de la modernidad musical, para no volver jamás a él. En este retorno al “neoclasicismo”, se enmarca el Concierto para oboe que hoy disfrutamos concebido -a la manera tradicional-, como un divertimento y organizado en tres movimientos, planteados sin interrupción. Supone una aleación casi perfecta entre la intención clásica de agradar y los recursos del lenguaje del siglo XX. Ya en el primer movimiento, Allegro moderato, el tratamiento casi camerístico de los elementos sonoros y la transparencia en la textura, permiten disfrutar en la voz del solista -pero también en las de otros como la viola o el clarinete-, de un tema encabezado por una nota larga seguida de varias breves, algo muy característico en Strauss en sus últimos trabajos. La sencillez en el planteamiento y la notable belleza de la melodía que destaca en el Andante, contribuyen a las grandes dosis de refinamiento con las que está concebido el concierto. Una cadencia sirve de enlace con el Vivace-Allegro final en el que, una vez más, el tejido orquestal se articula de tal manera que la participación de todos es posible, en un milagro de equilibrio sonoro entre protagonista y acompañantes.

También la Sexta de Dmitri Shostakovich (San Petersburgo, 1906-Moscú, 1975) está impregnada por el aliento sombrío de la guerra –en este caso, en su siniestro inicio. Estrenada en noviembre de 1939 por la Orquesta Filarmónica de Leningrado bajo la dirección de Evgeny Mravinsky, a quien está dedicada, la Sinfonía nº 6 en si menor, Op 54 presenta una disposición inusual de sus tres movimientos, comenzando con un Largo de aliento poético, que oscila entre lo meditativo y lo irreal y que, en su lento fluir, se sumerge en pasajes de oscura introspección. Antes de su estreno, Shostakovich anunció que en la obra predominaría “un carácter contemplativo y lírico”. Pero el compositor también manifestó su intención de “transmitir una atmósfera de alegría fresca y juvenil” y ciertamente lo logra en el Allegro siguiente, un scherzo pleno de virtuosismo orquestal y con una enorme riqueza de detalle en los timbres, que van de lo exultante a lo delicado, en un despliegue de color muy propio de Shostakovich. Y como cima de esta progresión hacia el destello sonoro y el desenfado, se presenta el Presto final que, con aire de galop mundano y espíritu ligero, nos asoma al mundo del music hall –casi imposible en ese momento-, que tanto gustaba a Shostakovich por la distensión que suponía hacia un humor socarrón, muy necesario entonces. En un pase privado de la sinfonía ante unos pocos compositores amigos, Shostakovich exclamó: “¡es la primera vez que consigo un Finale tan satisfactorio! Creo que ni los críticos más severos encontrarán una falta en él”.

Sin duda, lo profundo y lo frívolo florecen en esta sinfonía en buena comunión. En este sentido, el musicólogo Boris Schwarz afirmaba que: “Bach y Offenbach siempre han convivido en la música de Shostakovich, pero nunca como en la Sexta sinfonía”.

Gracias al talento de estos compositores y a la ilusión de los intérpretes invitados, el universo orquestal luce hoy radiante. Repleto de flores. Disfruten.

Mercedes Albaina

 

LUCAS MACÍAS – Oboe

Ha sido solista de la Royal Concertgebouw Orchestra, la Orquesta del Festival de Lucerne y oboe principal de la Orchestra Mozart de Bologna.

Nació en Valverde del Camino (Huelva). Estudió en el Conservatorio de Zúrich, en la Hochschule für Musik de Freiburg con H. Holliger, en la Karajan Akademie de la Filarmónica de Berlín y en el Conservatorio de Ginebra con M.Bourgue.

 

Finalizó sus estudios de dirección de orquesta con Mark Stringer en la Universidad de la Música y las Artes de Viena. Recientemente ha sido nombrado Director Asistente de la Orchestre de París para la temporada 2016/17.

Ha dirigido en el Teatro Colón de Buenos Aires a la Orquesta Académica del ISA, l’Orchestre de Chambre de Geneve, la Real Filharmonía de Galicia y la Camerata RCO, entre otras.

Como solista ha colaborado junto a la Orquesta Sinfónica de la Radio de Frankfurt, Royal Concertgebouw Orchestra, Orchestra Mozart, Chamber Orquestra of Europe, Mahler Chamber Orchestra… dirigido por C.Abbado, B.Haitink, M.Jansons, S.Ozawa, P.Boulez, C.Dutoit, L.Hager y T.Hengelbrock.

Ha actuado en las principales salas y festivales de ámbito internacional como el Festival de Lucerne, Festival de la Cite Lausanne, Berliner Festwochen, Festival de Davos, Bologna Festival, MozartFest Wurzburg, Sociedad Filarmónica de Bilbao y Festival Musika-Música.

En el ámbito camerístico ha colaborado con Isabelle Faust, Radu Lupu, Sabine Meyer, Ton Koopman, Jacques Zoon y Reinhold Friedrich, entre otros.

Es profesor en la Hochschule für Musik de Freiburg.

CARLOS MIGUEL PRIETO – Director

Carlos Miguel Prieto es director titular de las orquestas Sinfónica Nacional de México, Sinfónica de Louisiana y Sinfónica de Minería. Fue Director Asociado de la Houston Symhpony Orchestra.

