Conciertos
Samy Moussa y la 7a de Dvorák
Descubrir la música de Samy Moussa estos últimos años y comprobar su buena conexión con el público ha sido una muy agradable sorpresa. Tendremos ocasión de seguir explorando su obra con su concierto para violín «Adrano», con la excelente Karen Gomyo y de disfrutarlo en su faceta de director con la música de Nielsen y la pasional 7ª sinfonía de Antonin Dvorák.
Samy Moussa, director
Karen Gomyo, violín
I
CARL NIELSEN (1865 – 1931)
Helios, Obertura Op. 17
ANTONIN DVORAK (1841 – 1904)
Romanza para violín y orquesta en fa menor Op. 11*
Karen Gomyo, violín
SAMY MOUSSA (1984)
Concierto para violín y orquesta “Adrano”**
I.
II. Cadenza
III.
IV. Epilogue
Karen Gomyo, violín
II
ANTONIN DVORAK (1841 – 1904)
Sinfonía nº 7 en re menor Op. 70
I. Allegro maestoso
II. Poco Adagio
III. Scherzo (Vivace)
IV. Finale (Allegro)
*Primera vez por la BOS
**Estreno en España
FECHAS
- 11 de abril de 2024 Palacio Euskalduna 19:30 h. Comprar Entradas
- 12 de abril de 2024 Palacio Euskalduna 19:30 h. Comprar Entradas
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LAS NUEVE HIJAS DE MNEMOSINA
Preparar estas notas al programa es para mí un ejercicio muy gratificante: buscar una relación o hilo conductor entre las distintas obras, escuchar diferentes versiones de cada una de ellas siempre que sea posible, leer artículos, consultar libros, ojear partituras, rumiar ideas… todas ellas actividades placenteras; pero siempre, antes o después, aparece ese momento en el que hay que enfrentarse a la página en blanco –que, por ser digital, no es menos blanca– y comenzar a escribir desde cero.
Para estos trances de angustia creativa, los antiguos griegos, en su particular y mitológica versión de los culebrones, recurrieron a nueve divinas hermanas a las que llamaron μοῦσαι, musas para nosotros. Según cuenta el poeta Ovidio, Zeus se disfrazó de pastor para camelarse a su tía Mnemosina –ya les había advertido que había lío–, y estuvieron juntos en las colinas de Tracia durante nueve noches consecutivas, de las que nacieron nueve jóvenes: las divinidades inspiradoras de las artes, que bajaban a la tierra a susurrar ideas e inspirar a los mortales que las invocaran. Estas jóvenes, relacionadas con actividades como la poesía, la historia, la tragedia, la comedia o la danza, pasaron a formar parte del séquito de Apolo, dios de la música y de las bellas artes –y su medio hermano, pues también era hijo de Zeus–, a quien acompañaban siempre y con quien todas ellas tuvieron romances y algunas incluso descendencia –menos mal que la mitología no entiende de ADN, porque si no a su lado los problemas genéticos de algunas casas reales parecerían una tontería–.
Enredos mitológicos aparte, la inspiración para componer una obra musical puede surgir de la forma más inesperada. En el caso de la primera obra de hoy, la Obertura Helios, al compositor Carl Nielsen le sobrevino la inspiración en una estancia en Atenas durante el invierno y la primavera de 1903, donde había acompañado a su esposa Anne Marie Carl-Nielsen, una de las primeras personas especialistas en arte a quienes se becó y permitió realizar copias de estatuas y bajorrelieves en el Museo de la Acrópolis –no seré yo quien omita o pase por encima de un logro femenino de este calibre–. El caso es que ese cálido invierno –al menos para un danés– y la hermosa luz mediterránea fueron suficiente inspiración para una obra que describe el sol saliendo y poniéndose sobre el Mar Egeo. «Ahora hace un calor abrasador. Helios arde todo el día y estoy escribiendo sobre mis nuevas costumbres solares: ya he terminado una larga introducción con el amanecer y la canción de la mañana y he comenzado con el allegro», le escribía a un amigo.
