Conciertos

Mozart, Mendelssohn y Suzuki


Palacio Euskalduna.   19:30 h.

Regresa Masaaki Suzuki con un programa a su medida. Comienza con una sinfonía de increíble madurez para un Mozart de solo 17 años, continúa con su música vocal con protagonismo para Jone Martínez, cuya voz enamoró a Suzuki en su primera visita, y finaliza con la hermosa sinfonía con la que Mendelssohn celebró la reforma luterana, y que contiene el solemne Amen de Dresde que utilizará más tarde Wagner en Parsifal.

Masaaki Suzuki, director
Jone Martínez, soprano


I

WOLFGANG AMADEUS MOZART (1756 – 1791)

Sinfonía nº 25 en sol menor K. 183*

I. Allegro con brio
II. Andante
III. Menuetto-Trio
IV. Allegro

Fra cento affanni e cento, para soprano y orquesta K. 88*

Vorrei Spiegarvi, oh Dio, para soprano y orquesta K. 418

Jone Martínez, soprano

II

FELIX MENDELSSOHN (1809 – 1847)

Sinfonía nº 5 en Re Mayor Op. 107 «de la Reforma»

I. Andante – Allegro con fuoco
II. Allegro vivace
III. Andante
IV. Chorale: Andante con moto – Allegro vivace

*Primera vez por la BOS
Dur: 100’ (aprox.)

FECHAS

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Música de frontera

Los compositores cuya música disfrutamos esta tarde tienen en común varias características. Algunas son dignas de celebración, como su incontestable talento y el hecho de que escribieran música de alta calidad -más homogénea la calidad en el catálogo de Mozart que en el de Mendelssohn- y en diversos géneros. De signo lamentable es la coincidencia en su brevísima vida. Mozart murió cuando le quedaban pocas semanas para cumplir treinta y seis años y Mendelssohn no llegó a los treinta y ocho. No deja de ser curioso que Mozart incluyera una frase del abuelo de Mendelssohn, el filósofo, en la última carta que escribió a su padre y en la que reflexionaba acerca de la muerte. La tomó, casi textualmente, del libro “Fedón, o sobre la inmortalidad del alma” del citado Moses Mendelssohn. En su carta, Mozart dice esto: “Como la muerte es la verdadera finalidad de nuestras vidas, hace ya varios años que mantengo una relación estrecha con esta amiga.”

También encontramos otro enlace entre estos dos compositores y es que el lenguaje clásico y el romántico no son ajenos a las partituras de ninguno. Si bien Mozart representa la cumbre del Clasicismo, hay que tener en cuenta que algunas de sus obras fueron admiradas y analizadas con veneración por los compositores románticos, que asimilaron algunos de sus recursos expresivos fascinados por su carga emotiva. Por su parte, Mendelssohn fue un romántico atado al Clasicismo. En ambos autores se entreteje el lirismo claro de unas melodías inspiradísimas con un dramatismo propio del afán expresionista.

El programa de hoy es buen ejemplo de esta música de frontera. De hecho, la Sinfonía nº 25 K 183 de Wolfgang Amadeus Mozart (Salzburgo, 1756 – Viena, 1791) está escrita en sol menor, la misma tonalidad agitada y perturbadora que inunda su Sinfonía 40, esa que fue colocada en un altar por los compositores del siglo romántico. La que escuchamos esta tarde es una obra que varios analistas han calificado como “meteorito ardiente” o “milagro”. Tal vez por el arrebato que llevó a un adolescente de apenas diecisiete años a alumbrar la partitura en tan solo dos días. Mozart había regresado de un viaje a Viena, donde había ido con su familia en busca de un puesto de trabajo en la corte de María Teresa. En esta ocasión -como tantas otras veces- quienes sostenían el panorama musical no tuvieron la clarividencia necesaria para constatar que estaban ante un fenómeno irrepetible. Dicen sus biógrafos que esta página sinfónica es el resultado de la frustración y el desconsuelo de un genio con las expectativas truncadas. Además, está cosida a sus pentagramas una nueva corriente musical con la que Mozart tomó contacto en los tres meses pasados en la capital austriaca. Allí escuchó algunas sinfonías de Haydn y de otros compositores -hoy fuera de los programas-, impregnadas del proto-romanticismo asociado al Sturm und Drang, corriente literaria que puede traducirse como ‘tempestad y empuje’ y que afectó también a la música, infundiéndole una intensidad emocional exacerbada y unos arranques apasionados y violentos.

