Conciertos

La ley del silencio
El excelente Wayne Marshall ofrece un programa dedicado a los dos compositores sobre los que ha sentado cátedra, tanto desde el piano como desde la dirección: Gershwin y Bernstein. Desde el piano dirigirá la Segunda Rapsodia, más infrecuente que la célebre in blue, y de Bernstein el Divertimento y su primera y emocionante partitura para el cine: la música que Elia Kazan le pidió para la imponente On the Waterfront.
Wayne Marshall, piano y director
I
IAIN FARRINGTON (1977)
A party with Auntie *
W1A/Animal Magic (This is Las Vegas) – Blackadder – I’m Sorry I Haven’t a Clue (The Schickel Shamble) – Have I Got News For You – Panorama – BBC News – Antiques Roadshow – University Challenge – Ski Sunday (Pop Looks Bach) – Match of the Day – Cricket Theme (Soul Limbo) – Dr Who – Strictly Come Dancing – The Archers (Barwick Green) – Eastenders
GEORGE GERSHWIN (1898 – 1937)
Segunda rapsodia para piano y orquesta*
Wayne Marshall, piano
GEORGE GERSHWIN (1898 – 1937) / ROBERT RUSSELL BENNETT (1894-1981)
Gershwin in Hollywood*
The back bay polka (The Shocking Miss Pilgrim) – A foggy day (A Damsel in Distress) – Slap that bass (Shall We Dance?) – Love walked in (The Goldwyn Follies) – Nice work if you can get it (A Damsel in Distress) – One, two, three(The Shocking Miss Pilgrim) – Love Is here to stay (The Goldwyn Follies) – They can’t take that away from me (The Barkleys of Broadway)
II
LEONARD BERNSTEIN (1918 – 1990)
Divertimento para orquesta
I. Sennets and Tuckets
II. Waltz
III. Mazurka
IV. Samba
V. Turkey Trot
VI. Sphinxes
VII. Blues
VIII. In memoriam; March: «The BSO forever»
On the Waterfront, Suite sinfónica*
*Primera vez por la BOS
Dur: 100’ (aprox.)
FECHAS
- 27 de febrero de 2025 Palacio Euskalduna 19:30 h. Comprar Entradas
- 28 de febrero de 2025 Palacio Euskalduna 19:30 h. Comprar Entradas
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La música en movimiento
El concierto de hoy nos traslada a Estados Unidos y a una época en que su cultura urbana tenía un enorme impacto sobre la ciudadanía. Incluso más allá de sus fronteras. Gran parte de ese patrimonio popular está asociado al teatro musical y al cine y, trascendiendo a las agrupaciones más pequeñas ligadas a la escena de Broadway o a los locales de jazz, esas partituras fueron un rico nutriente para el repertorio de las orquestas sinfónicas.
Sin embargo, como preludio a esta música estadounidense, se nos cuela un inglés, Iain Farrington (Hitchin, Hertfordshire, 1977), con su A party with Auntie, que podría traducirse como “Una fiesta con la tía” (debe ser una tía que disfruta mucho con la música de los audio-visuales). Pero el lenguaje de esta pieza sigue las coordenadas espacio-temporales mencionadas más arriba y está muy bien traída aquí como telonera -así la calificaba el periódico The Guardian en la crítica que hizo en el momento del estreno- de la producción de dos grandes. Fue compuesta en 2022, para celebrar el centenario de la BBC y es por ello que recoge numerosos temas de sintonías de radio y televisión -noticias, programas de entretenimiento, deportivos…-, conocidas por el público inglés. En todo caso, su carácter festivo y ligero y el estímulo de una métrica enérgica cosida a unas tonadas pegadizas son agradables para todos los oídos. El popurrí de ideas está coloreado por una instrumentación variada y atractiva e hilvanado con un tema principal que da un empuje imparable a una composición que resulta tan refrescante como vigorosa.