Nielsen se había inspirado en Ἥλιος, Helios, el dios griego que conducía el carro del sol a través del cielo cada día, tirado por cuatro corceles que arrojaban fuego. Y, sin embargo, esta inspiración le causaba cierto desasosiego al propio Nielsen, convencido detractor de la música programática, como se puede ver en esta carta que escribió a su colega Thomas Laub nada más terminar la obra: «Sería un gran placer si pudiera darme su opinión sobre la llamada música programática, hasta qué punto considera que es permisible. Es de cierto interés para mí, ya que acabo de escribir una obra de este tipo; es decir, no exactamente un programa detallado: mi obertura describe el movimiento del sol a través del cielo desde la mañana hasta la tarde, pero sólo se llama Helios y no necesita explicación. ¿Qué opina? Un título de programa así no parece una gran molestia. Luz, Oscuridad, Sol y Lluvia son casi lo mismo que Credo, Crucifixus, Gloria…».
No sabemos qué le contestó Laub, pero sí que Nielsen finalmente estuvo dispuesto a admitir cierta narrativa en la música, ya que incluyó una breve descripción en la primera edición de la partitura: «Quietud y oscuridad, el sol sale con un alegre canto de alabanza, vaga por su camino dorado y se hunde silenciosamente en el mar», palabras que dibujan a la perfección el discurrir de la pieza: una melodía serena suena en las cuerdas y las maderas cuando, de entre esa misteriosa oscuridad, se despierta la orquesta completa y suena una brillante fanfarria de trompetas, secundada por una elegante melodía en maderas y metales. Tras un bello pasaje en las cuerdas, vuelven la fanfarria y su vigor para ir después desapareciendo poco a poco, brumosas.
La segunda pieza de la velada, sin embargo, nos muestra cómo a veces la inspiración puede resultar esquiva y, al mismo tiempo, cómo sacar el mejor partido de ella. Dvořák andaba, allá por 1873, ejerciendo de organista en la iglesia de San Adalberto en Praga, y la estabilidad de este puesto le permitió casarse con Anna Čermáková e iniciar su vida familiar; además, ese mismo año su composición Himno patriótico y su colección de Danzas eslavas le hicieron conocer la fama, marcando su ascenso como compositor. En resumen, la vida pintaba relativamente bien cuando escribió su Cuarteto de cuerdas n.5 en fa menor durante el mes de septiembre para que el Cuarteto Bennewitz lo incorporara a su ciclo de conciertos, pero, al parecer, la cosa se torció cuando dicha agrupación, tras un solo ensayo, se negó a interpretarlo más debido a la «falta de estilo cuarteto», con el consiguiente cabreo del compositor, que no se lo tomó demasiado bien.
Hay que reconocer que el cuarteto tenía un aire claramente wagneriano y que el primer movimiento estaba basado en un motivo muy simple que iba evolucionando, en un cambio constante y sin estructura definida, creando una especie de protocuarteto experimental. Y no gustó. Ni al cuarteto Bennewitz ni a los editores, puesto que no llegó a publicarse ni a interpretarse nunca. ¿Habían abandonado las musas a Dvořák? rotundamente no, pero digamos que tanto trajín con Apolo las había tenido un poco despistadas.
Sin embargo, el movimiento lento del cuarteto era, probablemente, la música más nacionalista –checa, obviamente– que había creado hasta entonces, cualidad que el editor Simrock pudo ver, sugiriéndole a Dvořák que lo arreglara para violín solista y pequeña orquesta, cosa que finalmente hizo –pese a haberle cogido un poco de tirria al cuarteto– aprovechando un encargo para un concierto benéfico de la Asociación de Pensiones de la Orquesta del Teatro Provisional de Praga.
