Conciertos
Don Quijote y el Bolero de Ravel
Disfrutar de Asier Polo encarnando más que interpretando el Don Quijote es siempre un acontecimiento. Strauss además reparte papeles para el lucimiento de la orquesta: la viola, el fagote, el clarinete bajo, la percusión … Volverá a sonar la música de lsasi, que habremos interpretado la semana anterior en el Auditorio Nacional de Madrid, lo mismo que el célebre e hipnótico Bolero del compositor de Ciboure. Una fiesta bajo la batuta de Giancarlo Guerrero.
Charla preconcierto
21/03/2024 • 18:00 • Euskalduna. Sala 5H Terraza
R. Strauss: Don Quijote, op. 35
A. Isasi: El oráculo
M. Ravel: Bolero
Asier Polo, violonchelo
Giancarlo Guerrero, director
FECHAS
- 21 de marzo de 2024 Palacio Euskalduna 19:30 h. Comprar Entradas
- 22 de marzo de 2024 Palacio Euskalduna 19:30 h. Comprar Entradas
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Unidos por Don Quijote
Esta tarde de concierto asistimos al resultado de la permeabilidad de las manifestaciones artísticas. Y es que las distintas maneras de observar y entender la vida a través del arte se enriquecen cuando el creador busca más allá del patrimonio cultural que encierran las fronteras geográficas de su país. Es el caso de un alemán que posó su mirada en dos de los personajes más logrados de la literatura española y universal. O del bilbaíno que evocó en un género de origen centroeuropeo el exotismo de temática simbólica. Y es también el caso del francés que, sobre una base de danza antigua española, invocó al espíritu de la danza y del arrebato orquestal.
Para empezar, escucharemos dos composiciones pertenecientes al mismo género musical -el ‘poema sinfónico’- y la tarde de concierto concluirá con música escrita para ser danzada.
El ‘poema sinfónico’ es una composición orquestal escrita generalmente en un sólo movimiento que hace referencia a elementos extra-musicales. Se opone, por tanto, a la música “pura” o “absoluta”. Su intención descriptiva puede centrarse en contar una leyenda, pintar un paisaje, evocar un texto filosófico, poético o literario, describir un personaje o bien referirse a escenas costumbristas.
Don Quijote Op 35 es uno de los diez ‘poemas sonoros’ -así prefería llamarlos su autor- que compuso Richard Strauss (Munich, 1864- Garmisch-Baviera, 1949), uno de los grandes representantes del género, que contribuyó a hacer del conjunto orquestal un eficaz transmisor de historias complejas, contadas sin palabras.
Con el subtítulo “Variaciones fantásticas sobre un tema de carácter caballeresco”, la obra está poblada de las aventuras de Don Quijote -personaje principal que cobra vida en la voz del violoncello-, Sancho Panza -representado por la viola- y un buen puñado de personajes que aparecen en la obra de Cervantes y que, vertebrando las ideas humanistas del escritor, dan pie a toda una serie de aventuras que crean no pocos quebraderos de cabeza al protagonista.
Desde el punto de vista estructural, estas «variaciones» suponen una serie ininterrumpida de transformaciones temáticas, en un solo movimiento, puestas al servicio de la narración: a partir de una serie de episodios seleccionados de la novela se nos va contando lo que acontece al desdichado hidalgo. Pero también se describe, y no en menor medida, su gradual desintegración mental, su sufrimiento psicológico y su enajenación progresiva hasta la brevísima y postrera vuelta a la razón, previa a su muerte serena y dócilmente asumida, llena de ternura y humanidad.
En lo que se refiere a la orquestación, el estilo de Strauss es deslumbrante y virtuoso, buscando siempre las mezclas atrevidas y las posibilidades que le ofrece una orquesta bien nutrida. Su audaz apuesta musical cuenta con un catálogo de efectos sonoros realistas al que deben mucho las bandas sonoras de las películas de animación que llegaron después. Así, por ejemplo, en la Variación II se describe casi onomatopéyicamente el balido de las ovejas que Don Quijote atacó – tomándolas por el poderoso ejército de Alifanfaron-, haciendo que la escritura se incline hacia un lenguaje prácticamente atonal. En la Variación VII se incorpora al elenco orquestal una máquina de viento y sus efectos se agregan a las rápidas escalas cromáticas en los instrumentos de viento, ilustrando así el vuelo de Don Quijote y Sancho Panza (las notas más pesantes en los instrumentos graves describen que, en realidad, nunca lo consiguieron).
