Conciertos
Concierto de Navidad
Charla preconcierto
21/12/2023 • 18:00 • Euskalduna. Sala 5H Terraza
Daniele Squeo, director
Katharina Ruckgaber, soprano
Sociedad Coral de Bilbao – Bilboko Koral Elkartea (Enrique Azurza, Director)
I
GERMAINE TAILLEFERRE (1892 – 1983)
Petite suite*
I. Prélude
II. Sicilienne
III. Les filles de la Rochelle
NINO ROTA (1911 – 1979)
La Strada, Suite del Ballet
I. La fiesta y la llegada de Zampanó [Nozze in campagna. «É arrivato Zampanò»]
II. La aparición del loco [I tre suonatori e il «Matto» sul filo]
III. El circo, los malabaristas y el violín loco [Il circo (Il numero di Zampanò – I giocolieri – Il violino del «Matto»)]
IV. La ira de Zampanó [La rabbia di Zampanò]
V. La muerte del loco a manos de Zampanó y el dolor de Gelsomina [Zampanò uccide il «Matto». Gelsomina impazzisce di dolore]
VI. El último espectáculo y la despedida de Gelsomina [L’ultimo spettacolo sulla neve. «Addio Gelsomina»]
VII. La soledad y el llanto de Zampanó [Solitudine e pianto di Zampanò]
II
OTTORINO RESPIGHI (1879 – 1936)
Le Fontane di Roma, Poema sinfónico para orquesta
La fontana di Valle Giulia all’alba
La fontana del Tritone al matino
La fontana di Trevi al meriggio
La fontana di Villa Medici al tramonto
FRANCIS POULENC (1899 – 1963)
Gloria para soprano, coro y orquesta
I. Gloria
II. Laudamus Te
III. Domine Deus
IV. Domine Fili unigenite
V. Domine Deus Agnus Dei
VI. Qui sedes ad dexteram Patris
Katharina Ruckgaber, soprano
Sociedad Coral de Bilbao – Bilboko Koral Elkartea
* Primera vez por la BOS
FECHAS
- 21 de diciembre de 2023 Palacio Euskalduna 19:30 h. Comprar Entradas
- 22 de diciembre de 2023 Palacio Euskalduna 19:30 h. Comprar Entradas
Venta de abonos, a partír del 24 de junio.
Venta de entradas, a partir del 16 de septiembre.
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Lenguajes musicales
Dos nacionalidades y cuatro géneros musicales alientan un programa donde la expresión enlaza con el buen gusto y el deseo de entretener. Francia e Italia son países que han aportado grandes composiciones a la literatura musical y en ambos lugares la música forma parte de la vida cotidiana. Tal vez esto derive del hecho de hablar unas lenguas coloreadas por líneas melódicas peculiares y hermosas y articuladas por una métrica vibrante o sugestiva. Quizá la fonética de estos idiomas dote a quienes los hablan de unos oídos enfocados netamente hacia la música. Esta realidad melómana ha creado un apropiadísimo caldo de cultivo en el que se han alimentado los talentos de varios grandes nombres del universo de la música. Y también de otros que, siendo menos programados, están llenos de inspiración.
El talento temprano de Germaine Tailleferre (Saint-Maur-des Fossés, 1892 – París, 1983) chocó de frente con el rechazo de su padre, que no le permitía una formación profesional. Sin embargo, su vocación inquebrantable y el firme apoyo de su madre lograron que fuera admitida, como “niña prodigio”, en el Conservatorio de París, donde ganó numerosos premios. Con tesón y a escondidas de un progenitor estúpido y también tenaz, Tailleferre llegó a destacar en el piano y en la composición. Sin embargo, su inseguridad como intérprete y la confianza que le dieron los elogiosos cumplidos de Erik Satie – quien, tras escuchar los Jeux de Plein Air de la compositora, la proclamó «su hija musical»-, hicieron que se decantara por la escritura, formando parte de un colectivo que, en los primeros años del siglo XX, llenó de aire fresco las salas de música de un París irrepetible. De hecho, y a pesar de la dificultad de ser mujer compositora en un ámbito fuertemente masculinizado -dificultad redoblada por la ceguera paterna-, Tailleferre fue la única mujer del grupo llamado Les Six.