Es lo que nos sale al encuentro en la atmósfera vehemente y pesimista del Allegro con brio, cuyo tema principal está sustentado por un motivo rítmico insistente y salvaje en el que parece reflejarse el orgullo ofendido de quien se sabía singular. La febril escena se alivia en parte con el canto del oboe, pero la calma dura poco y la tensión, implacable, cierra el movimiento.

La sensibilidad que emana de los motivos breves y descendentes con que da comienzo el Andante, así como el diálogo entre instrumentos basado en ecos y pequeñas réplicas, nos recuerda que Mozart desborda siempre la emotividad propia de la música de su tiempo. En todo caso, esos fraseos cortos, apoyados unos en otros y de cierta ingenuidad, nos devuelven un poco de sosiego antes de que el final del movimiento nos señale que estamos ante una sinfonía teñida de melancolía.

De hecho, el Menuet está muy alejado de la idea de danza galante con que nació en la corte de Luis XIV y que con tanta elegancia cultivó el periodo clásico. La contundencia con que está marcado el compás ternario en la apertura del movimiento resulta algo opresiva, pero el furor cede de nuevo en el Trío, con la claridad del canto en los instrumentos de viento madera, que nos aporta un momento de serenidad antes del da capo.

Estos dos movimientos centrales son una deliciosa muestra de la naturalidad con que respira la música de Mozart, en una alternancia perfecta entre tensión y reposo.

La ferocidad retorna en el Allegro final, con una idea obsesiva y rotunda que, en su furia y su expresión ferviente, deja poco espacio a otra algo más ligera con la que se va turnando.

Estando aún en los albores del Clasicismo, Mozart nos regala aquí una trágica confesión personal, tan conmovedora que puede considerarse absolutamente original y pionera. Todo un anticipo de lo que estaba por llegar.

Y tratándose de un niño prodigio, todavía era más joven cuando escribió su aria de concierto «Fra cento affanni e cento», sobre un texto de Metastasio. Tenía catorce años y fue en Milán, adonde había ido con su padre en uno de los numerosos viajes que hicieron juntos con el fin de conocer de primera mano el fabuloso mundo operístico italiano y, desde luego, con el propósito de darse a conocer. De hecho, en Milán fue generosamente tratado, tanto en lo económico como en lo profesional, ya que algunos de los músicos importantes de aquel destacado centro musical avalaron al adolescente para que le fuera encargada la composición de la ópera Nitrídates. Volviendo al aria que escuchamos hoy, hay que decir que no defraudó, escribiendo lo que puede considerarse una obra de madurez, de carácter heroico y grandes dosis de virtuosismo. El estilo vocal se divide entre un robusto declamado, rico en amplios saltos melódicos, y la coloratura generalizada. Ambas se ponen al servicio de la expresión de las punzadas, pálpitos y temblores que invaden a la soprano.

Mozart escribió más de cincuenta arias de concierto. Algunas de ellas -entre las que se encuentra «Fra cento affanni e cento»- fueron una especie de ramificación de la cantata para solista, inspirada igualmente por una escena imaginaria. Pero hay varias que nacieron como aportaciones a óperas de otros compositores. Es el caso de «Vorrei spiegarvi, oh Dio», que vio la luz en Viena en 1783 como página sustitutiva en la ópera bufa El curioso indiscreto de Pasquale Anfossi. En aquella ocasión la cantó su cuñada Aloysia Weber, hermana de Constanze. Mozart escribía siempre teniendo en cuenta a los intérpretes y, pensando en la voz de Aloysia, diseñó una pieza donde la primera parte está perfilada por una melodía sublime que anticipan los instrumentos de viento -con papel destacado para el oboe- sobre el pizzicato de la cuerda. En ella la soprano suspira por explicar su pena y su pérfido destino, que le condena a sollozar y guardar silencio, y para ello ha de usar unos recursos vocales que requieren de un filato preciso. El Adagio da paso a un Allegro donde el fraseo largo se convierte en un canto más impulsivo y acrobático, que expresa la desazón de la soprano ante los inconvenientes del triángulo amoroso. De nuevo el compositor clásico tan cerca de la emoción romántica.