Así que el Andante con moto quasi allegretto se (re)convirtió en el Andante con moto a secas que conforma la Romanza en fa menor para violín y orquesta, combinando material del cuarteto –un precioso cantabile, el tema principal– con nuevos temas que Dvořák estructura en la forma tradicional de sonata. El resultado es una pequeña joya que deslumbra a primera vista y lo hace aún más tras una atenta escucha que permita percibir todos los sutiles atractivos ocultos: el tema principal impregna toda la Romanza, con una introducción sencilla en la que un tranquilo tutti orquestal se va creando poco a poco hasta que llega la expresiva entrada del violín solista, virtuoso y lírico. Más adelante, se escucha un segundo tema, ligero y volátil, pero siempre conservando un cierto carácter vocal, más allá de la exhibición del violín, guiando al oyente a través de diferentes giros y paisajes armónicos que, de alguna manera, recuerdan una y otra vez al tema principal. Toda la exposición concluye con un nuevo tema final, suavemente insinuante, íntimo, delicado y encantador, ganándose un lugar como una de las romanzas más bellas del repertorio orquestal.
Tampoco Samy Moussa, director de esta velada y compositor de la siguiente obra, es ajeno a los susurros de las musas: Adranus, un dios del fuego de quien la mitología dice que vive bajo el monte Etna, era adorado por los antiguos pueblos del este de Sicilia, quienes establecieron una ciudad en la base oriental del volcán alrededor del año 400 a.C. y la bautizaron en su honor, Adrano. Después de una visita a esta ciudad, ascender al monte Etna y de escuchar su leyenda, el compositor canadiense se inspiró en ella para componer en 2019 la pieza que escucharemos a continuación: su Concierto para violín y orquesta Adrano, estrenado el 28 de noviembre de ese mismo año por la Orquesta Sinfónica de Montreal –ciudad natal de Moussa– y el violinista Andrew Wan, concertino de la MSO, bajo la dirección de Kurt Nagano.
La obra consta de cuatro breves movimientos: dos principales, el primero y el tercero, separados por una cadencia pero tocados sin pausa, y concluyendo con un epílogo. El primero de ellos comienza con lentos acordes ascendentes de maderas y contrabajos, entre los que emerge el solista con una escala en el registro más agudo: el dios subterráneo Adranus –representado por el contrafagot, capaz de producir las notas más profundas de la orquesta– es invocado por un adorador solitario, que eleva su canto ritual hasta que, en un clímax cerca del final del movimiento, el dios cobra vida. El segundo movimiento es una Cadenza acompañada de arpegios armónicos, donde el violín toma el protagonismo con cierta cautela, silenciosamente aprensiva, que es repentinamente respondida por el ardiente tercer movimiento: una erupción de energía y ritmo, rápida e implacable, llena de armonías embriagadoras y ruidosas. Como epílogo se escucha una variante de la introducción del concierto, con un aire tranquilo, sereno, con lejanas trompetas apagadas que hacen eco de las notas iniciales de Also sprach Zarathustra de Richard Strauss que Kubrick utilizó para evocar las fuerzas de la Naturaleza, describiendo el fuego que disminuye y vuelve a su origen bajo la tierra, dejando al violín elevándose sutilmente.
Esta obra, deslumbrantemente colorista, obtuvo el Premio Juno 2021 a la Composición Clásica del Año y la OSM, Kent Nagano y Andrew Wan consiguieron también el premio al Álbum Clásico del Año: Gran Conjunto por la grabación que incluía esta obra junto a la Serenata de Bernstein y el Concierto para violín de Ginastera.
Tras el descanso, vuelve Dvořák con la más dramática y austera de sus nueve sinfonías: la Séptima. Su atmósfera sombría contrasta con la gran mayoría de la obra del compositor checo –aunque incluso en sus obras más alegres hay una sensación de seriedad y profundidad–. Uno de los rasgos más característicos de esta sinfonía es la ausencia de la inspiración eslava a la que tanto se asocia la obra de Dvořák. Y, entonces, ¿qué le susurraron las musas para escribir esta sinfonía? La literatura fue para el autor checo una importante fuente de inspiración, así como el arte plástico. También fue un gran admirador de todos los nuevos descubrimientos técnicos, como los buques trasatlánticos o las locomotoras, que le fascinaban, y en más de una ocasión confesó que la naturaleza era una de sus grandes fuentes de inspiración. Sin embargo, esta obra tiene una motivación más profunda, pues es una sinfonía «de años tristes» o, al menos, así lo escribió en la primera página del manuscrito, afirmando que la obra fue concebida en «una época llena de duda, amargura, dolor silencioso y resignación».