Por otro lado, el fuerte impulso basado en unidades rítmicas vigorosas y las fluctuaciones extremas en la dinámica, sirven a la intención descriptiva, creando una vibrante pintura sonora que desborda en color y fuerza las posibilidades instrumentales hasta el extremo de la espectacularidad. El tempo es asimismo flexible, adaptándose a la intencionalidad dramática de la obra.
En cuanto al tratamiento armónico, y aun habiendo una cierta exploración más allá de la tonalidad, Strauss no permite su desmoronamiento (algo que era inminente en aquellos años) y, a pesar del uso de una armonía fuertemente cromatizada y compleja, su lenguaje es fundamentalmente tonal. El compositor, además, no abandona la melodía como elemento de construcción del discurso y, en este sentido, es considerado uno de los últimos románticos.
La obra es un derroche de audacia en la propuesta y espectacularidad en la realización a través de un fresco imponente -espejo de la locura del personaje y de su progresivo deterioro- en el que los detalles líricos conmueven tanto como la osadía del conjunto épico. Un gran mosaico que puede ser contemplado en su imponente sonoridad o en los destellos fugaces y perfilados de tantos colores tímbricos, puestos al servicio de un argumento extramusical, novelesco, fantástico y exagerado hasta la patología. Todo ello muy del gusto de finales de siglo XIX.
Don Quijote se estrenó en Colonia en marzo de 1898, apenas diez años antes de que Andrés Isasi (Bilbao, 1890-Getxo, 1940) llegara a Alemania para estudiar composición. Este es un hecho que lo alejó de otros compositores vascos contemporáneos como Guridi, Usandizaga o Donostia, que tenían su meta y su ilusión puestas en la formación que les ofrecía París.
Músico precoz, Isasi asistía desde niño a los conciertos privados que se celebraban en casa de su abuelo, en la bilbaína calle de Bidebarrieta, en los que también participaba como pianista. Hizo su debut en la escena pública, como intérprete y compositor en abril de 1908, en la Sociedad Filarmónica de Bilbao, revelando talento natural, abundancia de ideas y habilidad para elaborarlas. Habiendo quedado huérfano de madre a los cuatro años y de padre a los doce, fue su abuelo quien le facilitó el contacto con la música y alentó su inclinación, primero en su Bilbao natal, donde se inició con Unceta y, más tarde, organizando con mucho afán los estudios de su nieto en Berlín, adonde se trasladó en octubre de 1909 para recibir clases del célebre compositor Engelbert Humperdinck, de quien acabó siendo discípulo predilecto.
Este contacto con la música alemana del momento encendió su inclinación hacia el género ‘poema sinfónico’ al que pertenece -como varias otras de sus composiciones- El oráculo. Compuesto en 1913, fue estrenado en Berlín probablemente en junio o julio de aquel mismo año. Los datos son algo confusos, pero el periódico bilbaino ‘El Nervión’ publicó el 20 de junio de 1913 que “según noticias recibidas en Bilbao, este joven y queridísimo paisano nuestro que reside ahora en Charlottenburg ha terminado un nuevo poema sinfónico, ‘El oráculo’, que ha merecido elogios de reputados maestros alemanes y que pronto será interpretado por una orquesta de fama mundial”. En Bilbao se estrenó más de ochenta años después: el 29 de febrero de 1996 la Orquesta Sinfónica de Bilbao, dirigida por Juanjo Mena, lo interpretó en el Teatro Ayala.
Su lenguaje es lirico en lo melódico, en ocasiones tenso en la armonización y de una orquestación rica y brillante influenciada, en parte, por compositores como Richard Strauss, a quien tanto admiraba el bilbaíno. El resultado es un discurso expresionista, coloreado en las armonías y en los timbres y de carácter hiperromántico, con guiños a la tierra natal a través de los retazos de zortziko de varios pasajes centrales y, siempre en su corazón, el canto de los pájaros, seña de identidad de su incondicional amor por la Naturaleza.
