Conciertos

Slatkin y los hermanos Jussen


Palacio Euskalduna.   19:30 h.

La experiencia de Leonard Slatkin al servicio de la arrolladora juventud de los hermanos Jussen en nuestro programa de clausura. Todos ellos conocidos por nuestro público tras el éxito de sus anteriores conciertos, y ante repertorios altamente inflamables: el referente de los conciertos para dos pianos (una obra de carácter fraternal, pues Mozart la escribió para tocarla con su hermana Nannerl), y la rotunda 1ª Sinfonía de Brahms.

Leonard Slatkin, director
Lucas y Arthur Jussen, dúo de pianos


I

SAMUEL BARBER (1910 – 1981)

The School for Scandal, Obertura Op. 5

 

WOLFGANG AMADEUS MOZART (1756 – 1791)

Concierto nº 10 para dos pianos y orquesta en Mi bemol Mayor Kv. 365

I. Allegro
II. Andante
III. Rondo: Allegro

Lucas y Arthur Jussen, dúo de pianos

 

 

II

JOHANNES BRAHMS (1833 – 1897)

Sinfonía nº 1 en do menor Op. 68

I. Un poco sostenuto
II. Andante sostenuto
III. Un poco Allegretto e grazioso
IV. Adagio – Piú Allegro

FECHAS

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LOS ÚLTIMOS SERÁN LOS PRIMEROS

Y así, casi sin darnos cuenta, hemos llegado al último concierto de esta temporada, pero no vamos a ponernos a hablar de lo rápido que pasa el tiempo o a hacer un repaso o a dar vueltas sobre lo que supone ser el último. Todo lo contrario: hoy vamos a hablar de los primeros.

Fijémonos, por ejemplo, en el primero de los hijos, el mayor de los hermanos. Suele ser el más formal y responsable, el más organizado. Pero también es el que ha tenido que luchar con la sobreprotección y los miedos de los padres, el que ha abierto camino a sus hermanos menores, el que ha sentido como ninguno la frustración y abandono al dejar de ser el desvelo de la familia… Está claro que ser el primero marca. Pero no sólo la primogenitura; ser el primero en cualquier campo es algo claramente reseñable: Elcano, Armstrong, Colón –con permiso de Leif Erikson–, Guttemberg, los hermanos Wright, el Dr. Barnard… pero también Tereshkova, Curie, Lovelace, Earhart, Benz –que se llamaba Bertha, no Mercedes–… Hay infinidad de primeros y primeras, algunos con más suerte que conocimiento, otros con más tesón que intuición, pero todos con mucha intrepidez y fe en lo que estaban haciendo.

También hay primeros que no se recuerdan y primeros que, afortunadamente, evolucionaron –piensen, por ejemplo, en la primera versión de Windows o en el primer pulmón artificial–, pero fueron los primeros, al fin y al cabo, y se merecen todo el reconocimiento.

Pero, ¿a qué viene esta digresión sobre los primeros? Pues a que el programa de hoy nos trae tres primeros, con el carácter especial que esta característica les confiere.

La obertura The School for Scandal fue la primera obra de Barber para orquesta completa, compuesta a sus 23 años mientras aún era un estudiante del prestigioso Curtis Institute of Music de Filadelfia, donde había ingresado con 16 años para estudiar piano, canto, composición y dirección de orquesta. La obra hace referencia a la comedia costumbrista del mismo título escrita por Richard Brinsley Sheridan a finales del siglo XVIII –un clásico inglés, mordaz, lleno de equívocos, travesuras y parodias shakespearianas–, aunque no fue escrita para ninguna producción concreta de la pieza teatral, sino como un reflejo musical del espíritu de la obra –muchas de las composiciones de Barber hacen alusiones literarias, pero su música no es programática en sentido estricto–.

Barber completó la obertura en 1931 pero, para su disgusto, no consiguió suscitar el interés suficiente del gran Fritz Reiner, director del Instituto Curtis, para que la interpretara –¡ay, los problemas de ser la primera obra!– a pesar de ser un alumno brillante que ya había obtenido en 1929 el premio Joseph H. Bearns de Música de la Universidad de Columbia por su Sonata para violín. Sin embargo, dos años más tarde, esta misma entidad le volvió a otorgar el premio por esta obertura, con una remuneración que le permitió pasar el verano de 1933 estudiando en Europa. El viaje, fabuloso tanto en lo académico como en lo personal, hizo que se perdiera el estreno de la pieza el 30 de agosto –la primera vez de su primera obra orquestal–, pero seguramente pasar el verano en Italia con su compañero de estudios y pareja romántica Giancarlo Menotti suavizó mucho la contrariedad.