La pieza había sido escrita originalmente para la última noche de los Proms de aquel año pero, debido al fallecimiento de Isabel II, este concierto se canceló y la música que iba a sonar en la fiesta debió esperar respetuosamente para ser escuchada por primera vez el 21 de octubre de 2022, en el Barbican de Londres. La partitura fue colocada sobre los atriles de la Orquesta Sinfónica de la BBC, dirigida por Dalia Stasevska.
Y a continuación, los grandes. George Gershwin (Brooklyn, 1898 – Beverly Hills, 1937), decía que “el jazz es el resultado de toda la energía almacenada en América”. Empezó a tocar el piano a los diez años y con veintiuno escribió su primera partitura para una comedia musical. Ambos fueron los dos ejes de su vida profesional: el piano, a través del cual expresaba su inagotable fuente de melodías, y la escena musical neoyorkina, que se alimentaba de centenares de canciones, muchas de las cuales tuvieron a Gershwin por autor.
Tomó los ingredientes de la canción popular de las calles de Nueva York: el jazz, el ragtime, el blues y a partir de ellos, urdió su estilo característico. Sin embargo, también pretendió enlazarse con la herencia clásica europea y, para ello, escribió un buen puñado de partituras en géneros tan ligados a la tradición como el concierto, la ópera o la rapsodia. Su meta era lograr la reconciliación del jazz con el lenguaje “clásico” o, como se decía en aquellos momentos, “llevar el Tin Pan Alley al Carnegie Hall”.
Su Segunda Rapsodia para piano y orquesta formó parte de la banda sonora de la película Delicious, de 1931. Pero los recortes que sufrieron ésta y otras partituras que el compositor había escrito para el film, le hicieron tomar la decisión de estrenarla como pieza independiente. Con varios retoques y algunas supresiones, fue estrenada por la Orquesta Sinfónica de Boston el 29 de enero de 1932, con el propio compositor al piano y Serge Koussevitzky en la dirección. La crítica dijo de ella que era una buena descripción sonora de una “América de modales desenfrenados y energía de cóctel”. Hoy día está considerada una de las grandes obras de Gershwin arrinconadas durante años y él mismo dijo que era “en muchos aspectos, como la orquestación y la forma, lo mejor que he escrito”.
En un principio, durante la producción de la película, Gershwin había llamado a esta pieza “Rapsodia de Manhattan”. Más tarde, la rebautizó como “Rapsodia de Nueva York” y finalmente como “Rapsodia en remaches” y todas estas denominaciones casan bien con una escritura pianística brillante que capta el ritmo urbano de una ciudad palpitante y orgullosa de su apertura a la modernidad. El patrón percusivo con que da comienzo, los motivos reiterados, los acentos, el subrayado insistente, todos ellos no son más que sonorizaciones de la vitalidad imparable de una urbe poderosa. Una sección central nos trae un oasis de calma y nostalgia en medio del bullicio, reflejando el rostro cambiante de una comunidad rica en su mestizaje. El trajín estalla de nuevo, llevando la música a una conclusión apoteósica.
Gershwin fue también un inspiradísimo compositor de canciones y encontró un letrista insuperable en su hermano Ira, cuyas poesías anticonvencionales se adaptaban perfectamente a la música de George. Juntos produjeron un tipo sofisticado de canción popular que captó el pulso de la década de 1920 y que puso Broadway a sus pies. Después llegó el contacto con Hollywood. Eran los primeros años del cine sonoro, cuando la tecnología avanzaba con rapidez y los estudios buscaban compositores con ahínco. El nuevo mundo de las películas musicales se ponía a los pies de un compositor en la cresta de la ola y el reto era emocionante para este hombre joven y dotado. Sin embargo, había algo que no encajaba: el escaso control que, en la meca del cine, daban al autor sobre su obra. En todo caso, Gershwin escribió música para la Fox, para la Goldwyn Pictures Corporation y también para la RKO, tres de las cinco grandes compañías de la época dorada de Hollywood. Para estos últimos estudios compuso las bandas sonoras de Shall We Dance, Damsel in Distress y The Goldwyn Follies, algunos de cuyos números escuchamos hoy.
