Conciertos

Sonidos de Ucrania


Palacio Euskalduna.   19:30 h.

Concierto de Apertura.

Erik Nielsen, director.
Marie-Pierre Langlamet, arpa.


ANDRÉS ISASI (1890 – 1940)

El pecado, Poema sinfónico op. 19

REINHOLD GLIÈRE (1875 – 1956)

Concierto para arpa y orquesta en Mi bemol Mayor Op. 74*

I. Allegro moderato
II. Tema con variazioni Andante
III. Allegro giocoso

Marie-Pierre Langlamet, arpa.

REINHOLD GLIÈRE (1875 – 1956)

Sinfonía nº 2 en do menor Op. 25**

I. Allegro pesante
II. Allegro giocoso
III. Andante con variazioni
IV. Allegro vivace

* Primera vez por la BOS.
** Estreno en España.

FECHAS

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Un siglo arriba o abajo

Una de las grandes alegrías de trastear en una librería de segunda mano es la de encontrar una novela descatalogada de la que nos habían hablado mucho y bien. Otra de estas alegrías es fiarte del consejo de tu acompañante y salir de ahí con un par de libros de un autor que ni te sonaba. El programa de esta noche incluye ambas. Las obras de dos compositores casi contemporáneos: nuestro muy mentado y poco oído, el bilbaino Andrés Isasi (1890-1940), y el célebre –en sus días– director de los conservatorios de Kiev y Moscú, Reinhold Glière (1875-1956).

La figura de Andrés Isasi sigue permaneciendo en una relativa oscuridad debido a una confluencia de factores. Quizá el primero de ellos sea el hecho de que Isasi –o Ysasi– no buscó la notoriedad que parecia corresponderle por el prestigio adquirido allende los Pirineos. Otras razones nos hablan de una muerte relativamente temprana; de la falta en su catálogo de algunas obras de fácil recepción que hicieran de anzuelo; de su pronto retiro intramuros en Algorta, ajeno a los atractivos no ya de Donosti, Madrid o París, sino incluso de la musicalmente bulliciosa Bilbao. Por otra parte, sólo recientemente se ha despertado un interés sostenido por la grabación y estudio de su vida y composiciones. Las investigaciones de Ramón Rodamiláns, Mario Lerena, María Nagore o Karsten Dobers, entre otros autores, nos están permitiendo acercarnos a Isasi con un mayor grado de profundidad.

Andrés Isasi Linares, nació en 1890 en la calle de la Estufa, a un siglo de distancia y a un tiro de piedra del lugar donde había vivido sus primeros años Juan Crisóstomo Arriaga. Su biografía continuó razonablemente paralela a la de su predecesor. Mientras esperaba concluir sus estudios generales en el Instituto Vizcaino, Andrés ya estaba recibiendo formación musical a cargo de Miguel de Unzueta. En 1909 finalmente se translada a Berlín para estudiar piano y composición. Una elección, ésta germánica, poco habitual si pensamos en la gran cantidad de artistas atraídos por el más cercano París; pero tampoco se trató de una novedad absoluta. Justo en estos años Resurrección María de Azkue completaba su formación en Alemania, tal y como harían al poco Pablo Sorozábal y Roberto Gerhard. Juan Manén o Enrique Fernández-Arbós, ambos violinistas de renombre internacional, fueron otros ejemplos precedentes de estudios berlineses.

Y es en Berlín, ciudad en la que reside media década, donde Andrés compone o concibe la práctica totalidad de su música orquestal.

El inicio del siglo XX fue una etapa fascinante para la música occidental. Una época desconocedora del futuro alejamiento entre la música así llamada clásica y el público. Una época en la que, por tanto, se daba por hecho que nuevos estilos brotarían y competirían por el aplauso de la sociedad. Alguno, algunos, se llevarían el gato al agua. Era sólo cuestión de ofrecerse a la escucha y esperar el dictamen; tal y como siempre había sido.

Debussy, Stravinsky, Ravel, Richard Strauss, Schoenberg –llegado como profesor a Berlín en 1910–, Weill, Krenek, Korngold, Rachmaninoff, Prokofiev, Enescu, una infinidad de talento. Y, entre ellos, Andrés Isasi. El Pecado Op. 19 es uno de los seis poemas sinfónicos que Andrés compuso precisamente en esta búsqueda colectiva de los lenguajes que pondrían la banda sonora al siglo entrante. Una toma de partido, la del amplio sinfonismo tonal germánico, que con el paso de las décadas se transfirió casi exclusivamente al mundo del naciente cine sonoro.