Y al otro lado de la frontera entre Clasicismo y Romanticismo nos espera Felix Mendelssohn (Hamburgo, 1809 – Leipzig, 1847). Este romántico clasicista fue un maestro de la claridad compositiva y de la simetría formal, que huía de las distorsiones armónicas y de la transgresión de las normas. Creía que el orden clasicista aceptaba el espíritu romántico y que éste no interfería en aquel. Nacido en una familia rica e ilustrada, Mendelssohn tenía un elevado concepto de la civilización y, además de sus partituras, sus contribuciones al panorama cultural europeo son tan valiosas como la recuperación del nombre de Juan Sebastian Bach o la magnífica dirección de la Gewandhaus de Leipzig, gloria del Ochocientos musical alemán y aún hoy prestigiosa institución. Su entorno familiar le había inculcado que la propia riqueza debe devolverse a la comunidad a través de la cultura y de ahí nace su conciencia clásica, de la que brota una lección de equilibrio y templanza dictada por el conocimiento.

Mendelssohn había compuesto en su niñez varias sinfonías para cuerdas por lo que, a su talento innato, sumó un notable oficio antes de abordar el género con orquesta completa. Escribió su Sinfonía nº 5 en Re Mayor en 1830 para conmemorar el tercer centenario de la Confesión de Fe de Augsburgo, de ahí su sobrenombre y su pretensión ceremoniosa. Sin embargo, una vez se apaga la música, lo que queda en nuestra memoria es el despreocupado empuje juvenil y la ternura lírica de sus movimientos centrales.

Es esta una obra con cierta descompensación entre movimientos. El primero se abre con un Andante penetrado por la solemnidad que requería el acontecimiento que inspiró la sinfonía. Antes de que esta introducción concluya, oímos por dos veces el ‘Amén de Dresde’ en el registro agudo y dibujado con líneas espaciadas que evocan la concordia, en el seno de la divinidad, entre protestantes y católicos. De hecho, este patrón musical fue usado en sus obras por compositores de distintas creencias religiosas como Wagner, Bruckner o Mahler. El apelativo “con fuoco” del Allegro nos muestra a un Mendelssohn apasionado que, en modo menor y con ferocidad, plantea la lucha entre la paz y el conflicto. Aquí los pasajes de ira son suavizados por algunos momentos de ecuanimidad, hasta que reaparece el ‘Amén de Dresde’ para apaciguar el ambiente antes del final rotundo. El Allegro vivace nos conduce al Mendelssohn genuino, del que brotan con facilidad ideas a medio camino entre la danza y lo cantabile, con un aire festivo cimentado en motivos breves y ligeros y salpicados por los timbres orquestales. Es este un feliz scherzo que tiene la frescura de partituras como la Sinfonía Italiana o El sueño de una noche de verano. El brevísimo Andante nos regala después una conmovedora melodía de largo aliento, al estilo de sus Romanzas sin palabras, que sirve de preparación al Coral final, “Ein feste Burg ist unser Gott” (“Poderosa fortaleza es nuestro Dios), himno de Martin Lutero que ya había sido usado por Bach en su Cantata BWV 80. Presentado en la voz de las maderas, el contrapunto desarrollado a partir del coral evidencia el perfecto manejo y la devoción de Mendelssohn por las técnicas de composición del pasado. Una pomposa conclusión remata ceremoniosamente esta obra profana concebida a mayor gloria de una reforma religiosa.

En este programa comprobamos que la música puede ser también fronteriza. Entre lo lírico y lo vehemente; entre lo ordenado y lo efusivo; entre lo clásico y lo romántico. Disfruten del mestizaje.

Mercedes Albaina


Jone Martínez.