Compuesta en 1957 para la Radio Televisión Francesa la Petite Suite declara ya en el título la falta de pretensiones de una partitura que, por otra parte, está llena del encanto y la transparencia de los colores pastel. Influenciada por Ravel, con quien había perfeccionado su escritura orquestal, Tailleferre trabajó en esta composición haciendo especial hincapié en la riqueza de las particularidades tímbricas de una paleta que incluye, entre otros, el piano, la celesta y unos cuantos instrumentos de pequeña percusión. Su ilusión era participar en la película “Ascensor para el cadalso” de Louis Malle, quien se lo había pedido de antemano. Peor casualmente -si es que existen las casualidades- pasó por el estudio Miles Davis, quien durante el visionado del montaje empezó a improvisar de ese modo que solo él y los tocados por el genio saben. El enlace entre música e imágenes resultó tan excepcional que fue la música de Davis -y no la de Tailleferre- la que puso la banda sonora a la película, contribuyendo, sin ninguna duda, a su éxito.
En todo caso, esta Petite Suite no es desdeñable y su principal atractivo reside en el tratamiento del colorido tímbrico que crea una atmósfera amable en la que poder disfrutar de las voces de cada instrumento. El Preludio que inicia este collage sonoro se presenta con una sencilla melodía a caballo sobre un ligero y repetido motivo rítmico que va vehiculando la presentación en escena de varios instrumentos. Aquí, la naturalidad de las melodías enlaza con unos timbres seductores. Le sigue una sugestiva y algo misteriosa Siciliana que transmite, en paradoja sonora, una elegante sensación de rusticidad. Al final, la orquesta hace sonar alegremente la canción tradicional “Las chicas de La Rochelle”, de aire aventurero dado el carácter corsario de estas mujeres al borde de la ley que “han armado un barco para comerciar en los mares de Levante”. En fin, una pequeña partitura que recrea un ambiente de encantadora inocencia.
Y esta vez sí. En La strada, el director de cine dio con el compositor adecuado para que la música se pegara a las imágenes de una forma pocas veces lograda. En 1954 Federico Fellini pidió a Nino Rota (Milán, 1911 – Roma, 1979) que escribiera la música que debía acompañar a su película. Ambos habían trabajado juntos ya. De hecho, Rota fue el músico de cabecera de Fellini hasta el fallecimiento del compositor y sus colaboraciones fueron siempre memorables – incluyendo alguna obra maestra-, pero el compositor también dejó su huella en la historia del cine en trabajos para otros directores como la deliciosa El gatopardo de Luchino Visconti, Romeo y Julieta de Franco Zeffirelli o la inolvidable El padrino de Francis Ford Coppola. Y muchas más.
Rota aportó a la película el alto voltaje musical de una banda sonora extraordinaria, como las imágenes a las que va cosida. Federico Fellini eligió bien a los actores: Anthony Quinn en la piel del violento Zampanó y Giulietta
Masina (ya entonces estaban casados) recreando a la leal e inolvidable Gelsomina.
Colmada de detalles, preguntas, ecos y llamadas de atención a nuestros oídos, esta banda sonora reúne tantas ideas melódicas, descubrimientos tímbricos, impactos armónicos y rítmicos, como imágenes turbadoras, entrañables, desoladoras y emotivas -humanas al fin- nos muestra una película que va directa al corazón, dejando en la recámara muchas razones también para reflexionar.
En un instante, Rota nos traslada de un universo lúdico y de fantasía a una realidad dolorosa y fea de la mano de unos motivos musicales que describen y complementan de manera insuperable a unos personajes pintorescos y a menudo grotescos, cargados con el peso de la penuria cotidiana y la obligación de entretener y sacar de sus propias penurias cotidianas a un público que -como ha sucedido desde el inicio de las civilizaciones- acude a los espectáculos. “El arte tiene valor porque nos saca de aquí”, decía Fernando Pessoa.
El hermosísimo y nostálgico “tema de Gelsomina”, que suena en diferentes colores a lo largo de la película -en el violín, en la trompeta, en la orquesta e incluso tarareado por Masina-, es uno de los más hermosos temas que se han escrito para el cine. “Todavía hoy me lleno de melancolía cuando escucho el tema de su trompeta”, admitía Fellini. Su esposa y musa, Giulietta Masina -que falleció unos meses después que su marido- pidió al trompetista Mauro Maur que interpretara el conmovedor solo de trompeta de La Strada en su funeral. Todo un símbolo.
El extraordinario compositor Nino Rota -que había escrito en géneros diversos como conciertos, ballets, música de cámara, música religiosa y óperas- decía esto: “No creo en la diferencia de clase ni de nivel en la música. El término ‘música ligera’ se refiere solo a la ligereza de quien la escucha, no de quien la ha escrito.”