Estos duros sentimientos se han atribuido generalmente a la muerte de su madre, Anna Dvořáková, pero es poco probable, ya que falleció dos años antes de que él comenzara a escribir la obra. También se le achaca frecuentemente a una supuesta crisis personal, en la que se debatía entre esa música nacionalista al servicio de su país que tantos éxitos le había granjeado y una música más cosmopolita que le abriera las puertas de la fama internacional. Una nota que escribió en la partitura debajo del tema principal del primer movimiento –«Este tema se me ocurrió al llegar a la estación del tren ceremonial procedente de Pest en 1884»– haciendo referencia a la llegada de sus compatriotas desde Pest para combatir y apoyar las revueltas políticas, hace que otros interpreten esa inspiración triste como la reacción a la turbulenta atmósfera sociopolítica reinante. Sin embargo, no existe evidencia convincente para ninguna de esas teorías.
Sea como fuere, la sinfonía que compuso como respuesta al encargo de la Sociedad Filarmónica de Londres junto con la noticia de que también había sido elegido miembro honorario, es inusualmente oscura, aunque también una de sus obras maestras, impecable tanto en forma como en contenido. «Mi nueva sinfonía debe ser tal que cause un gran revuelo en el mundo», escribió a un amigo mientras la componía.
Sin embargo, a pesar de su dramatismo, no hay excesos ni aspavientos; se trata más bien de una música contenida, profundamente íntima, conmovedora, intensamente expresiva, nunca asfixiada por el sentimentalismo.
La concepción de toda la obra manifiesta una notable cohesión temática y estilística a lo largo de sus cuatro movimientos. El carácter del primero, en forma sonata, está determinado por su tema principal, que comienza con un siniestro motivo en violas y chelos sobre un pedal de trompas y timbales, que se desarrolla hasta elevarse rápida y sorprendentemente. El segundo tema es más conciliador, pero a medida que evoluciona también se va oscureciendo. Para concluir, los violonchelos iniciarán una breve coda, con la sombría melodía que abría la obra, lanzando el tema principal de un instrumento a otro, hasta que finalmente se agota, resignadamente, despojado de su fuerza.
El segundo movimiento es considerado como el mejor de todos los tiempos lentos compuestos por Dvořák –y eso que eran su especialidad–. Con una melodía de cautivadora belleza y una delicada paleta orquestal, introduce una cierta sensación de calma, de paz espiritual. Lleno de preciosas ideas musicales y delicadas contramelodías, el movimiento fluye hasta el material temático inicial que, tras un intenso pero breve tutti, se diluirá suavemente.
El tercer movimiento está escrito en la forma A-B-A y, a pesar de ser un Scherzo, está marcado por sombríos acentos. Comienza con un tema de baile, un furiant de origen bohemio y ritmos cruzados, que contrasta con el Trío, un bucólico pas-de-deux en modo mayor. Tras un pequeño episodio de transición, llega al motivo del comienzo. Antes del decidido y firme final, una pequeña coda rememora con nostalgia los movimientos anteriores.
Nuevamente, el movimiento final abre con una profunda melodía. Un segundo y heroico motivo aparecerá en forma de marcha, seguido de un tercer tema, llenando la orquesta de complejos diálogos en un largo desarrollo de magistral sentido estructural. Los tonos oscuros del movimiento, de pronto, en una apoteósica cadencia donde la armonía se expande, estalla en un luminoso y liberador modo mayor, tan repentino como sincero y esperanzador.