En todo caso, el significado de la obra de Isasi se debe buscar en el interior de su alma ya que todo emana de su naturaleza sensible y de sus múltiples intereses e inclinaciones porque, como escribía el también compositor y musicólogo Rogelio del Villar en 1927, “Isasi no busca fuera de él los asuntos para sus composiciones. Convirtiéndose de espectador en actor, comenta musicalmente los sucesos de su vida, o bien las impresiones que ha recibido ante las bellezas naturales”. Como recordaba su amigo y gran melómano Joaquín de Zuazagoitia -quien, por cierto, firmaba sus escritos periodísticos bajo el cervantino seudónimo de Sancho de Azpeitia, personaje también de El Quijote- Isasi decía a menudo que la música no es el divino arte, sino “el arte más humano”. Y por ello, a su vuelta de Alemania, la crítica periodística le recibió como “este gran poeta que lleva al pentagrama todos sus sueños, todas sus juveniles fantasías, el sentimentalismo en que se consumen todas las inquietudes de su alma”.
Y concluye esta velada musical con una de las obras más populares de la música clásica: el Bolero de Maurice Ravel (Ziburu, 1875-París, 1937), quien fue uno de los mejores orquestadores del siglo XX y poseedor de un lenguaje ultra pulido y estilizado que, según sus propias palabras, elaboraba “lentamente, gota a gota”.
La obra está enlazada con Ida Rubinstein, bailarina, actriz y mecenas, que tuvo un papel fundamental en la renovación de las escenografías asociadas a la danza en el primer tercio del siglo XX. Gran amiga y admiradora del mundo sonoro raveliano, encargó al compositor un ballet para la Ópera de París: “diecisiete minutos” indicó Rubinstein a Ravel en un telegrama y el compositor, siguiendo el encargo, concibió la idea de un tema “insistente”, que él quería repetir una veintena de veces “sin desarrollo alguno, simplemente graduando el sonido de la orquesta”. Sus indicaciones para los intérpretes eran estas: «Es una danza de movimiento muy moderado y constantemente uniforme en melodía, armonía y ritmo, este último constantemente marcado por la caja. El único elemento de diversidad es el crescendo orquestal.” Y, sin duda, el resultado es una magnífica lección práctica de orquestación que desarrolla una audaz apuesta, ya que ofrece al público un único tema, dividido en dos partes, y cede la fuerza expresiva de la composición a la trama orquestal apoyada en un largo y progresivo crescendo, sobre la base de un tempo inmutable. Sobre el ostinato de la caja, los primeros en ir apareciendo con el tema principal son los instrumentos de viento madera: flauta, clarinete, fagot… incluyendo el pequeño clarinete “requinto” y el “oboe de amor”, tan querido de Juan Sebastián Bach y prácticamente en desuso tras su muerte. También escuchamos saxofones, clarinete bajo, flauta piccolo, contrafagot, trompeta piccola, celesta, arpa y un sinfín de instrumentos, sin olvidar la enorme variedad de la percusión en la efectista y colorida sección ‘repostería’ de la orquesta. Todos los instrumentos van construyendo un edificio sonoro que Ravel, como si se tratase de un castillo de naipes o de arena, edificado poco a poco, se divierte en derrumbar tras un cambio de tono que nos avisa del estrepitoso final.
El exquisito arte de Ravel fue estimulado por su amistad con un grupo de poetas, pintores, músicos y bailarines de vanguardia que vivían y trabajaban en aquel extraordinario París de comienzos del siglo XX. Ida Rubinstein fue una de estas creadoras y quien estrenó el Bolero en la Opera de París, el 20 de noviembre de 1928. Para el estrenó ideó una escenografía que enmarcaba a una bailaora flamenca ensayando pasos sobre la mesa de un bar. A Ravel le gustaba más la idea de una escena al aire libre frente a una fábrica cuya maquinaria proporciona el ritmo inflexible. En todo caso, el impecable sentido de la proporción del compositor, la precisión de su línea melódica y la sutileza del color impregnaron el
Por cierto, y por cerrar el círculo, es justo recordar que Ravel compuso en 1932 -con la enfermedad mermando ya sus capacidades- Don Quichotte à Dulcinée, un brevísimo ciclo de tres melodías para barítono con acompañamiento de piano sobre unos poemas de Paul Morand.
Benditos enlaces. Disfrútenlos.
Mercedes Albaina
Asier Polo.
