Tres miradas sonoras
hacia tres formas diferentes de concebir el lenguaje sinfónico. Esta es la propuesta para una tarde de concierto, que conduce nuestra escucha por diversos paisajes musicales.
Se inicia la velada con el discurso posminimalista del norteamericano John Adams (Worcester-Massachusetts, 1947). The Chairman Dances es una partitura que tiene su referencia en el tercer Acto de la ópera, Nixon in China, estrenada en 1987 en la Grand Opera de Houston. La pieza es una suerte de foxtrot para orquesta que envuelve en fantasía el baile de Chiang Ch’ing, novia de Mao Tse-tung, implacable directora de la revolución cultural y antigua actriz que, habiéndose colado en el banquete presidencial durante la visita de Nixon a China, inicia una danza en solitario, hasta que la sensualidad de la misma atrae a Mao, que se descuelga de un enorme retrato de pared y comienza a bailar con ella. Tal como nos dice el propio Adams, “en esta surrealista escena, Chiang Ch’ing interrumpe las cansadas formalidades del banquete de estado, desbarata el lento protocolo e invita al Chairman a bailar. La música representa totalmente su pasado como actriz en Shanghái y, al mismo tiempo, sirve como estímulo para que se desaten los recuerdos más personales de Nixon y Mao, que rememoran su pasado distante, lejos de la ceremonia y la política”.
El minimalismo es una técnica de composición que surgió en Estados Unidos en la década de 1960 y se limitaba, entonces, a reducir a lo esencial los elementos musicales de la composición, en un proceso simultáneo de repetición y variación constante. Pero Adams transforma las técnicas minimalistas poniéndolas al servicio de un lenguaje más emocional, con temas a veces íntimos o sentimentales y otras veces audaces. El discurso se va tejiendo en clave neotonal y la energía rítmica del minimalismo está enriquecida con una variedad tímbrica fecunda, una rica imaginación armónica y la tendencia expansiva del romanticismo tardío.
Y el discurrir de la música dirige nuestra escucha hacia el lenguaje francés (más propiamente parisino) de los años treinta. Compuesto en 1932, el Concierto para dos pianos en re menor de Francis Poulenc (París, 1899-París, 1963) fue estrenado en el Festival de Música de Venecia el 5 de Septiembre de ese mismo año por el propio compositor y su amigo Jacques Février a los dos pianos con la orquesta de la Scala de Milán dirigida por Désiré Defauw.
No se puede negar que este concierto, al igual que la práctica totalidad de las composiciones de Poulenc, transmite al oyente una inconfundible sensación de autenticidad: “mi música es mi retrato”, eran sus palabras. Incluso cuando en la obra que hoy disfrutamos, el autor muestra influencias de dos admiradísimos compositores: la de Stravinsky (quien para Poulenc gozaba de todos los talentos), en los ritmos incisivos y motivos bien definidos del primer y tercer movimientos y la de Mozart (a quien el compositor francés prefería por encima de cualquier otro creador), en el trazado elegante y equilibrado al inicio del segundo movimiento; en el concierto cristaliza el “puro Poulenc”, con su claridad, encanto, espontaneidad e inconfundible espíritu parisino, representado en las características estéticas de aquellos locos años: la despreocupación, el hedonismo, la euforia y la contradictoria conjunción entre vigor y ligereza. Poulenc vivió intensamente aquella excepcional ciudad en el inigualable periodo histórico de entreguerras y, no en vano, afirmaba que “el arte y la vida no son dos cosas distintas”.