La inspiración juega un papel muy importante no sólo en la concepción de una obra por parte de su autor, sino también en su posterior comprensión por parte del oyente. No en vano la palabra “música” deriva del vocablo griego μουσική, musikí, que significa “relativo a las musas”. Habrá que tener el oído atento, a ver qué nos susurran durante esta velada.
Nora Franco
Karen Gomyo.
Violín
Karen Gomyo, «una artista de primera categoría con verdadero dominio musical, vitalidad, brillantez e intensidad». (The Chicago Tribune), posee una rara habilidad para cautivar y conectar íntimamente con el público a través de sus interpretaciones profundamente sentidas y emotivas. Con un dominio impecable del instrumento y elegancia expresiva, es una de las violinistas más destacadas de la actualidad.
Los compromisos de Karen en la temporada 2023/24 incluyen sus debuts con la Chicago Symphony Orchestra con John Storgårds, Gewandhausorchester Leipzig con Semyon Bychkov; y la National Symphony Orchestra of Ireland con Lio Kuokman. También actúa con la Mozarteumorchester de Salzburgo con Constantinos Carydis, la BBC Philharmonic Orchestra con John Storgårds, la Orquesta Gulbenkian con Giancarlo Guerrero, y la Sinfónica de Vancouver con Gerard Schwarz. En febrero de 2024, Karen volverá a la Dallas Symphony Orchestra para el estreno mundial de Year 2020, un Concierto para trompeta, violín y orquesta de Xi Wang, con la trompetista Tine Thing Helseth y el director Fabio Luisi. Junto con el director Jakub Hrůša, con quien colabora habitualmente, Karen volverá a Japón para actuar con la Tokyo Metropolitan Symphony Orchestra.
Karen sigue teniendo muchos compromisos en Australasia, y estará de gira por la región en agosto y septiembre de 2024, volviendo a las orquestas sinfónicas de Singapur, Melbourne, Sydney, Tasmania y Australia Occidental.
Entre los hitos de las últimas temporadas cabe destacar los debuts de Karen con la New York Philharmonic, Pittsburgh Symphony, Orquesta Nacional de España, Czech Philharmonic y la Accademia Nazionale di Santa Cecilia de Roma. Karen también regresó a la Los Angeles Philharmonic a las órdenes de Gustavo Dudamel en el Hollywood Bowl, a la Orchestre Philharmonique de Radio France de París con Mikko Franck y a la WDR Sinfonieorchester Köln con Cristian Macelaru.
Apasionada de la música de cámara, Karen ha tenido el placer de tocar con artistas como Olli Mustonen, Leif Ove Andsnes, Enrico Pace, James Ehnes, Noah Bendix-Balgley, Daishin Kashimoto, Emmanuel Pahud, Julian Steckel, el difunto Heinrich Schiff, la mezzosoprano Susan Graham y el guitarrista Ismo Eskelinen, con quien ha grabado el álbum a dúo Carnival en Bis Records.
También es una defensora de la música del Nuevo Tango de Astor Piazzolla. Colabora regularmente con el pianista de Piazzolla y leyenda del tango, Pablo Ziegler, así como con los bandoneonistas Héctor del Curto, JP Jofre y Marcelo Nisinman. En 2021 Karen publicó A Piazzolla Triology (BIS Records), grabado con la sección de cuerda de la Orchestre National des Pays de la Loire y la guitarrista Stephanie Jones.
Reconocida por su compromiso con el encargo de nuevo repertorio, Karen ha ofrecido los estrenos en Estados Unidos del Concierto para violín ‘Adrano’ de Samy Moussa con la Pittsburgh Symphony – y el Concierto nº 2 ‘Mar’eh’ de Matthias Pintscher con la National Symphony Orchestra in Washington bajo la batuta del propio compositor. En mayo de 2018, interpretó el estreno mundial del nuevo Concierto de Cámara de Samuel Adams con miembros de la Chicago Symphony Orchestra y Esa-Pekka Salonen, una obra escrita específicamente para Karen y encargada por la serie ‘Music Now’ de la CSO para su 20 aniversario.