Soprano

La joven soprano vasca Jone Martínez es una de las intérpretes más pujantes y versátiles del momento. Comenzó su formación vocal con Olatz Saitua en el Conservatorio Juan Crisóstomo de Arriaga de Bilbao. Es licenciada en Pedagogía del Lenguaje Musical y Educación Musical y graduada en Interpretación Canto con Maite Arruabarrena y Maciej Pikulski en Musikene, Con-servatorio Superior de Música del País Vasco, donde recibió el “Premio Fin de Estudios Kutxa” al mejor expediente en interpretación clásica de Musikene. Así mismo, ha continuado su formación vocal y musical con Carlos Mena.

Colabora habitualmente con La Cetra Barokorchestre Basel, Gli Angeli Geneve, European Union Baroque Orchestra, Forma Antiqva, Orquesta Barroca de Sevilla, Capilla Santamaría, Los Elementos Ensemble, Orquesta Barroca de Salamanca, Concerto 1700, La Ritirata, La Spagna, El Afecto Ilustrado, Conductus Ensemble y otros importantes conjuntos barrocos.

También aparece su nombre en las programaciones de la Orquesta y Coro de la Sinfónica de Galicia, Orquesta y Coro RTVE, Real Filharmonia de Galicia, Euskadiko Orkestra, Orquesta Sinfónica de Bilbao, Robert-Schumann-Philarmonie, Orquesta Ciudad de Granada, Orquesta Sinfónica de Navarra, Franz Schubert Filharmonia, entre otras.

En la temporada 2022/23 sobresalieron sus interpretaciones de Carmina Burana de Orff junto a la Euskadiko Orkestra y la Novena Sinfonía de Beethoven con la Orquesta y Coro RTVE, ambas bajo la dirección del maestro Pablo González; La Pasión según San Juan de Bach, también con la OCRTVE dirigida por Carlos Mena; el estreno en tiempos modernos de la ópera Ifigenia de Coccia dirigida por Alfredo Bernardini; Orfeo e Euridice de Gluck con la Orquesta Sinfónica de Galicia, bajo la dirección de Carlos Mena, el Stabat Mater de Pergolesi junto a La Cetra Barockorchester con el maestro Andrea Marcon; su gira por Polonia junto a la European Union Baroque Orchestra junto a Enrico Onofri con obras de Vivaldi, o su debut con la Robert Schumann Philarmonie en Chemnitz (Alemania) interpretando la “Sinfonía a Granada” de Palomo, dirigida por Guillermo García Calvo.

Entre sus actuaciones recientes destacan su debut en Estados Unidos junto a la National Symphony Orchestra y en Japón junto al Bach Collegium Japan, ambos dirigidos por Masaaki Suzuki; Alcina de Händel en el Teatro de la Maestranza, Orgía de Héctor Parra en el Gran Teatro del Liceo de Barcelona y La liberazione di Ruggiero dall’isola di Alcina de Francesca Caccini en los Teatros del Canal y Teatro Real; Menalippe de Dido, Königin von Carthago en el Innsbruck Festival of Early Music; y conciertos junto a la Orquesta de Euskadi, Orquesta de Barcelona y Nacional de Cataluña, Orquesta Sinfónica de Galicia, entre otras.

Próximos compromisos llevarán a Jone a actuar con La Cetra Barockorchester en Amsterdam Concertgebow, Basilea, Madrid y Santander; su debut con The Philadelphia Orchestra; Gloria de Poulenc con la Orquesta y Coro de Radio Televisión Española, y conciertos con Bilbao Orkesta Sinfonikoa, La Ritirata y la Orquesta de Valencia, entre otras


Masaaki Suzuki.

Director

Nació en Kobe y se graduó en la Universidad de Bellas Artes y Música de Tokio con un título en composición e interpretación de órgano. Estudió en el Conservatorio Sweelinck de Ámsterdam con Ton Koopman y Piet Kee. Fundador y profesor emérito del departamento de música antigua de la Universidad de las Artes de Tokio. Suzuki combina su carrera como director de orquesta con su trabajo como organista y clavecinista; recientemente ha grabado obras para estos instrumentos de Bach.

