Entre ecos, recuerdos e impresiones…
…se moverá nuestra escucha esta tarde de concierto.
La velada se abre haciéndose eco de un verso del poema Even Song de Oliver Wendell Holmes, científico y escritor de la Universidad de Harvard. Eduardo Soutullo (gallego nacido en Bilbao en 1968) lo toma como fuente de inspiración para la composición de un tríptico para orquesta, del que All the echoes listen es la primera entrega. Esta obra obtuvo el primer Premio en el Concurso Internacional de Composición Ciutat de Tarragona en 2005 y el estreno tuvo lugar en esa misma ciudad en 2006, a cargo de la Orquesta Sinfónica de Barcelona y Nacional de Cataluña bajo la dirección de Virginia Martínez. La base de su discurso es la reverberación de los timbres instrumentales y las posibilidades de color que ofrece la plantilla orquestal. Pero en la estética de esta pieza resuenan, a su vez, las influencias de una serie de autores que han marcado al compositor gallego de un modo especial, como Olivier Messiaen,Toru Takemitsu y Gérard Grisey (a quienes está dedicado el tríptico sinfónico) y a cuyas huellas se suman las dejadas por creadores como Magnus Lindberg o Claude Debussy. Maestros todos ellos que han dado plena importancia al tratamiento de la música como algo que se despliega y toma forma en el “espacio sonoro”. Las ideas temáticas se van desarrollando en una atmósfera sonora que envuelve al oyente a través de la recreación de determinados fenómenos acústicos, como la reverberación, los cambios en la dinámica y la textura y la variación en las densidades del objeto sonoro, que flota, planea o se desliza, trayéndonos los ecos de un poema.
Los recuerdos están presentes en el Concierto para violín y orquesta en Re Mayor Op 35 de Erich Wolfgang Korngold (Brno, 1897-Hollywood, 1957). Son remembranzas de años de gloria como uno de los compositores de bandas sonoras más reconocido y laureado en el Hollywood de los años 30 y 40, cuando el cine era ya irremediablemente sonoro y musical. Pero también retazos de su no menos exitosa carrera como compositor en Viena en los años anteriores a su marcha a la prometedora California. Estrenado en St. Louis en 1947, por el magnífico violinista Jascha Heifetz, la partitura está dedicada a Alma Mahler (Gropius-Werfel), que compartió con Korngold amistades y vivencias europeas y americanas. La obra reúne los aspectos fundamentales del género concierto: emotividad y virtuosismo y se divide en los habituales tres movimientos, los cuales acogen material que el autor creó como música de películas de los años treinta. En el Moderato nobile inicial el violín solista se manifiesta lírico y épico al mismo tiempo, cantando una melodía ascendente, de intervalos abiertos, algo doliente y de gran intensidad emocional, que evoca la pasión que en la gran pantalla desataba Errol Flynn en Otro amanecer. Este tema se completa con una segunda idea perfumada y sentimental que nos transporta a los paisajes sonoros de Juárez (una de las bandas sonoras favoritas del autor). Ambos temas se desarrollan y se enriquecen con pasajes de gran virtuosismo y sofisticación. En la expresiva Romanza que sigue, la voz del solista se abre paso entre sonidos cargados de nostalgia y poesía. Su voz afilada y en ocasiones algo decadente, se desliza por un tapiz de sonidos mágicos coloreados por la evanescente atmósfera del vibráfono, el arpa y la celesta. Es para paladear con calma este discurso, basado en la oscarizada banda sonora de El caballero Adverse. Y el concierto nos trae de nuevo la imagen sonriente de Errol Flynn, esta vez con aroma de danza popular y aventura. La frescura de esta música, con trepidantes cambios de compás y gran colorido orquestal, deslumbra al oyente que es sorprendido por la jovialidad de Príncipe y mendigo, en el arrollador Allegro assai vivace final.