En estos pentagramas hay que tener presente, sin duda, al arreglista, parte importante en la vestidura orquestal de la música. Robert Russell Bennett (Kansas City, 1894 – Manhattan, 1981) fue también compositor, aunque es más conocido por su trabajo en numerosos musicales de Broadway y Hollywood, orquestando partituras de músicos como Irving Berlin, Jerome Kern, Cole Porter, Richard Rodgers o el propio Gershwin. En el caso de éste, la colaboración fue estrecha y Bennett -que era quien dominaba la técnica de la orquestación- seguía las indicaciones de Gershwin o le ofrecía sugerencias. Tras el fallecimiento de éste, Bennett siguió siendo requerido para orquestar algunas de sus obras, como Gershwin in Hollywood, en la que vemos con los oídos como Ginger Rogers y Fred Astaire se deslizan por la pista de baile, o como la joven y aristocrática Joan Fontaine se enamora de un compositor norteamericano.
Leonard Bernstein (Lawrence, Massachusetts, 1918 – Nueva York, 1990) fue un músico de perfil poliédrico: pianista, compositor, director de orquesta y divulgador preparadísimo y apasionado del lenguaje de la música. Opinaba que “el público no es una gran bestia, sino un organismo inteligente, que la mayor parte de las veces ansía la comprensión y el conocimiento” y, con un lenguaje renovado y desenfadado, puso gran empeño en “democratizar la música clásica”, buscando nuevas maneras de acercar los oídos del público al espectáculo sinfónico para que pudiera disfrutarlo plenamente.
Ya el título de su Divertimento para orquesta supone una declaración de intenciones y nos lo ofrece como una suite que, en este caso, no es más -ni menos- que la reunión de ocho ‘bagatelas’.
La obra está dedicada “con afecto” a la Orquesta Sinfónica de Boston, que había hecho el encargo para celebrar su primer centenario y que fue quien la estrenó, en 1980, bajo la dirección de Seiji Ozawa.
El propio compositor la calificó como “una pieza divertida”. Pero además de hacernos pasar un buen rato, Bernstein quiso que los dos ejes extra-musicales de la composición -recordemos, la Orquesta de Boston y su centenario- estuvieran presentes en todas las piezas que la articulan. Por esta razón, las notas “si” –“B” en el sistema de notación musical anglosajón y “do” –“C” en ese sistema- son fundamentales en el desarrollo del discurso y ya evidentes en el número con que da comienzo la composición, Sennets and Tuckets, donde al principio se suceden una y otra notas (si y do) y al final coinciden en el tiempo, provocando un choque disonante. Le sigue un Vals tiernamente dislocado al no estar escrito en un compás ternario -como le correspondería-, que supone un guiño a ese otro extraordinario vals elegante y distorsionado, el de la Quinta Sinfonía de Tchaikovsky. En la Mazurka solo escuchamos los vientos y el arpa y el recuerdo es ahora para otra Quinta, la de Beethoven, a través de la cita a la emotiva intervención que tiene el oboe en el primer movimiento. Cambiando de registro y de orquestación, llega una Samba, vital y colorista, con guiños a lo latino, estilo que también abordó Bernstein en otras partituras. Después, el cómico Turkey Trot que, con súbitos cambios de intensidad y acentos desplazados, parece evocar el trote de un pavo cojeando. Tras él, aparecen y desaparecen las Esfinges, como un suspiro que da paso al Blues, lento y sensual, en el que el protagonismo de los metales y la percusión hace referencia a los recuerdos que tenía Bernstein de los clubes nocturnos de Boston. Finaliza con una Marcha precedida por un breve recuerdo In memoriam para quienes estuvieron ligados a la Sinfónica de Boston.