Otro italiano, Ottorino Respighi (Bolonia, 1879 – Roma, 1936), había comenzado su carrera en su ciudad natal principalmente como arreglista y compositor de ópera. Uno más en el extenso vergel que, para este género, es la tierra italiana. En 1913 se trasladó a Roma, epicentro de la vida sinfónica italiana, para ocupar el cargo de profesor de composición en el Liceo Musical ‘Santa Cecilia’. En 1919 el Liceo se transformó en el reconocido Conservatorio ‘Santa Cecilia’ y en 1923 Respighi se convirtió en su director. En aquellos años de florecimiento profesional, el compositor dio a la imprenta su “trilogía romana”: Las fuentes de Roma (1916), Los pinos de Roma (1924) y Las fiestas romanas (1928).
Las fuentes de Roma que hoy escuchamos es un poema sinfónico, es decir, una obra de envergadura sinfónica que permite al compositor evocar una imagen extra musical y transmitirla al oyente con una variedad sensacional de recursos tímbricos, texturas, dinámicas y efectos. Respighi concibió la obra en cuatro partes, cada una de las cuales retrata una fuente romana. De esta manera, nuestra escucha nos sirve de guía turística en este recorrido original y sonoro por una ciudad cargada de arte e historia. Además, este tour auditivo se nos propone en una única jornada, con lo que asistimos a contemplar, con oídos atentos, cada una de estas fuentes romanas en un momento distinto del día.
Respighi materializa la grandeza de esta capital imperial con cierta intención impresionista, idealizándola en su intemporalidad y logrando que de cada fuente brote una atmósfera sonora distinta, en función de la claridad que la ilumina. El amanecer en la fuente de Valle Giulia es plácido y sugerente, propio del ambiente pastoril que se respiraba en 1916 en aquel lugar, y por ello la orquesta nos propone un despertar paulatino y sosegado. La mañana brilla espléndida en la rumorosa y fresca fuente del poderoso Tritón (extraordinaria pieza del escultor Bernini en la Piazza Barberini). El mediodía nos llega deslumbrante, admirando la espectacular fuente de Trevi que pone en movimiento una orquestación vigorosa, como las aguas que se quieren domar en este gigantesco conjunto escultórico. El atardecer nos encuentra, descansando del paseo, en la seductora y bella fuente de Villa Medici, donde la orquesta nos ofrece una panorámica nocturna de la ciudad, repleta de sugerencias sonoras como las campanas, el canto último de los pájaros y una suave brisa nocturna que hace titilar las estrellas.
Exótica colección de postales sonoras, recogidas en una jornada refrescante y evocadora por cuatro rincones de la Ciudad Eterna.
Francis Poulenc (París, 1899 – París, 1963) fue quizá el miembro más importante del ‘Grupo de los seis’ al que también perteneció Germaine Tailleferre. Formó parte del elenco de compositores franceses que surgió después de la I Guerra Mundial, pero él se destacó por hacer de la naturalidad su canon estético: “He tratado de no ridiculizar ni remedar la tradición, sino de componer naturalmente tal como me sentí impulsado a hacerlo.” En los felices años de un París radiante, Poulenc solo tenía que ser él mismo para representar el espíritu de su ciudad natal. Su lenguaje característico está moldeado por varios dialectos: el estilo del periodo modernista, las canciones populares francesas o los números del music hall tan presente en el París de aquellos años. Todo ello aderezado con un sentido del humor que nunca perdía y un refinamiento muy chic. De ahí que gran parte de su catálogo esté impregnado del encanto y la espontaneidad que emanaban del inconfundible espíritu parisino de aquellos locos años: la despreocupación, el hedonismo, la euforia y la contradictoria conjunción entre vigor y ligereza. Poulenc vivió intensamente aquella excepcional ciudad en el inigualable periodo histórico de entreguerras y, convencido, afirmaba que “el arte y la vida no son cosas distintas”.
Pero con el paso del tiempo, Poulenc se convertiría en el gran músico religioso francés -junto con Messiaen- que, volviendo la mirada hacia el catolicismo de su infancia, escribió una serie de obras religiosas entre las que se encuentra el Gloria para sopran, coro y orquesta, estrenada en Boston en 1961, dos años antes de su fallecimiento. Poulenc, que había destacado durante décadas como compositor para la voz, afirmaba que “se debe traducir a la música no solo el significado literal de las palabras, sino también todo cuanto esté escrito entre líneas”. Por ello, el texto en latín de esta parte del ordinario de la misa es puesto en música con una simplicidad meditativa que, dejando a un lado su estilo más ligero de los años veinte, no abandona su proverbial naturalidad.