Y el espacio sonoro se llena de impresiones campestres en el sincero canto a la Naturaleza que se materializa en la Sinfonía Pastoral. Ludwig van Beethoven (Bonn, 1770-Viena, 1827) sin ser en absoluto un hombre de campo, era un enamorado de los espacios abiertos y de la posibilidad de largos paseos en solitario que la Naturaleza le brindaba. Gran parte de las sinfonías Quinta y Sexta fueron compuestas en las villas aledañas a Viena en las que a Beethoven gustaba instalarse en época estival.
La Sexta Sinfonía Op 68 en Fa Mayor está dedicada al príncipe Lobkowitz y al conde Razumovsky, dos de los valedores de Beethoven entre la sociedad vienesa. Fue estrenada en Viena un 22 de Diciembre de 1808 en el Theater an der Wien, puesto a disposición del compositor (en parte como reconocimiento a su participación en actuaciones benéficas) para un concierto ganancial, de los que empezaban a estilarse por aquel entonces en algunas de las ciudades europeas más avanzadas musicalmente. Beethoven organizó una velada extremadamente larga (alrededor de cuatro horas de duración) y desatinada, que incluyó también el estreno absoluto de la Quinta Sinfonía y la Fantasía Coral; el estreno vienés del Cuarto Concierto para piano, varios fragmentos de la Misa en Do y otras piezas vocales y pianísticas. Empañado por algunas desavenencias con la orquesta y cantantes, la falta de ensayos y el frío que padeció el público asistente, el acontecimiento fue de éxito moderado y desigual. No hay constancia de que, al menos, los resultados económicos fueran satisfactorios para el compositor y empresario ocasional.
La sinfonía es, en palabras del entusiasta Berlioz “un admirable paisaje que parece haber sido compuesto por Poussin y dibujado por Miguel Ángel”. Sin embargo Beethoven deja escrito que la obra es más “emoción que descripción y más evocación de sentimientos que pintura”. De hecho, únicamente hay una evidente descripción del canto de los pájaros al final del segundo movimiento. Lo que si recoge la sinfonía, añadida al profundo amor por la Naturaleza y la paz que ésta le otorgaba, es la novedad en la composición que Beethoven iba ya manifestando en las obras de su etapa intermedia: la evolución y originalidad en el tratamiento de los elementos de la música, que harán que la composición en Europa abra las puertas a un nuevo lenguaje. Beethoven se estaba convirtiendo en el espejo en que habrían de mirarse los creadores que llenaron el siglo XIX (y parte del XX) de romanticismo musical.
El primer movimiento Despertar de alegres sentimientos al llegar al campo es, contrariamente a lo habitual en la época, de trazado sereno, debido al carácter amable de los temas principales, que se desarrollan en un marco con pocas tensiones armónicas y varias notas pedales que sostienen un discurso que transmite seguridad y una confortable sensación de comunión con la naturaleza campestre.
En el segundo movimiento Escena junto al arroyo la serenidad bucólica se ve reforzada por la utilización recurrente de una idea sencilla que toma el refinamiento de la cuerda y el sabor agreste y a la vez delicado de las maderas. En opinión de Berlioz, Beethoven “indudablemente se tumbó sobre el verde césped, mirando al cielo, escuchando el viento, fascinado por los mil reflejos de la luz en las ondas del arroyo al romperse contra los guijarros de la orilla”. En la Alegre reunión de campesinos que tiene lugar en el tercer tiempo, el aire rítmico y el color instrumental, nos acercan a un ambiente de danza y fiesta, distendido y cordial.
Pero el sosiego y la bonanza se interrumpen en el enlace al cuarto movimiento, cuando el aire se carga de presión atmosférico-musical, entre otras cosas por el original enfrentamiento que Beethoven propicia entre los instrumentos graves de la cuerda: el rumor creciente de La Tormenta que se acerca, es conseguido por la oscuridad sonora que produce el choque entre las cinco semicorcheas por cada pulso que emiten los violoncellos, contra las cuatro de los contrabajos y a esta se suma la tensión acústica de una flauta piccolo (que se incorpora por primera vez junto a los trombones) en la cumbre extrema de un espacio sonoro lleno de notas cromáticas. Impresionantes efectos especiales para un recién estrenado siglo XIX. Pero “el canto a la felicidad de los campos, la espléndida serenidad del cielo y la rica vestidura de la tierra” de que nos habla Beethoven, vuelven a llenar de luz sonora el espacio musical en el Canto de los pastores y su acción de gracias después de la tormenta con que finaliza la sinfonía.