El excelente conocimiento del piano se pone de manifiesto en esta obra que explota, por igual, las características técnicas y expresivas del instrumento que Poulenc estudió, paradójicamente de forma no muy profunda, con su madre primero y más tarde con el pianista español Ricardo Viñes. Sin embargo, es asombrosa y elogiable la innata facilidad de invención con que Poulenc, usando una suerte de pequeños azulejos sonoros, crea largas estructuras a modo de atractivos mosaicos. El discurso está basado en unas armonías fundamentalmente tonales, un ritmo definido (que oscila entre la energía y el refinamiento) y una inspiración melódica sin igual, de contornos claros y absoluto lirismo. En el primer movimiento, Allegro, ma non troppo, el diálogo entre los dos solistas y de estos con la orquesta, se sustenta en varios diseños rítmico-melódicos cargados de energía primero y de humor después, con un claro guiño a los sonidos del music-hall parisino que tanto disfrutó el compositor. Lo complementa un segundo tema, más calmado y soñador, con una línea melódico-armónica sugerente y algo ambigua hasta el retorno de la primera idea. Pero un claro giro se produce al final del movimiento cuando Poulenc deriva su discurso hacia sonoridades más etéreas y de cierto aire hipnótico, que surgen bajo la influencia del gamelán de Indonesia, que había conocido en la Exposición Colonial de París de 1931. El movimiento central, Larghetto, se inicia con un tema sereno y delicado, de claro sabor mozartiano, hasta que la textura se ensancha y la armonía se tiñe de indudable romanticismo, sumergiéndonos en el jardín encantado del lenguaje de Poulenc, del que salimos flotando gracias a la atmósfera equilibrada del tema primero, aunque irradiando sentimiento. El concierto concluye con la contundencia del Finale: Allegro molto en el que colorido orquestal, melodía y virtuosismo son coprotagonistas de un discurso fresco y directo, que aún cede espacio a la deliciosa y poética sensibilidad de este parisien imaginativo y genuino.
Y la velada finaliza con una obra propia del lenguaje sinfónico de la Europa decimonónica. Felix Mendelssohn (Hamburgo, 1809-Leipzig, 1847) creció en el seno de una familia con inquietudes culturales, que dio gran importancia a la educación y el cultivo de los dones de sus hijos. Fue un músico afortunado desde cualquier punto de vista. Nació con talento y tuvo a su alcance, desde el principio, todos los medios para desarrollarlo: profesores escogidos, el interés de sus padres y una agrupación instrumental en la que podía ir escuchando el resultado de su trabajo de compositor. Esto no suele suceder ni en los mejores sueños. El resultado de tan favorables circunstancias es una escritura casi perfecta que, cuando se alía con la inspiración, da lugar a una música encantadora, bien construida y que satisface al oyente tanto a nivel cognitivo como espiritual. Y somos afortunados porque, siendo Mendelssohn un compositor algo irregular, lo mejor de su ingenio, el que responde a la inspiración y el buen hacer, se manifiesta plenamente en la Sinfonía nº 4 en La Mayor Op 90, Italiana, que fue estrenada el 13 de Mayo de 1833 en Londres con el autor dirigiendo la orquesta de la Sociedad Filarmónica, que había hecho el encargo. En ella se manifiestan los sentimientos e impresiones que en Mendelssohn causaron las costumbres y paisajes que conoció en su primer contacto con Italia, durante el viaje que su familia le ofreció como elemento imprescindible de su educación, al alcanzar la mayoría de edad. La obra se divide en los tradicionales cuatro movimientos y el primero, Allegro vivace, se presenta irresistible, cargado de ideas felices, con un ritmo vigoroso y una orquestación brillante, manifestando sin cortapisas la alegría “eterna” que, a su parecer, manifestaban Italia y sus gentes. No en vano, escribe a su familia desde Roma en 1831: “en este momento escribo con ardor: la sinfonía italiana avanza a grandes pasos; será el fragmento más alegre que haya escrito”. Continúa en el Andante con moto una adorable melodía, moldeada por la huella que en Mendelssohn dejaron las procesiones tradicionales que vio en Roma y Nápoles y que se alterna con otra, más galante, que nos saca del camino para llevarnos al salón de algún palazzo italiano. El tercer movimiento, Con moto moderato, está construido según la tradición sinfónica de los minuetos con trío y tiene una orquestación transparente y un carácter amable que se impregna de aroma austro-alemán con las llamadas de las trompas en las secciones central y final. Pero la esencia de Italia reaparece en el Saltarello: Presto final, en que la ligereza en la escritura de Mendelssohn, teje un perfecto traje a la medida de dos danzas de Romagna y una tarantella napolitana,que giran incansables, recorriendo vertiginosamente la plantilla orquestal y creando una ilusión de movimiento perpetuo, brillante y arrollador.
Disfruten, con oídos atentos, este atractivo recorrido sonoro. Feliz y larga escucha.
Mercedes Albaina
Alessio Bax, piano
Ganador del primer premio de los concursos internacionales de Leeds y Hamamatsu, así como beneficiario de una beca Avery Fisher Career Grant en el 2009, Alessio Bax ha actuado junto a más de 90 orquestas, entre ellas, la Orquesta Filarmónica de Londres y la Royal Philharmonic, la Sinfónica de Dallas, la Orquesta Sinfónica de la NHK y la Orquesta Sinfónica de la Ciudad de Birmingham, dirigida por Simon Rattle.