El estilo de la obra es distintivo y moderno, pero no experimental, casi dentro de un tradicionalismo europeo neorromántico, a diferencia del nacionalismo estadounidense de sus contemporáneos, con una tonalidad básica segura y fuertes líneas rítmicas, como si tuviera miedo a alejarse de los clásicos –cosas que pasan las primeras veces–, pero aun así es vigorizante y exuberante. Comienza con una fanfarria burlona –seguramente tributo a la principal villana de la obra teatral–, seguido del primer tema, apresurado y tonalmente ambiguo, que representa los escándalos, conspiraciones y tejemanejes del argumento. El segundo tema contrastante, una melodía sentimental que hace querer escucharla de nuevo, dibuja a la inocente protagonista de la trama. A partir de aquí, la obra presenta varias líneas temáticas que convergen entre sí, como las líneas argumentales de los distintos personajes: un desarrollo ajetreado y colorido, con numerosos cambios en la dinámica y en el tiempo, siguiendo la trama de la obra hasta llegar, tras una breve pausa, a la conclusión alegre y enfática propia de la comedia.

En esta primera obra orquestal de Barber queda claro que no todos podemos ser pioneros intrépidos, pero aun así le brindó el reconocimiento como un importante nuevo autor estadounidense, que hoy en día tiene bien ganado su espacio en las temporadas sinfónicas más allá del archiconocido Adagio para cuerdas.

La siguiente obra también es una primera vez, aunque parezca extraño llevando el número de concierto 10, pero es que este juguetón Mozart, que no sabía estarse quieto, escribió, por primera vez, un concierto para dos pianos y orquesta.

El indiscutible genio del de Salzburgo nos ha bendecido con una numerosa producción musical, pero pocos géneros tan bien surtidos como el piano concerto. Los conciertos para piano de Mozart están numerados del 1 al 27. En los cuatro primeros los distintos movimientos son arreglos de sonatas para teclado de otros autores contemporáneos. También hay tres conciertos sin numerar que son adaptaciones de sonatas para piano de Johann Christian Bach. Después hay 21 conciertos originales para piano y orquesta. Y quedan el concierto n.10 y el concierto n.7, escritos para dos y tres pianos respectivamente. El concierto para tres pianos fue compuesto en 1776 para ser interpretado por él mismo y las dos hijas de la Condesa Antonia Lodron: Aloysia y Giuseppa, pero lo arregló posteriormente para ser tocado con dos pianos, tal y como se interpreta en la actualidad. También Mendelssohn, Poulenc, Stravinsky o Vaughan Williams han escrito conciertos para dos pianos, pero el primero fue éste que escucharemos hoy.

No se sabe con exactitud cuándo terminó Mozart su Concierto para dos pianos y orquesta en Mi b Mayor, pero la mayor parte de estudiosos lo fechan en 1779, poco después de su regreso a Salzburgo tras una gira europea de dos años. Una vez en casa, Mozart tomó un puesto como organista de la corte y, ya instalado, comenzó a componer varias obras inspiradas en los estilos que había escuchado en sus viajes, intensamente interesado en las posibilidades de los conciertos con más de un instrumento solista: terminó una obra para flauta y arpa y la gran Sinfonía concertante para violín y viola y dejó a medias un concierto para piano y violín y una sinfonía concertante para violín, viola y violonchelo, además de escribir este concierto para dos pianos.

En estas nuevas composiciones, se dio cuenta rápidamente de que hacía falta también un nuevo enfoque –más problemas de las primeras veces–: los conciertos tradicionales mantenían una interacción entre solista y orquesta pero, al haber dos solistas, la textura se volvía demasiado densa, así que redujo el peso orquestal, relegándola más a un papel de acompañante que a una voz principal y creando el espacio necesario para un diálogo entre los dos solistas, en igualdad de dificultad e importancia, dividiendo los pasajes más virtuosísticos de manera uniforme entre los dos pianos.