La intención de Bernstein a través de estas ocho estampas fue, según sus propias palabras, “reflejar mis experiencias juveniles aquí, donde escuché mi primera música orquestal”. Y es que el músico había crecido en Boston y se había graduado en Harvard. Además, había sido alumno del Tanglewood Music Center, la academia de música de élite ligada a la Sinfónica de Boston que Serge Koussevitzky fundó en 1940. Más tarde, Bernstein tomó parte activa en el desarrollo de los programas educativos de dicha academia y también dirigió la Orquesta de Boston en numerosas ocasiones.
En su catálogo solo hay una banda sonora: “On the waterfront”, traducida para nosotros como “La ley del silencio”. Opinaba que en el cine la música es «la parte menos importante: una línea hablada cubierta por la música es una línea perdida y, por tanto, una pérdida para la película, mientras que un compás de música completamente borrado por el discurso es sólo un compás de música perdido”. Seguramente por ello, tras el estreno del film de Elia Kazan en 1954, Bernstein se afanó en recuperar su música y ofrecerla en exclusiva a un público que prestara toda su atención al sonido y no a las imágenes. Por otro lado, sabía que había compuesto algo de alta calidad. Así lo afirmaba en una entrevista a The New York Times: “Me había involucrado tanto en cada detalle de la partitura que me parecía tal vez la parte más importante de la película». La banda sonora fue, desde luego, muy alabada y también nominada al Oscar de ese año, aunque no lo ganó.
La suite sintónica se estrenó el 11 de agosto de 1955, en Tanglewood. Este formato le permitía ofrecer en un continuo de seis secciones los temas principales de la película: el amor, la violencia, la duda, la delación, el conflicto interno, la evolución del código moral. Todos los estados anímicos por los que pasa el personaje principal -magistralmente interpretado por Marlon Brando-, el influjo que ejerce sobre él la luminosa mujer que lo redime -encarnada de manera sublime por la centenaria Eva Maria Saint- y el ambiente sórdido que rodea a los personajes están cosidos a la partitura.
Bernstein nos sumerge de lleno en el paisaje de los bajos fondos portuarios en época de posguerra a través de unos ritmos furiosos que representan el deterioro ruin de la convivencia comunitaria. Esta métrica de acordes disonantes y acentos desplazados está enriquecida por una instrumentación colorida y extensa – ampliada aún con efectivos menos habituales en una orquesta sinfónica-, en la que, aquí sí, conviven en deslumbrante armonía escénica el saxofón con el arpa, la batería con las cuerdas o el piano con los metales.
Desde el quejumbroso anuncio de la trompa y su eco en las flautas, hasta los dramáticos y épicos acordes finales, asistimos a una trama donde la violencia, la dureza de la vida y la corrupción son la sustancia principal de un entorno hostil para los débiles que, a pesar de todo, es incapaz de vencer ni a la fuerza redentora del amor, ni al poder de la voluntad. De hecho, gran parte de la tensión dramática que desprende esta música está inspirada por la transformación del protagonista. Así lo señalaba su autor en la presentación de la obra: “los materiales principales de la suite sufren numerosas metamorfosis, siguiendo en la medida de lo posible el flujo cronológico de la propia película”. Extraordinaria representación musical del proceso de conversión de un violento sin escrúpulos en un tipo con principios: la música y Marlon Brando, oscilando entre lo salvaje, el arrepentimiento y la ternura.
La mayor parte de las partituras que disfrutamos hoy nacieron al calor de las imágenes en movimiento. Difícil será escucharlas en absoluta quietud.
Mercedes Albaina
Wayne Marshall.
Piano y director
Wayne Marshall, director de orquesta, organista y pianista británico, es mundialmente conocido por su musicalidad y versatilidad tanto en el podio como al teclado.
Ha sido director titular de la WDR Funkhausorchester de Colonia (2014-2020) y principal director invitado de la Orquesta Sinfónica de Milán “Giuseppe Verdi” (2007-2013).