Excelente programa para una tarde llena de reminiscencias musicales, recuerdos de aventuras soñadas y ecos de la Naturaleza. ¿Estará Errol Flynn en el patio de butacas, recién llegado de la campiña vienesa? Disfruten del concierto.
Alina Pogostkina, violín
Nacida en San Petersburgo, Alina Pogostkina recibió de su padre las primeras clases de violín y en 1992 se trasladó a Alemania. Fue alumna de Antje Weithaas en la Escuela Superior de Música Hanns Eisler de Berlín; ha ganado numerosos e importantes concursos, entre ellos, el Concurso Louis Spohr de Friburgo en 1997, donde fue la concursante más joven. En 1999 recibió el «Prix de l’espoire» de los Presidentes del Consejo de Europa. En 2001 estuvo entre los ganadores del Concurso Reina Elisabeth de Bruselas y en 2002 en el Concurso Internacional de Violín de Indianápolis (EE.UU.). Fue primer premio del Concurso Internacional de Violín Jean Sibelius en 2005.
Alina Pogostkina, ha actuado en los festivales y salas de conciertos más prestigiosos del mundo. Asimismo, ha colaborado con directores como Mikhail Pletnev, Gennadi Roshdestvensky, Sir Roger Norrington, Sir Mark Elder, Sakari Oramo, Jukka-Pekka Saraste, Mikko Franck, Paavo Järvi, Andris Nelsons, Andrey Boreyko y Thomas Hengelbrock.
Como solista, ha tocado con las orquestas sinfónicas de Stuttgart, Finlandia, Indianápolis, Cincinnati, Escocesa de la BBC y filarmónicas de Oslo, Estocolmo, Radio de Francia, Filarmónica Checa y con la Joven Orquesta Gustav Mahler. Durante la última temporada, realizó una gira por Japón con la Orquesta Sinfónica de la NHK deTokio y Jonathan Nott.
Alina Pogostkina toca un violín de Antonio Stradivarius (Cremona, 1709), cedido por la Deutsche Stiftung Musikleben.
Josep Caballé Domenech, director
Nació en Barcelona en una familia de músicos, estudió piano, percusión, canto y violín. Realizó su formación en la Universidad de Música y Artes Escénicas de Viena y recibió clases de David Zinman y Jorma Panula (Aspen Music Festival) y de Sergiu Comissiona.
Ha sido galardonado con el Aspen Prize de la Academia Americana de Dirección de Aspen y nombrado “Protégé de Sir Colin Davis” en el ciclo inaugural de la primera edición del programa “Rolex Mentor and Protégé Arts Initiative”.
Josep Caballé-Domenech es, desde la presente temporada, Director Musical de la Colorado Springs Orchestra. Ha sido Director Principal Invitado de la Orquesta Sinfónica de Norrköping y asiste con regularidad a los Festivales de Aspen, Tejas y Wintergreen. Entre las numerosas orquesta que ha dirigido, además de las orquesta españolas, se encuentran la Royal Philarmonic Orchestra, BBC Orchestra/Wales, BBC Orchestra/Ulster, Orquesta Sinfónica de Bélgica, Tonhalle de Zurich, Sinfónica de la Radio de Suecia, filarmónica Checa, New Japan Filharmonic, Roya Scottish Orchestra y un largo etc.
Entre las óperas que ha dirigido se encuentran Cosi fan tutte, Lucia di lammermoor, L’elisir d’amore, La Boheme, Tosca y Carmen. Ha realizado el estreno mundial de La cabeza del Bautista de Enric Palomar en el Liceu de Barcelona. También ha dirigido la producción de Luisa Fernanda de Moreno Torroba, en el Theater an der Wien junto a Plácido Domingo y la RSO Wien, así como también en la Ópera de Oviedo.
Mercedes Albaina