No se sabe exactamente para qué ocasión escribió Mozart este concierto, pero es casi seguro que lo hizo para tocarlo con su hermana Nannerl –tan excelente pianista como él–. Lamentablemente, no hay ningún documento que certifique que llegaran a ejecutarlo. Sí que consta, sin embargo, que lo tocó en Viena con su alumna Josepha Auernhammer, con quien ya había interpretado su sonata a cuatro manos y a quien había dedicado algunas de sus sonatas para violín, pero que, a juzgar por algunas cartas de Mozart, no lo hizo con la excelencia suficiente para su maestro. Además, para estas actuaciones vienesas Mozart amplió la orquesta añadiendo clarinetes, trompetas y timbales, pero en realidad esos instrumentos no aparecen ni en la partitura autógrafa ni en las primeras ediciones impresas, dejando la duda de la autenticidad de la autoría de esos añadidos.

El primer movimiento comienza con una alegre introducción de la orquesta, seguida de una parte solista en la que la dulce melodía se desliza entre ambos pianos sin saber dónde termina uno y comienza el otro, permitiendo a los solistas avanzar a través de pasajes virtuosos hasta una enérgica cadencia en modo menor y un caprichoso y sorprendente final orquestal que nos devuelve al modo original.

El contraste es un elemento esencial en la música mozartiana, y el segundo movimiento es una clara demostración, con un aire lento y elegante, mucho más lírico que el discursivo primer movimiento. También comienza con una introducción orquestal a la que siguen los pianos, juguetones, explorando los registros del instrumento y dibujando la narrativa musical como la línea que traza la trayectoria de una pelota que se lanzaran entre ambos y la orquesta.

Un rondó da forma al movimiento final, que todos los expertos califican como exuberante y que, a falta de una palabra mejor, habrá que describir así. Igual de enérgico que el primer movimiento, pero más vivaz, amplio y extrovertido, termina con un expresivo momento orquestal que abre la puerta de par en par para todos los conciertos de dos pianos que vendrán después de este primero.

La última obra de esta velada y de la temporada es, de nuevo y paradójicamente, otra primera: en este caso, la primera sinfonía de Brahms.

Veintiún años tenía el jovencito Johannes cuando escuchó por primera vez la Novena de Beethoven y decidió escribir una en el mismo tono –re menor–. Tras todo un verano de arduo trabajo, ya tenía orquestado el primer movimiento y esbozado el segundo y el tercero, pero el intento de componer una sinfonía no estuvo a la altura de su propia autoexigencia y lo consideró un fracaso. Insatisfecho, reutilizó el material en una sonata para dos pianos –que después se (re)convertiría en su Primer Concierto para piano– y el tercer movimiento encontró su espacio en el Requiem alemán. Unos pocos años después, de nuevo, intentó transformar la Serenata en Re Mayor en una sinfonía, pero el resultado fue el mismo: una frustrante insatisfacción.

Su amigo Schumann le reñía cariñosamente, animándole a escribir una sinfonía al estilo de su admirado Beethoven, pero, precisamente esta gran estima por el de Bonn le abrumaba sobremanera: «Nunca escribiré una sinfonía. […] No tienes idea de cómo nos sentimos las personas como nosotros cuando escuchamos el paso de un gigante como él detrás de nosotros». Sin embargo, Brahms siempre tuvo la intención de escribir una sinfonía y, aunque algunas de sus composiciones muestran un silencioso trabajo de pensamiento, estructuración y orquestación enfocado al sinfonismo, tardó más de veinte años en ver completada esta concienzuda tarea.

Cuarenta y tres años tenía la criatura cuando –¡por fin!– se estrenó su sinfonía en do menor en 1876, una obra de madurez –normal a esa edad– a pesar de ser la primera. Una vez quitado el miedo a “defraudar” a Beethoven y terminados los veinte años de esquivar las presiones de editores, directores, musicólogos y amigos, Brahms compuso otras tres sinfonías en poco tiempo, pero incluso después del éxito, siguió retocando esta primera sinfonía, a pesar de ser una obra maestra, y es que, ¡qué difíciles son las primeras veces…!

El primer movimiento comienza con una lenta introducción que va revelando todos los materiales que encontraremos después, hasta llegar al Allegro, verdadero inicio del movimiento sinfónico más grande concebido por Brahms. A pesar de estar escrito en forma sonata, fiel a su propio estilo, la música de Brahms varía y se desarrolla continuamente a lo largo de la pieza, por lo que los temas iniciales se mezclarán en el desarrollo creando nuevas ideas musicales, sumamente dramáticas, y en la reexposición encontraremos una nueva perspectiva de los temas iniciales que llevarán al oyente hasta una cima desde la que descenderán lentamente hasta un sorprendente y calmo final.