Es un célebre intérprete de la música de George Gershwin, Leonard Bernstein y otros compositores estadounidenses del siglo XX. Ha dirigido Candide de Bernstein (Deutsche Staatsoper, Berlin y Ópera Nacional de Lyon), Mass (Orchestre de Paris) y White House Cantata (Netherlands Radio Philharmonic Orchestra), también The Great Gatsby de Harbison (Semperoper, Dresden), Dead Man Walking de Heggie (Montreal Opera) y numerosas producciones de Porgy and Bess (Opera Comique, Paris, Washington National Opera, Dallas Opera y Vienna Staatsoper).
Entre sus recientes highlights como director, figuran su aclamado debut con la Filarmónica de Berlín en 2021 y sus debuts con la Filarmónica de Múnich, la Tonhalle Zurich, la Munich Rundfunk Orchestra, la Frankfurt Radio Orchestra, la Baltimore Symphony Orchestra, la Seattle Symphony, la Chicago Symphony, la Vancouver Symphony Orchestra, la Nashville Symphony y la Deutsches SymphonieOrchester Berlin.
Ha trabajado regularmente con la Tonkünstler Orchestra de Viena, las Orquestas Filarmónicas Checa, de Rotterdam, Oslo y Estrasburgo, la RSO Vienna, la Orchestre de Paris, la NDR BigBand; con el coro de la BBC en varias ocasiones; y ha actuado como solista, director y comentarista de televisión en los BBC Proms.
En 2021, debutó en el Festival Internacional de Edimburgo, con la música de Rodgers y Hammerstein en conciertos con Danielle de Niese, y en 2022, con la Scottish Chamber Orchestra.
Los planes para la temporada 2025/2026 incluyen una extensa gira por Alemania y Reino Unido con la Orquesta Nacional Alemana. En marzo de 2025, dirigirá en Japón con las orquestas de Hiroshima y Nagoya. En abril del mismo año, Wayne Marshall dirigirá la producción completa de Peter Grimes en la Ópera de Lyon y en junio actuará en el Festival de Primavera con la Orquesta de la Radio Checa.
Durante el verano de 2025, Wayne Marshall dirigirá la MDR Orchestra en Leipzig, seguida por la Flanders Youth Orchestra y la Filarmónica de Bruselas, y en octubre estará en el Musikverein de Viena con la Tonkunstler Orchestra.
Wayne también debutará en el “Grand Théâtre” de Ginebra dirigiendo la producción completa de An American in Paris de Gershwin. En la temporada 2026, Wayne Marshall actuará con la Orquesta Sinfónica de Basilea y realizará una gira por los Países Bajos e Italia con la Toscanini Orchestra. Terminará el año dirigiendo el concierto de Año Nuevo en Zúrich con la Tonahlle Orchestra.
Como recitalista de órgano, tiene un repertorio excepcionalmente variado y actúa en todo el mundo.
Durante 2024, ha actuado en el Walt Disney Concert Hall en Los Ángeles, en la Philharmonie de Essen, en la Catedral de Bruselas y en el Royal Albert Hall de Londres con motivo de las celebraciones del 150 aniversario del organista Henry Willis. En junio de 2025, ofrecerá recitales de órgano en el Royal Festival Hall y en la Catedral de Norwich. En octubre de 2025, Wayne Marshall ofrecerá un recital de órgano en Dudelange, seguido de una extensa gira de recitales de órgano en China. También actuará y dirigirá en el Festival de Lucerna para celebrar el 25 aniversario del órgano de la sala KKL.
Entre sus distinciones se incluyen un Doctorado Honoris Causa de la Universidad de Bournemouth (2004), una Beca del Royal College of Music (2010), el Golden Jubilee Award del Gobierno de Barbados (2016). En 2021, Wayne fue galardonado con un OBE (Officer of the British Empire) por Su Majestad la Reina Isabel. En marzo de 2024, Wayne fue nombrado Doctor Honoris Causa por la Universidad de Coventry. Wayne Marshall se enorgullece de ser embajador del London Music Fund, una organización benéfica cuya misión es transferir a las comunidades desfavorecidas el acceso de los niños a una educación musical de alta calidad.
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