Durante la temporada 2011/12, cabe destacar sus apariciones junto con la Sinfónica de Dallas, bajo la batuta de Jaap van Zweden, la Filarmónica de San Petersburgo, dirigida por Yuri Temirkanov, con diversas orquestas en Londres, Bilbao, Castilla y León, y Seúl, actuaciones en el Kennedy Center de Washington, en la institución neoyorquina 92nd Street Y, así como en la Sociedad de Música de Cámara del Lincoln Center.
Alessio Bax ha trabajado con directores de la talla de Marin Alsop, Sergiu Commissiona, Alexander Dimitriev, Vernon Handley, Jonathan Nott, Vasily Petrenko, Carlos Prieto y Dimitry Sitkovetsky. Asimismo, ha participado en numerosos festivales como, por ejemplo, el International Piano Series de Londres, el Festival de Verbier, el de Aldeburgh, el Festival de Piano del Ruhr y el Festival Beethoven de Bonn.
La última grabación en solitario de Alessio Bax: Rachmaninov: Preludes and Melodies fue seleccionada por los críticos de la American Record Guide en 2011. Destacan también sus álbumes Bach Transcribed y Baroque Reflections(Premio Selección del Editor de Gramophone). Además, interpretó para Daniel Barenboim la Sonata Hammerklavier de Beethoven en el documental Barenboim on Beethoven, publicado por el sello EMI.
Lucille Chung, piano
Nacida en Montreal, la pianista canadiense Lucille Chung debutó a la edad de 10 años junto con la Orquesta Sinfónica de Montreal, dirigida por Charles Dutoit, años más tarde obtuvo el Primer Premio del Concurso Internacional de Piano Stravinsky. Ha actuado junto a más de 60 orquestas, entre ellas, la Orquesta de Philadelphia, los Virtuosos de Moscú, la Orquesta Nacional BBC de Gales, la Filarmónica de Seúl y la Orquesta de Cámara de Israel. Ha tocado con directores tales como Dutoit, Penderecki, Petrenko y Spivakov.
Asimismo, ha ofrecido recitales en salas tan prestigiosas como el Wigmore Hall de Londres, el Carnegie Hall y el Lincoln Center de Nueva York, el Kennedy Center de Washington, el Concertgebouw de Ámsterdam y en el Auditorio Nacional de Madrid. Entre los festivales en los que ha actuado, cabe mencionar el Festival de Verbier, el Festival Internacional de Santander y el Festival Mainly Mozart.
Lucille Chung se graduó, antes de cumplir los 20 años, tanto en el Curtis Institute como en el Juilliard School. Ha estudiado también en Londres, Salzburgo, Imola y Weimar, junto con Lazar Berman y, más recientemente, con Joaquín Achúcarro en Dallas.
Ha grabado la obra completa de György Ligeti, así como las obras de Scriabin para el sello Dynamic, acogidas con una magnífica crítica. Firmó un contrato en exclusiva con el sello Disques XXI-21/Universal en el que se incluyen obras de Saint-Saëns y Mozart.
Guillermo García Calvo, director
Guillermo García Calvo nació en Madrid en 1978. Se graduó en la Universität für Musik und darstellende Kunst de Viena, con una tesis sobre Parsifal y un concierto en el Musikverein dirigiendo la obertura de Tannhäuser. Completó su formación como asistente de Ivan Fischer y la Budapest Festival Orchestra. En 2007 fue asistente de Christian Thielemann en el Festival de Bayreuth con la emblemática tetralogía Der Ring des Nibelungen.
Debutó como director de ópera con Hänsel und Gretel en el Schlosstheater de Schönbrunn en 2003. Desde entonces ha dirigido la Orquesta Sinfónica Ciudad de Oviedo, Orchestre de Chambre de Genève, Nacional de Letonia, Filarmónica de Málaga, Sinfónica del Principado de Asturias, Simfònica de Barcelona i Nacional de Catalunya, Sinfónica de Tenerife y Rundfunk-Sinfonieorchester de Saarbrücken, entre otras.
En 2003 Guillermo García Calvo comenzó una estrecha colaboración con la Staatsoper de Viena y la Wiener Philharmoniker, preparando más de cincuenta títulos y dirigiendo más de sesenta funciones en la Staatsoper