Los dos movimientos centrales presentan un claro contraste con el primero. El segundo rezuma melancolía, elaborado con suaves, transparentes y expresivas melodías entretejidas. El tercero es una especie de romántico scherzo, discretamente bullicioso, con final suave y delicado.

El Finale, igual que el primero, comienza con una breve introducción anunciando los temas del siguiente Allegro. El tono oscuro, solemne y misterioso se verá pronto iluminado por un tema que guarda un cierto parecido con el tema de la Oda a la Alegría –no podía faltar el homenaje a Beethoven en esta gran obra brahmsiana–, pero pronto los motivos se fragmentan y combinan, transformándose en infinitas posibilidades empujando la música hasta un clímax ardiente. Después, poco a poco, el luminoso tema beethoveniano volverá, interpretado gloriosamente por toda la orquesta, dando paso a un exultante final en modo mayor.

Hoy escucharemos una juvenil y algo miedosa primera obra sinfónica, también un atrevido y un poco experimental doble concierto y una grandiosa y elaborada primera sinfonía; tres primeras veces que, inevitablemente, cierran una temporada con una mirada al futuro porque, si algo tienen las primeras veces, es que después hay más.

Nora Franco


Lucas y Arthur Jussen.

Dúo de pianos

Lucas y Arthur Jussen se encuentran entre los dúos de piano más deseados de nuestro tiempo. En vista de su ilustre carrera internacional, se podría señalar que los hermanos Jussen (30 y 26 años) son los embajadores más destacados de la música clásica en Holanda. Con su interpretación enérgica, casi simbiótica, su gran refinamiento de sonido y sus apasionantes interpretaciones, son elogiados vigorosamente tanto por la prensa como por el público. “Es como conducir un par de BMW”, exclamó el director Michael Schønwandt sobre los dos pianistas después de dirigirlos en concierto.

Los hermanos Jussen han actuado con eminentes orquestas internacionales, incluidas la Boston Symphony Orchestra y The Philadelphia Orchestra, el Concertgebouworkest, la Budapest Festival Orchestra, la NDR Elbphilharmonie Orchester, la Academy of St. Martin in the Fields, así como con las sinfónicas de Montreal, Sydney, Singapur y Shanghai. Colaboran igualmente con directores de renombre como Andris Nelsons, Christoph Eschenbach, Iván Fischer, Sir Neville Marriner, Yannick Nézet-Séguin, Jukka-Pekka Saraste o Jaap van Zweden, entre muchos otros.

En agosto de 2023 Lucas y Arthur Jussen actuaron con la Boston Symphony Orchestra bajo la dirección de Kazuki Yamada en el Festival de Tanglewood. A esto le seguirán apariciones en festivales como el Rheingau Musik Festival, Gstaad y Amsterdam. Con la Sinfonieorchester Basel abren la temporada de conciertos 2023/24 en la ciudad de Basilea. Otros aspectos destacados de la nueva temporada incluyen debuts con la Gewandhausorchester Leipzig, la Wiener Symphoniker, la Philharmonia Orchestra London y la Taiwan Philharmonic. Otros compromisos como invitados los llevan nuevamente a la Münchner Philharmoniker, la WDR Sinfonieorchester, la Danish National Symphony Orchestra y la Tonhalle-Orchester Zürich. Interpretarán el concierto «Anka kuşu» (Phoenix), escrito para ellos por Fazıl Say, con la Mozarteumorchester Salzburg, la Oslo Philharmonic Orchestra y de gira con la Amsterdam Sinfonietta. Los proyectos en gira les llevarán por Europa junto con la London Philharmonic Orchestra y la City of Birmingham Symphony Orchestra. Esta temporada son además «Artistas en Residencia» de la Orchestra Sinfonica di Milano Giuseppe Verdi. En recital se les podrá escuchar en Hamburgo, Berlín, Bratislava, Praga, Amberes, Bruselas, Chicago, Abu Dabi, Hong Kong y Taiwán.