En abril de 2001, fue condecorado con «Das Verdienstkreuz am Bande des Verdienstordens der Bundesrepublik» de Alemania. Fue miembro del cuerpo docente de dirección coral de la Escuela de Música de Yale y del Instituto de Música Sacra de Yale desde 2009 hasta 2013, donde continúa afiliado como director invitado principal de la Yale Schola Cantorum. En 2012 fue galardonado con la Medalla Bach de Leipzig y en 2013 con el Premio Bach de la Real Academia de Música.

Desde que Masaaki Suzuki fundó el Bach Collegium Japan en 1990, se ha consolidado como una autoridad en las obras de J. S. Bach. Ha sido director de Bach Collegium Japan desde entonces, llevandolos con regularidad a los principales escenarios y festivales de Europa y Estados Unidos. Grabando el ciclo completo de las Cantatas Sagradas de Bach y forjándose una excelente reputación por su expresivo refinamiento y la autenticidad de sus interpretaciones.

La impresionante discografía de Suzuki con Record BIS, que incluye las obras corales más importantes de Bach, así como obras completas para clave, le ha valido numerosos elogios de la crítica. The Times escribe: «haría falta una barra de hierro para no sentirse conmovido ante su frescura, nitidez y sobriedad espiritual». En 2018 concluyó de forma triunfal con el Bach Collegium Japan la grabación épica de las cantatas sacras y profanas iniciadas en 1995, que comprende sesenta y cinco volúmenes. Recientemente el conjunto ha grabado la Pasión según San Juan y la Pasión según San Mateo de Bach, galardonadas por Grammophone.

Además de trabajar con renombrados conjuntos de época como Collegium Vocale Gent, Orchestra of the Age of Enlightenment y Philharmonia Baroque Orchestra, Suzuki ha sido invitado a dirigir repertorios tan diversos como Brahms, Britten, Fauré, Mahler, Mendelssohn, Dvořák y Stravinsky, con orquestas como la Filarmónica de Nueva York, la Orquesta Sinfónica de San Francisco, la Filarmónica de Los Ángeles, la Orquesta Sinfónica de Montreal, la hr-Sinfonieorchester, Philharmonia Orchestra, Deutsches Symphonie-Orchester Berlin, Mozarteum Orchester Salzburg, Gewandhausorchester Leipzig, Radio de Baviera, Radio Nacional de Dinamarca, Sinfónica de Gotemburgo, Orchestre Philharmonique de Radio France y Yomiuri Nippon Symphony Orchestra.

La temporada pasada fue invitado con el Bach Collegium Japan al festival BBC Proms, y en junio de 2023 participó como uno de los tres conjuntos en el ciclo de cantatas del Bachfest Leipzig, donde también realizaron una interpretación de Elías de Mendelssohn muy aclamada; su apretada agenda también los llevó a Estados Unidos, donde actuaron en lugares como el Alice Tully Hall de Nueva York y el Davies Symphony Hall de San Francisco, y realizaron varias giras por Europa. Así como con la Orchestra of the Age of Enlightenment y la Philharmonia Orchestra.

En esta temporada 2024/25 ha dirigido de nuevo a la Orchestre de Chambre de Paris y a la Kyoto Symphony Orchestra, y ha debutado con la National Symphony Orchestra Washington, la Philadelphia Orchestra, la New Zealand Symphony Orchestra y la Schola Cantorum Basiliensis, entre otras. Suzuki también ha vuelto a dirigir a la Lahti Symphony Orchestra, la Orquesta Sinfónica de Bilbao y la Orquestra Sinfònica do Estado de São Paulo.

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Eduardo Strausser, director
Michal Dmochowski, violonchelo
Orfilia Saiz, violonchelo
Adam Klocek, violonchelo


I

WOJCIECH KILAR (1932 – 2013)

Orawa, para orquesta de cuerda

KRZYSZTOF PENDERECKI (1933 – 2020)

Concerto grosso para tres violonchelos y orquesta*

Michal Dmochowski, violonchelo
Orfilia Saiz, violonchelo
Adam Klocek, violonchelo

II

JOHANNES BRAHMS (1833 – 1897)

Sinfonía nº 4 en mi menor Op. 98

I. Allegro non troppo
II. Andante moderato
III. Allegro giocoso
IV. Allegro energico e passionato – Più Allegro

*Primera vez por la BOS
Dur: 110’ (aprox.)

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