Con el estallido de la Primera Guerra Mundial, Isasi dio por terminada su estancia en la escena internacional. Volvió a su tierra natal y ahí profundizó en su recogimiento. Interesado en el arte, la escritura, la fotografía, la ornitología, la religión, en mil temas, y gozando de una muy desahogada situación económica, Andrés optó por un perfil de compositor camerístico, mucho más apartado de los grandes escenarios públicos. Mientras tanto la historia musical seguía su curso en unas direcciones que no ayudaban a la propagación de su obra. Un siglo más tarde ha llegado el momento en el que, superada la pregunta de qué pasaría en la música occidental, disfrutemos de Isasi como una respuesta a qué pasó.

Entre los estudiantes atraidos por el brillo del Berlín de principios de siglo, encontramos a nuestro segundo protagonista, Reinhold Moritzevich Glière, quien había llegado a la capital alemana un poco antes que Andrés, en 1905.

Dice mucho de su espíritu viajero y curioso el hecho de que Glière se embarcase en esta etapa de estudio. ¿Por qué? Pues porque Reinhold tenía 30 años y, como quien no quiere la cosa, la medalla de oro otorgada por el Conservatorio de Moscú como calificación final en composición. Y, también como quien no quiere la cosa, había pasado un par de veranos antes siendo el profesor particular de un muchachito que parecía tener algo de talento: Serguei Prokofiev.

Durante su estancia en Berlín, Reinhold escribió la Segunda Sinfonía en Do menor Op. 25. Una obra que entró en la leyenda no sólo por sus propios méritos, sino por haber sido la primera obra dirigida por el que sería uno de los grandes protagonistas musicales del siglo XX: Serge Koussevitzky, futuro director titular de la Sinfónica de Boston y paladín de inumerables autores conocidos y no tan conocidos.

Glière, en palabras del propio Prokofiev, fue una persona dulce que tenía la virtud de encajar bien. Una virtud más que necesaria dadas las décadas y circunstancias que le tocarían vivir. Así es que Glière recibió galardones y empleos bajo la Rusia imperial; y Glière recibió los mismos galardones y empleos bajo la Unión Soviética stalinista. Un milagro, no hay otra palabra. Que, purga tras purga, Reinhold se mantuviese en cargos de altísima responsabilidad –sin dimitir, sin acabar en Siberia, sin escapar a Occidente y sin vender su alma– lo convierte en un caso digno de estudio.

Si la disparidad en las sendas tomadas por el alumnado puede ser considerado como un claro marcador de aptitud, entonces no cabe duda de que Glière fue un excelente profesor. Alguien que fue repetado como docente por el ya citado Prokofiev, por Myaskovsky, Vladimir Dukelsky –el famoso Vernon Duke–, Kachaturian o Mosolov.

Pero Reinhold no sólo era un milagro en sí mismo. También los repartía. Este último alumno, el compositor futurista Alexander Mosolov, fue condenado a siete años en el Gulag a raíz de unos supuestos disturbios y, gracias a la carta de intercesión de Glière, fue puesto en libertad y rehabilitado en el tiempo record de ocho meses. Glière como un Orfeo soviético.

La grandeza del gesto se ve si cabe acrecentada por el hecho de que el credo musical de Mosolov no podía ser más diferente que el del propio Glière.

¿Porque, cuál era el marco estético de Reinhold Glière? Como el musicólogo Richard Taruskin explicaba, existió en aquellos territorios una escuela de composición que pudo transitar sin mayores compromisos de la Rusia zarista a la Unión Soviética. Una escuela de vocación internacional, heredera de Tchaikovsky y de Taneyev. Una escuela de corte clásico que podía valorar hallazgos de la vanguardia pero que no la cultivaba. Una escuela donde la melodía era el elemento de referencia. Un enfoque aceptable por los teatros de ballet imperiales y por el dictum del arte para el pueblo. Glière, durante más de medio siglo, escribió en este estilo:

"¡Busquen la verdad!, nos decía Taneyev. Búsquenla en Bach, en Mozart, en Tchaikovsky (Tchaikovsky, a quien adoraba). Escriban mucho y analicen mucho. Esto es tan importante para el estudiante como componer”.

Y así, buscando verdades en el pasado, encontramos a un Glière de 63 años aceptando un reto para el que no había precedentes en Rusia (y bien pocos en Europa): escribir un concierto para arpa. Detrás del proyecto emergía la figura de Ksenia Erdely (1878-1971), una virtuosa ucraniana del instrumento que había entrado como docente en el Conservatorio de Moscú una veintena de años antes, prácticamente a la vez que Reinhold.