Y así, partiendo de una instrumentación generosa y un carácter chispeante, Poulenc cose sus notas a un texto creado para el culto divino con una humanidad que resulta espontánea y directa. En el Gloria in excelsis el coro se presenta poderoso con un canto acentuado y declamatorio. El Laudamus te tiene un carácter más ligero, apoyado por los frecuentes cambios de compás y por una acentuación irregular que contribuye a esa percepción de frescura y alegría. En el Domine Deus la soprano introduce una vena más lírica, que llena de calor y cierto dramatismo el diálogo entre solista y coro. En el breve Domine Fili unigenite vuelve la alegría y la sensación de movimiento asimétrico provocada por los cambios de compás, los acentos y la repetición constante de motivos melódicos. En el Domine Deus, Agnus Dei el discurso se apacigua y se hace de nuevo más reflexivo e intimista, oscureciéndose en cierta manera por la dosis de misterio que aporta la soprano. En Qui sedes ad dexteram Patris, la alternancia entre coro y orquesta va dando paso a una especie de recopilación de la obra en la que aparecen algunos elementos ya escuchados, antes de finalizar con un Amén recogido, pero glorioso, que cierra la bella visión celestial de este parisino mundano.
Para el salón, para la sala de proyección, para el escenario o para la iglesia, las composiciones de este programa están escritas con un afán estético y expresivo que provocan en nosotros entretenimiento y placer. En francés o en italiano, disfruten siempre del lenguaje de la música.
Mercedes Albaina
Katharina Ruckgaber.
Soprano
Nominada como Artista Joven del Año 2019 en la revista alemana “Opernwelt”, a Katharina Ruckgaber se la podrá ver en 2023/24 en el Badisches Staatstheater Karlsruhe, en la Ópera de Invierno de Potsdam, en el Teatro de Friburgo, en conciertos de Año Nuevo en Toronto y en el Festival de Bregenz. Fue miembro del conjunto del Teatro de Friburgo del 2017 al 2023.
En 2022 interpretó el rol de Aennchen en «Freischeutz» de Weber bajo la dirección de René Jacobs durante su gira por Alemania. En conciertos cantó recientemente con la Orquesta Sinfónica de la MDR en el Gewandhaus de Leipzig y la Orquesta Nacional de Radio France o la Orquesta Sinfónica de Tenerife así como recitales en el Festival de Oxford y en el Festival Juan March de Barcelona.
En su último CD, lanzada con Solo Musica, muestra su versatilidad con canciones de Mozart a Schubert, Wolf y Brahms a Berio y Kreisler. Un CD de Lieder con Helmut Deutsch al piano fue publicado en el 2017.
Katharina Ruckgaber ha cantado en Teatros de Ópera de Zúrich, Viena, Karlsruhe, Darmstadt o Munich.
Su repertorio operístico incluye papeles como Pamina, Susanna, Zerlina, Anne Truelove, Adele, Musetta, Frasquita, Mélisande o la zorrita en „La zorrita astuta“.
Como cantante de lied y de concierto solicitada, la joven soprano ha ofrecido recitales de lieder en Bayreuth, el Wigmore Hall de Londres, el Konzerthaus de Viena con Graham Johnson, la Filarmónica de San Petersburgo y la Ópera de Frankfurt.
Entre 2014 y 2017, la joven soprano fue miembro del Estudio de Ópera de la Ópera de Fráncfort.
Katharina Ruckgaber estudió en la Academia de Música y Teatro de Múnich con el profesor KS Andreas Schmidt y se graduó con distinción en 2015 con el premio Christl y Klaus Haack.
Es becaria del Deutscher Bühnenverein, de la Fundación Jütting Stendal, de la Asociación Richard Wagner y premiada en el Concurso Anneliese Rothenberger 2017.
Sociedad Coral de Bilbao.