Ha sido invitado a dirigir importantes orquestas como la New York Philharmonic, Boston Symphony Orchestra, Chicago Symphony, London Royal Philharmonic, Orquesta Sinfónica de Xalapa y las orquestas de Indianapolis, San Antonio, Florida y Nashville, entre otras.

Entre sus recientes y futuros compromisos se incluyen conciertos con la Sinfónica de Cleveland, Houston, Royal Liverpool Philharmonic, NDR Radio Philharmonie Hannover (Rheingan Festival), Radio de Frankfurt (en la Alte Oper), Royal Scottish National, BBC Scottish Symphony, Bournemouth Symphony, Orquestra Sinfônica do Estado de São Paulo así como las principales orquestas españolas.

Graduado por las universidades de Princeton y Harvard, ha recibido el Premio de la Unión Mexicana de Críticos de Música y la Medalla Mozart al mérito musical, concedida por los gobiernos de México y Austria. Su grabación de obras de Korngold con la Orquesta Sinfónica de Minería, para Naxos, fue nominado a un premio Grammy en 2010.

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CARLOS MIGUEL PRIETO

Director

Carlos Miguel Prieto es director titular de las orquestas Sinfónica Nacional de México, Sinfónica de Louisiana y Sinfónica de Minería. Fue Director Asociado de la Houston Symhpony Orchestra.

Ha sido invitado a dirigir importantes orquestas como la New York Philharmonic, Boston Symphony Orchestra, Chicago Symphony, London Royal Philharmonic, Orquesta Sinfónica de Xalapa y las orquestas de Indianapolis, San Antonio, Florida y Nashville, entre otras.

Entre sus recientes y futuros compromisos se incluyen conciertos con la Sinfónica de Cleveland, Houston, Royal Liverpool Philharmonic, NDR Radio Philharmonie Hannover (Rheingan Festival), Radio de Frankfurt (en la Alte Oper), Royal Scottish National, BBC Scottish Symphony, Bournemouth Symphony, Orquestra Sinfônica do Estado de São Paulo así como las principales orquestas españolas.

Graduado por las universidades de Princeton y Harvard, ha recibido el Premio de la Unión Mexicana de Críticos de Música y la Medalla Mozart al mérito musical, concedida por los gobiernos de México y Austria. Su grabación de obras de Korngold con la Orquesta Sinfónica de Minería, para Naxos, fue nominado a un premio Grammy en 2010.

ABONO 9 / 2016-2017

Comenzamos nuestro noveno programa de la temporada 2016-2017, con la interpretación por primera vez en nuestra historia de La flor más grande del mundo de Emilio Aragón. Esta obra, compuesta en el año 2002 y basada en un cuento de José Saramago, sirve como colofón a nuestra participación en el proyecto Mosaico de Sonidos de la Asociación Española de Orquesta Sinfónicas, Plena inclusión y la Fundación BBVA para integrar a personas con discapacidad intelectual o del desarrollo en la actividad real de una orquesta y que se ha venido desarrollando a lo largo de este pasado año. Emplearemos para su interpretación la edición publicada por Tritó Edicions (http://www.trito.es).

A continuación podremos escuchar el Concierto para Oboe en Re Mayor TrV 292 de Richard Strauss. Hemos interpretado este concierto tan sólo en una ocasión y en el marco de los Conciertos de Becarios de la Diputación Foral de Bizkaia celebrado el 30 de abril de 1998 bajo la dirección de Juanjo Mena y con la oboísta Esther Viudez en el Teatro Ayala. Para su interpretación emplearemos el material editado por Boosey & Hawkes (https://www.boosey.com).

En la segunda parte podremos escuchar la Sinfonía nº 6 en si menor Op. 54 de Dmitri Shostakovich. Estrenada por la Orquesta Filarmónica de Leningrado bajo la dirección de Evgeni Mravinsky el 21 de noviembre de 1939, tuvimos que esperar hasta los días 25 y 26 de febrero de 1999 para escucharla por primera vez en nuestra temporada bajo la dirección de Jerzy Semkow en el Teatro Ayala. Desde entonces la hemos escuchado tan sólo en una ocasión más los días 6 y 7 de mayo de 2010 bajo la dirección de Günter Neuhold en el Palacio Euskalduna. Emplearemos para su interpretación la edición distribuida por la editorial Hans Sikorski GmbH & Co (https://www.sikorski.de).

A continuación les recomendamos una serie de grabaciones comerciales de las obras de nuestro programa. Todas ellas pueden escucharse a través de Spotify siguiendo los enlaces señalados:

E. Aragón: La flor más grande del mundo

Alejandro Sanz – Emilio Aragón – Orquesta Sinfónica de Tenerife
Release date: 27/07/2015
Label: Caribe Music

R. Strauss: Concierto para Oboe en Re Mayor

Stefan Schilli – Mariss Jansons – Symphonieorchester des Bayerischen Rundfunks
Release date: 29/09/2009
Label: Oehms

D. Shostakovich: Sinfonía nº 6 en si menor Op. 54

Carlos Miguel Prieto – YOA Orchestra of the Americas
Release date: 01/01/2009
Label: iTinerant Classics

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Abono:

XX Century Classics


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