Violonchelo
Considerado por la crítica especializada como uno de los violonchelistas más destacados de su generación, Asier Polo ha colaborado como solista con algunas de las orquestas más importantes del panorama internacional: Philharmonia Orchestra, London Symphony Orchestra, Danish National Symphony Orchestra, Orchestra Sinfonica Nazionalle della RAI, Dresdner Philharmonie, Orchestre de Paris, BBC Philharmonic, Bergen Filharmoniske Orkester, Israel Philharmonic Orchestra, Berliner Symphoniker, Orquesta Nacional de México, Orquesta Sinfónica de Sao Paulo, Louisiana Philharmonic, Buffalo Philharmonic Orchestra, Malaysian Philharmonic Orchestra, Orquesta Nacional de España o la Basel Symphony Orchestra, acompañado bajo la dirección de importantes batutas, como John Axelrod, Pinchas Steinberg, Christian Badea, Rafael Frühbeck de Burgos, Claus Peter Flor, Carlos Miguel Prieto, Günther Herbig, Juanjo Mena, Antoni Wit o Anne Manson.
Ha sido invitado a importantes eventos musicales, como los festivales de SchleswigHolstein, Nantes, Ohrid, Biennale di Venezia, Roma, Lisboa, Gstaad Menuhin Festival, Morelia, Granada o Quincena Musical de San Sebastián.
Ha compartido escenario con artistas de la talla de Silvia Marcovici, Nicolás Chumachenco, Sol Gabetta, Maxim Rysanov, Isabelle van Keulen, Josep Colom, Eldar Nebolsin, Gérard Caussé, Cuarteto Janácek, Cuarteto Casals o el gran tenor Alfredo Kraus, quien le invitó en los últimos años de su carrera a colaborar como solista en sus recitales, actuando en el Maggio Fiorentino, Covent Garden, Royal Opera House, Tonhalle de Zürich, Musikverein de Viena, además de una exitosa gira por las más destacadas salas de conciertos en Japón.
Cabe destacar su compromiso con la música actual, especialmente con la de su país. Impulsor de nuevas obras, compositores como Gabriel Erkoreka, Jesús Torres, Luis de Pablo, Jesús Villa-Rojo, Fernando Velázquez y Antón García Abril le han dedicado sus conciertos para violonchelo. Ha sabido compaginar la nueva música con el gran repertorio de la literatura clásica, abarcando desde las Suites de Bach hasta la música contemporánea (Henri Dutilleux, Cristóbal Halffter, Sofia Gubaidulina) pasando por los grandes conciertos clásicos y románticos.
Trayectoria registrada en 19 trabajos discográficos que recogen lo más relevante de la creación española para violonchelo (José María Usandizaga, Joaquín Rodrigo, Francisco Escudero, Tomás Marco, Carmelo Bernaola, Jesús Rueda, etc.) para los sellos Naxos, Claves, RTVE, Verso, Marco Polo e IBS Classical. Destaca así mismo la nominación al Gramophon Editor’s Choice Award del CD dedicado a la compositora Sofia Gubaidulina (Et’cetera Records) y la participación en el DVD Ecos y sombras dedicado al compositor Cristóbal Halffter, interpretando junto a la Orquesta Nacional de España, su Concierto para violonchelo nº2 (KP Music).
Entre sus grabaciones más recientes -para el sello IBS Classical- se encuentran las sonatas para violonchelo y piano de Rachmaninov y César Franck junto a la pianista Marta Zabaleta y las de Johannes Brahms junto al pianista Eldar Nebolsin, a las que se suman los conciertos para violonchelo de Vivaldi, Boccherini y Haydn junto a la Orquesta Barroca de Sevilla y Andrés Gabetta, así como las seis Suites para violonchelo solo de J. S. Bach, su último trabajo.
Junto a la Orquesta Nacional de España y bajo la dirección del maestro Juanjo Mena ha grabado los dos conciertos para violonchelo de Joaquín Rodrigo -Concierto como un Divertimento y Concierto in modo Galante- y el Concierto para violonchelo y orquesta nº2, op. 50 (1980), de Alberto Ginastera.
Asier Polo estudió en Bilbao, Madrid, Köln y Basel con los maestros E. Pascu, M. Kliegel e I. Monighetti. Además, recibió sabios consejos de J. Starker, N. Gutman o M. Rostropovich en diversas clases magistrales. Comenzó pronto a destacar al obtener el Primer Premio de violonchelo y de música de cámara en el Concurso Nacional de Juventudes Musicales de España.