(Enrique Azurza, director)
Creada en 1886, la Sociedad Coral de Bilbao ha consolidado un gran prestigio con destacados maestros que han dirigido sus coros a lo largo de sus más de ciento treinta años de historia, siendo en la actualidad Enrique Azurza su director artístico. La institución agrupa a tres coros —adultos, jóvenes y niños—, un centro de enseñanza musical y la red Eskolan Kantari formada por coros escolares y sociales, con más de mil personas que participan en este proyecto. Formada por más de cien componentes, la Sociedad Coral de Bilbao ha cantado con la práctica totalidad de las orquestas españolas, así como con las principales orquestas internacionales. Sus actuaciones incluyen obras como Mendi Mendiyan de Usandizaga, el War Requiem de Britten, con Calixto Bieito en el Teatro Arriaga; los estrenos de Everlasting Light de Hatzis, en Gernika, Bilbao y Madrid y el Stabat Mater de Moreno Buendía en Murcia con la Orquesta Sinfónica de la Región de Murcia; el ballet sinfónico-coral Zorba el Griego de Theodorakis, con Igor Yebra y el Ballet Nacional de la Ópera de Turquía, Alexander Nevsky de Prokófiev y Carmina Burana de Orff, con la Sinfónica de Galicia, entre otros. Recientemente ha actuado en la apertura de temporada 22 – 23 de la Orquesta y Coro Nacionales de España interpretando el Requiem de Ligeti, ha realizado un tour por Roma, Madrid y Bilbao con la obra La Pasión de Zubiaurre así como la apertura del 31º Otoño Musical Soriano con la BOS interpretando La Creación de Haydn y la temporada 23 -24 de Euskadiko Orkestra con la 3ª Sinfonía de Mahler. Además de su trayectoria fuera del territorio, la coral siempre ha prestado una especial atención al trabajo de los compositores vascos impulsando la recuperación y es una agrupación habitual en la escena local, manteniendo una estrecha relación con Bilbao Orkestra Sinfonikoa desde su fundación estando presente en sus programas de abono y colaborando en el proyecto Euskal Opera. Por su labor, ha sido reconocida con la Medalla de Oro en las Bellas Artes, la Medalla de Honor de la Real Academia de las Bellas Artes de San Fernando y la Medalla de Oro de la Villa de Bilbao, entre otros galardones.
Daniele Squeo.
Director
Nacido en 1985, y considerado uno de los jóvenes directores de ópera más interesantes del panorama europeo, Daniele Squeo ha sido nombrado Director Musical General del Pfalztheater de Kaiserslautern en la temporada 2020/2021. En 2022 debutó en la Opernhaus de Zúrich con Anna Bolena y ha sido invitado a volver a la Opernhaus en 2023.
Tras licenciarse en piano en el Conservatorio «Nino Rota» de Monopoli (Italia), estudió dirección de orquesta en la Hochschule fűr Musik «Franz Liszt» de Weimar, donde asistió a clases magistrales de Steven Sloane, Roger Norrington y Sylvain Cambreling, graduándose con matrícula de honor.
Ganador de varios concursos internacionales, entre ellos el V Concurso de Opereta de la Opernhaus de Leipzig y en 2011 el XVIII Concurso de la Fundación «F. Capuana» para Jóvenes Directores de Orquesta de la Unión Europea en Spoleto, donde dirigió La traviata en el Teatro Lirico Sperimentale en 2012. Daniele Squeo ha colaborado regularmente con las siguientes orquestas: MDR Sinfonieorchester de Leipzig, Nürnberger Symphoniker, Neue Philarmonie Westfalen, Musikcollegium Winterthur, Badische Staatskapelle, Orchester der musikalischen Komödie Leipzig, Jenaer Philharmoniker.
En 2014 fue nombrado segundo Kapellmeister del Badische Staatstheater de Karlsruhe, donde en 2016 fue ascendido a primer Kapellmeister. En el Badische Staatstheater ha dirigido producciones como Le Prophète de Meyerbeer, Fantasio de Offenbach, La bohème, Roméo et Juliette, Anna Bolena, L’elisir d’amore, Tosca, Adriana Lecouvreur, I Capuleti e i Montecchi, Iphigenie en Tauride de Gluck, Die Zauberflöte, Le sacre du printemps y Apollon Musagète de Stravinsky, La bella durmiente de Tchaikovsky, así como varios conciertos sinfónicos.
Ha dirigido también Frau Luna de Lincke en la Opernhaus de Leipzig, Die Zauberflöte en el Teatro de Daegu (Corea), el ballet La bella durmiente en el Winterthur Theater (Suiza), una nueva producción de La Cenerentola en el Teatro de Basilea, Il barbiere di Siviglia y Rigoletto en el Festival de Bregenz.
Entre sus éxitos más recientes figuran L’elisir d’amore en la Oper Leipzig; Macbeth, Tannhäuser, Roméo et Juliette, Salome, L’italiana in Algeri y La clemenza di Tito en Kaiserslautern; Rigoletto en el Festival de Bregenz; Turandot, Pelleas et Melisande, Faust (nueva producción) y Der Freischütz en el Badisches Staatstheater de Karlsruhe y Lucrezia Borgia en la Sala Tchaikovsky de Moscú.
Entre sus proyectos para la temporada 2023-24 cabe destacar Il cappello di paglia di Firenze en Graz, Il turco in Italia y Macbeth en la Opernhaus Zurich y Anna Bolena en la Deutsche Oper de Berlín.
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II. Adagio
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II
RICHARD STRAUSS (1864 – 1949)
Also sprach Zarathustra Op. 30
*Primera vez por la BOS
Dur: 100’ (aprox.)
Cascanueces en Navidad
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