Ensayando en 1927 el ballet La amapola roja, Ksenia constató y apreció la excelente escritura para el arpa del compositor. Algo notable, puesto que el instrumento tiene algunas características muy específicas que han de ser conocidas si no se quieren escribir pasajes inejecutables. El proyecto del Concierto para Arpa y Orquesta Op. 74 tardó todavía una década en materializarse, y la implicación de Erdely fue de tal magnitud que Reinhold le propuso publicar la obra bajo coautoría; algo que Ksenia declinó. La obra fue estrenada con Erdely como solista el 23 de noviembre de 1938 en la Gran Sala del Conservatorio de Moscú, un escenario mítico por el que pasaron algunas de las personalidades más fascinantes del siglo XX musical: Shostakovich, Weinberg, Rostropovich, Oistrach, Richter…

Ha pasado un siglo, y estas músicas llegan quizá por primera vez a nuestros oídos. Un largo camino para unas músicas que no conocemos pero que reconoceremos como familiares. Un largo camino para algo muy cercano.

Joseba Berrocal


Marie-Pierre Langlamet.

Arpa

Marie-Pierre Langlamet es arpista solista de la Orquesta Filarmónica de Berlín desde 1993, cuando fue nombrada bajo las órdenes de Claudio Abbado.

Nacida en Grenoble, comenzó sus estudios de arpa en el Conservatorio de Niza a la edad de 8 años, de la mano de Elisabeth Fontan Binoche, ganando reconocimiento internacional desde que tenía 15 años, al obtener el primer premio del concurso Maria Korchinska en el Reino Unido. Un año después, ganó el primer premio en el Concurso Cité des Arts de París, y con tan solo 17 años fue nombrada arpista principal de la Orquesta de la Ópera de Niza, cargo que ocupó hasta que se fue a continuar sus estudios en el Curtis Institute of Music de Filadelfia. Al año siguiente obtuvo el primer  premio en el "Concours International d’Exécution Musicale" de Ginebra.

A los 20 años, fue nombrada ayuda de solista de arpa de la Metropolitan Opera Orchestra bajo la dirección de James Levine. Durante sus cinco años en Nueva York, continuó ganando importantes premios como el de la Concert Artists Guild Competition y ya en 1992 ganó el primer premio del Concurso Internacional de Arpa de Israel.

Marie-Pierre Langlamet ha actuado como solista con algunos de los principales directores del mundo, incluidos Claudio Abbado, Sir Simon Rattle, Christian Thielemann, Paavo Järvi, Marek Janowski, Trevor Pinnock, Francois-Xavier Roth y con orquestas como la Filarmónica de Berlín, Philharmonique de Radio France, Filarmónica de Israel, l’Orchestre de la Suisse Romande, BBC Manchester, Orquesta Nacional de España, Seoul Philharmonic…

Es profesora en Berlín en la Karajan Academy y en la Hanns Eisler Musikhochschule.


Erik Nielsen.

Director

Erik Nielsen es un director que trabaja con desenvoltura en los ámbitos operístico y sinfónico.

Pianista desde muy joven, Erik Nielsen estudió dirección de orquesta en el Curtis Institute of Music y se graduó en oboe y arpa en The Juilliard School. En 2002 dio inicio a una asociación de 10 años con la Ópera de Frankfurt, comenzando como Korrepetitor (pianista) y más tarde como Kapellmeister de 2008 a 2012. En ella se ha consolidado dirigiendo títulos de un amplio repertorio que abarca desde Monteverdi a Lachenmann. Antes de establecerse en Frankfurt, Erik Nielsen fue arpista en la Orchester-Akademie de la Filarmónica de Berlín.

Desde 2015 es Director titular de la Orquesta Sinfónica de Bilbao, siendo además Director Musical del Theater Basel entre 2016 y 2018.

Próximos proyectos para la temporada 21/22 incluyen su debut con el Tiroler Festspiele Erl (Oro del Rin) y el estreno mundial de una ópera de Manfred Trojahn con la Dutch National Opera. Además, dirigirá la JONDE (Joven Orquesta Nacional de España) y retornará a la Ópera de Frankfurt dirigiendo Norma.

Entre sus compromisos recientes destacan Karl V de Krenek con la Bayerische Staatsoper Munich, Oedipus Rex, Il Prigioniero y Pelléas et Mélisande en la Semper Oper Dresden, Peter Grimes y Oreste de Trojahn en la Opernhaus de Zürich, Billy Budd y Das Mädchen mis den Schweflhörzern de Lachenmann en Frankfurt, Mendi Mendiyan de Usandizaga, la Pasión según San Juan y Salome en Bilbao, y The Rake’s Progress en Budapest, además de conciertos en Oslo, Manchester, Estocolmo, Madrid, Estrasburgo, Lisboa, Basilea, Aspen Music Festival y en el Interlochen Arts Camp.

En 2009 fue galardonado con el Premio Sir Georg Solti por la Fundación Solti U.S

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