Nacida en Tokio, Karen comenzó su carrera musical en Montreal y Nueva York. Estudió con la legendaria pedagoga Dorothy DeLay en la Juilliard School antes de continuar sus estudios en la Jacobs School of Music de la Indiana University y en el New England Conservatory. Karen también participó como violinista, presentadora y narradora en un documental producido por NHK Japón sobre Antonio Stradivarius titulado Los misterios del violín supremo, que se emitió en todo el mundo a través de NHK WORLD.
Samy Moussa.
Director
Nacido en Montreal en 1984 y afincado en Berlín, el compositor y director Samy Moussa es uno de los compositores más destacados del mundo. Sus obras han sido interpretadas por muchas de las orquestas más prestigiosas del mundo, como la Royal Concertgebouw Orchestra, la London Symphony Orchestra y Los Angeles Philharmonic. También ha sido Artista en Residencia de la Toronto Symphony Orchestra y colabora estrechamente con la Orchestre Symphonique de Montréal. La temporada 2022/23 fue testigo del estreno mundial de su Concierto para trombón con la Orchestre national de Lyon y el trombonista Jörgen van Rijen, así como del estreno europeo de su Segunda Sinfonía con la BBC Scottish Symphony Orchestra en los BBC Proms 2023, mientras que el propio Moussa realizó apariciones como director con Musikkollegium Winterthur y Edmonton Symphony Orchestra. Entre los próximos estrenos de la temporada 2023/24 se incluyen los estrenos mundiales de Antigone, un oratorio para coro femenino y orquesta dirigido por Erik Nielsen con la Dutch National Opera & Ballet, y una nueva obra encargada por la Pittsburgh Symphony Orchestra que dirigirá Manfred Honneck.
En la temporada 2023/24, Moussa dirige la Orchestra della Svizzera italiana, así como el Ensemble 10/10 de la Royal Liverpool Philharmonic Orchestra y la Bilbao Orkestra Sinfonikoa. En las últimas temporadas ha dirigido una amplia gama de repertorio, desde clásico hasta contemporáneo, con la Bayerisches Staatsorchester, RSO Wien, Toronto Symphony Orchestra, Vancouver Symphony Orchestra, MDR Sinfonieorchester Leipzig, Calgary Opera, Staatskapelle Halle y Zürcher Kammerorchester.
Las obras de Moussa, programadas habitualmente por las orquestas más prestigiosas del mundo, han sido encargadas e interpretadas por orquestas de la talla de la Wiener Philharmoniker, Bavarian Radio Symphony Orchestra, DSO Berlin, Dutch National Opera and Ballet, Dallas Symphony Orchestra y Brussels Philharmonic. Esta temporada, aún más orquestas de primera fila se harán cargo de su obra con actuaciones de la NDR Elbphilharmonie Orchester, Frankfurt Radio Symphony Orchestra y Cincinnati Symphony Orchestra. Sus obras siguen siendo populares entre directores de renombre internacional como Hannu Lintu, Manfred Honeck, Kent Nagano, Kevin John Edusei, Stéphane Denève, Christoph Eschenbach, Gustavo Gimeno y Fabien Gabel.
El trabajo de Moussa ha sido aclamado regularmente por la crítica, los jurados y el público. En 2020, Moussa se convirtió en laureado de la Fondation Banque Populaire, añadiendo a su notable catálogo de galardones la Beca Villa Massimo 2018, el Premio Paul Hindemith 2017 del Festival de Música de Schleswig-Holstein, el Premio de Compositores Ernst von Siemens 2013 y el Bayerischen Kunstförderpreis 2012 por su trabajo como director musical del Ensemble INDEX.
Moussa completó sus estudios universitarios en la Université de Montréal con José Evangelista y sus estudios de postgrado en la Hochschule für Musik und Theater München con Matthias Pintscher y Pascal Dusapin, realizando clases magistrales con Pierre Boulez y cursos con Salvatore Sciarrino.
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