Su trayectoria se ha visto reconocida con numerosos premios, entre los que cabe destacar el Premio Ojo Crítico de Radio Nacional de España (2002), el Premio Fundación CEOE a la interpretación Musical (2004) y el Premio Nacional de Música del Ministerio de Cultura y Deportes de España (2019). En 2009 fue condecorado “Ilustre de Bilbao” (su ciudad natal).
Es invitado habitual como jurado en diversos concursos nacionales e internacionales de violonchelo: Dotzauer Wettbewerb (Alemania), Concurso Carlos Prieto (México), B. Mazzacurati Competition (Italia), Manhattan International Music Competition (Nueva York), entre otros, e imparte clases magistrales en diversos países: Alemania, Holanda, Italia, México, Venezuela, Brasil, etc.
Asier Polo toca un violonchelo Francesco Rugieri (Cremona, 1689) cedido por la Fundación Banco Santander.
Giancarlo Guerrero.
Director
Ganador de seis premios GRAMMY® y director musical de la Nashville Symphony. Guerrero ha sido elogiado por su «carismática dirección y atención al detalle» (Seattle Times) en «interpretaciones visceralmente poderosas» (Boston Globe) que son «a la vez vigorosas, apasionadas y matizadas» (BachTrack).
A través de encargos, grabaciones y estrenos mundiales, Guerrero ha abanderado las obras de destacados compositores estadounidenses. Ha dirigido la Nashville Symphony en 11 estrenos mundiales y 15 grabaciones de música estadounidense, incluyendo obras de Michael Daugherty, Terry Riley y Jonathan Leshnoff, y más recientemente la grabación nominada al GRAMMY® de John Adams: My Father Knew Charles Ives & Harmonielehre.
Como parte de su compromiso con fomentar el trabajo de compositores contemporáneos, Guerrero, junto con el compositor Aaron Jay Kernis, creó el Laboratorio bianual y Taller de Compositores de la Nashville Symphony para compositores jóvenes y emergentes.
En la temporada 2023-24, Guerrero regresa para dirigir la Chicago Symphony Orchestra en su concierto conjunto con Wynton Marsalis y la Jazz at Lincoln Center Orchestra. También regresa a la New Zealand Symphony Orchestra, Brussels Philharmonic, Gulbenkian Orchestra, Orquesta Sinfónica de Bilbao y Civic Orchestra of Chicago.
Ha actuado recientemente con destacadas orquestas de América del Norte, incluyendo la New York Philharmonic, Chicago Symphony, National Symphony Orchestra, San Francisco Symphony, así como las de Boston, Baltimore, Cleveland, Cincinnati, Dallas, Detroit, Indianapolis, Los Ángeles, Milwaukee, Montreal, Filadelfia, Seattle, Toronto, Vancouver y Houston. En Europa ha trabajado con la Deutches Symphonie Orchester Berlin, Frankfurt Radio Symphony, London Philharmonic, Orchestre Philharmonique de Radio France, Netherlands Philharmonic, NDR Radiophilharmonie, Deutsches Radio Philharmonie, Sinfónica de Bilbao y Sinfónica de Galicia, así como la Sydney Symphony y Queensland Symphony en Australia. Guerrero fue homenajeado como ponente principal en la conferencia de orquestas americanas en 2019.
Guerrero completó recientemente un mandato de seis temporadas como director musical de la NFM Wrocław Philharmonic. Con esta orquesta, Guerrero realizó tres grabaciones, incluyendo la exitosa violinista Bomsori: Violin on Stage en Deutsche Grammophon y álbumes con obras de Brahms, Poulenc y Jongen.
Anteriormente, Guerrero ocupó cargos como Director Asociado de la Orquesta de Cleveland Miami Residency y la Sinfónica Gulbenkian en Lisboa, Director Musical de la Eugene Symphony y Director Asociado de la Orquesta de Minnesota.
Nacido en Nicaragua, Guerrero emigró durante su infancia a Costa Rica, donde se unió a la sinfonía juvenil local. Estudió percusión y dirección en la Baylor University en Texas y se graduó en dirección en Northwestern. Dados sus inicios en orquestas juveniles cívicas, Guerrero está particularmente comprometido con la dirección de orquestas de formación y ha trabajado con la Curtis School of Music, Colburn School en Los Ángeles, la National Youth Orchestra (NYO2) y la Yale Philharmonia, así como con el programa Accelerando de la Nashville Symphony, que ofrece una educación musical intensiva a estudiantes prometedores de diversos orígenes étnicos. Más información en www.giancarlo-guerrero.com.
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