Graban exclusivamente con Deutsche Grammophon desde 2010. Su primera grabación con obras de Beethoven recibió el disco de platino y el premio del público Edison Klassiek. Posteriormente se publicaron un disco con música de Schubert y “Jeux”, una grabación dedicada a la música de piano francesa. Su grabación de los conciertos para piano KV 365 y KV 242 de Mozart junto con la Academy of St. Martin in the Fields y Sir Neville Marriner alcanzaron el disco de oro. Los hermanos Jussen también grabaron el concierto para doble piano de Poulenc y “El carnaval de los animales” de Saint-Saëns con el Concertgebouworkest y Stéphane Denève, así como conciertos y corales de Bach con la Sinfonietta de Ámsterdam. En «El álbum ruso» (marzo 2021) interpretaron obras para dos pianos de Rachmaninoff, Stravinsky y Arensky. La última incorporación a su discografía es «Dutch Masters» (abril 2022), dedicada a obras de compositores holandeses, en colaboración con la Netherlands Radio Philharmonic Orchestra y Karina Canellakis. La grabación recibió el Edison Klassiek en la categoría «Música de cámara», así como el premio del público en septiembre de 2022.

Lucas y Arthur recibieron sus primeras lecciones de piano en su ciudad natal de Hilversum. Cuando eran niños, fueron invitados a actuar para la reina Beatriz de Holanda. Luego siguieron distinciones y premios en concursos. En 2005, los hermanos conocieron a la pianista portuguesa Maria João Pires. Durante los años siguientes recibieron lecciones de Pires y de reconocidos profesores holandeses. Lucas completó sus estudios con Menahem Pressler en Estados Unidos y con Dmitri Bashkirov en Madrid. Arthur se graduó en el Conservatorio de Ámsterdam, donde estudió con Jan Wijn.


Leonard Slatkin.

Director

El aclamado director de orquesta Leonard Slatkin es Director Musical Laureado de la Orquesta Sinfónica de Detroit (DSO), Director Musical Honorario de la Orquesta Nacional de Lyon (ONL), Director Laureado de la Orquesta Sinfónica de St. Louis (SLSO) y Director Principal Invitado de la Orquesta Filarmónica de Gran Canaria (OFGC). Mantiene un programa riguroso de dirección invitada en todo el mundo y es activo como compositor, autor y educador.

Slatkin ha recibido seis premios Grammy y 35 nominaciones. Sus últimas grabaciones son The Paper Lined Shack de Jeff Beal en Supertrain Records y Slatkin Conducts Slatkin, una compilación de piezas escritas por generaciones de su familia musical, incluidas tres de sus propias composiciones, en Naxos Records. Otros lanzamientos recientes de Naxos incluyen obras de Saint-Saëns, Ravel y Berlioz (con la ONL) y música de Copland, Rachmaninov, Borzova, McTee y John Williams (con la DSO). Además, ha grabado las sinfonías completas de Brahms, Beethoven y Tchaikovsky con la DSO (disponibles en línea como descargas digitales).

La temporada 2022-23 incluye compromisos con el Concurso Internacional de Violín de Indianápolis, NDR Radiophilharmonie en Hanover, OFGC, ONL, NHK Symphony Orchestra en Tokio, Spokane Symphony Orchestra, Yale Philharmonia, DSO, Manhattan School of Music Symphony Orchestra, National Symphony Orchestra en Dublín, Festival de Beethoven en Varsovia, SLSO, Filarmónica de Sacramento, Sinfónica de Nashville y Filarmónica de Rhode Island.

Ganador de la prestigiosa Medalla Nacional de las Artes, Slatkin también tiene el rango de Caballero en la Legión de Honor francesa. Ha recibido el Premio Charbonnier de la Federación de Alianzas Francesas, la Decoración de Honor en Plata de Austria, el Premio Bastón de Oro de la Liga de Orquestas Estadounidenses y el Premio de Reconocimiento Especial ASCAP Deems Taylor 2013 por su libro debut, Dirección de Negocios. Un segundo volumen, Leading Tones: Reflections on Music, Musicians, and the Music Industry, fue publicado por Amadeus Press en 2017. Su último libro, Classical Crossroads: The Path Forward for Music in the 21st Century (2021), está disponible a través de Rowman y Littlefield. Está trabajando en dos libros más y varias composiciones nuevas.

Slatkin ha dirigido prácticamente todas las principales orquestas del mundo. Como director musical, ha ocupado cargos en Nueva Orleans, San Louis, Washington DC, Londres (con la BBCSO), Detroit y Lyon. También ha sido principal director invitado en Pittsburgh, Los Ángeles, Minneapolis y Cleveland.

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