Conciertos

TEMPORADA BOS 18
Fuego y hielo
J Guridi: En un barco fenicio
M. de Falla: El amor brujo, suite
S. Prokofiev: Alexander Nevsky
Esperanza Fernández, cantaora
Marina Pardo, Mezzosoprano
Orfeón Pamplonés (zuzendaria/director Igor Ijurra)
Günter Neuhold, zuzendaria/director
FECHAS
Venta de abonos, a partír del 24 de junio.
Venta de entradas, a partir del 16 de septiembre.
Conoce aquí todas las ventajas de ser abonado de la BOS
De aventuras y pasiones...
Está repleta esta tarde de música. Un barco fenicio nos llevará a una cueva gitana, llena de misterio y magia, en la que escucharemos una historia de amor y celos, para después partir a la lejana Rusia donde oiremos clamores de batallas y cantos populares.
Nuestro primer guía en este viaje musical será Jesús Guridi (Vitoria, 1886-Madrid, 1961) quien es, con diferencia, el compositor vasco más interpretado por la Orquesta Sinfónica de Bilbao (a la que también dirigió en alguna ocasión) desde que ésta iniciara su actividad regular en 1922. Con antecedentes musicales en su familia, manifestó un precoz talento hacia la escritura, la dirección coral y la interpretación en instrumentos de teclado, especialmente en el órgano por el que sentía gran inclinación. Este músico poliédrico sumó otro perfil a su actividad: la docencia, tarea muy querida para él. Tuvo una preparación musical de calidad, primero en su entorno familiar y después en Bilbao a donde llegó con su familia, siendo aún niño. Más tarde se desplazó a París, a formarse en la Schola Cantorum y continuó sus estudios en Bélgica y Alemania. A su vuelta a Bilbao, donde desarrolló su carrera en los años siguientes, Guridi contaba con un interesante conocimiento de la música europea, cuyo patrón perfiló, en ocasiones, con su amor hacia el folklore vasco. Esta tarde escucharemos su discurso, bajo el aspecto de poema sinfónico, género muy apreciado y cultivado por los sinfonistas centroeuropeos desde el siglo XIX. En un barco fenicio fue estrenada en Madrid en 1927 y obtuvo un éxito merecido. Es una composición en un único movimiento, como es habitual en este tipo de obras, que evoca a partir de la música imágenes extramusicales. A lo largo de la pieza las atmósferas son cambiantes en función de la textura y colores tímbricos utilizados. Ambos elementos compositivos son manejados con flexibilidad: en ocasiones con pasajes de gran brillo orquestal y otras veces con una carga de lirismo que se inclina a la hondura y la intimidad. Un motivo principal vertebra la obra, que manifiesta una sólida escritura y un cuidado sentido estético y expresivo.
Embarquemos pues con Telémaco y disfrutemos de la travesía musical que nos llevará a gozar de El amor Brujo, la obra que en 1914 Pastora Imperio pidió a Manuel de Falla (Cádiz, 1876-Alta Gracia-Argentina, 1946), con el fin de poder cantar y bailar canciones y leyendas que su madre, La Mejorana, recordaba. Así nació esta gitanería en un acto y dos cuadros que narra, en un ambiente de brujería y misterio, el triunfo del amor sobre las tinieblas. Esa lucha, que se desarrolla durante toda una noche, tiene su resolución al amanecer. La primera versión se estrenó en Madrid en 1915. Ante la fría acogida de la crítica, Falla sustituyó el pequeño conjunto instrumental por una orquesta sinfónica con piano. La nueva versión fue estrenada en 1916 en Madrid y como ballet, en el Trianon-Lyrique de Paris en 1925, con Antonia Mercé y Vicente Escudero. El argumento que inspira la música es la historia de Candelas, una joven gitana, que ama apasionadamente a Carmelo, pero entre ellos se interpone el espíritu de su anterior amante. Carmelo solicita la ayuda de Lucía, quien debe distraer con sus encantos al espectro mientras los amantes se besan. De esta manera queda roto el hechizo. Una breve fanfarria en los instrumentos de viento, subrayados por cuerda y timbal, presenta el tema del amor brujo en la Introducción. Tras esto, la atmósfera sonora se llena de misterio, evocando el ambiente que se respira En la cueva, donde los instrumentos de viento se dejan oír sobre trémolos de la cuerda. Enseguida la voz de Candelas se eleva desgarrada para cantar su pasión en la Canción del amor dolido, precedida y acompañada por el oboe y arropada por la orquesta. Pero un amenazador solo de trompeta nos anuncia al espectro. El aparecido ha llegado y su presencia es subrayada por los glissandi del piano y rápidas escalas en la cuerda. Entonces se inicia la Danza del terror, inspirada en una danza gitana, en la que la melodía principal se reparte entre el oboe y la trompeta y se opone a las estremecedoras figuras orquestales. Para escapar a la persecución, Candelas traza a su alrededor El círculo mágico. Falla consigue aquí un evocador pasaje, milagro de escritura transparente y atmosférica. Tras esto, suenan las campanadas que nos indican que estamos A medianoche y que los gitanos se preparan para practicar sus sortilegios. En la Danza ritual del fuego, Falla evidencia su magnífica capacidad orquestadora, al llenar de colores la ambientación de esta danza tribal. En la Escena que sigue, el espectro aparece rodeado por los fuegos fatuos. Unas sinuosas frases del oboe, lo presentan y son contestadas por el resto de la orquesta dando paso a unos magníficos arabescos en la flauta. En la Canción del fuego fatuo se compara el “querer” con una llama: “Le huyes y te persigue, le yamas y echa a corré”. Tras recordarnos el tema de la introducción, la Pantomima aporta un intenso aroma de jazmín en el interior de la cueva, gracias a la voz del cello que entona un tango gaditano, recogido luego por la orquesta. La danza del juego del amor está basada en ritmos propios del folklore andaluz y precede a Las campanas del amanecer que repican alegres y anuncian la llegada del nuevo día, la desaparición del espectro y el beso de los amantes.
Pero no todo en esta tarde son aventuras náuticas y amorosas…
Alexander Nevsky de Sergei Prokofiev (Sontsovka-Ucrania, 1891 – Moscú, 1953) fue concebida en 1938, como banda sonora de la película del mismo nombre del cineasta ruso Sergei Eisenstein. En esta época, el compositor había vuelto a la URSS de forma definitiva y la composición exhala un cierto carácter propagandístico. En la primera versión, a Prokofiev le tomó más trabajo aún que la composición de la música, el montaje de la misma. En una gira que acababa de realizar por Estados Unidos, se interesó en Hollywood sobre las técnicas de grabación de la música cinematográfica. En Alexander Nevsky (su tercera banda sonora), experimentó con diferentes distancias entre micrófonos, con el fin de conseguir los efectos deseados. Además, las partes corales y las de los metales fueron grabadas en diferentes estudios y posteriormente mezcladas. Más tarde, reelaboró esta música y le dio el formato de cantata para mezzosoprano, coro y orquesta. Su estreno, bajo su propia dirección, con la Orquesta y Coro de la Filarmónica de Moscú en mayo de 1939 (solo unos meses antes de la firma del pacto de no agresión entre Hitler y Stalin), le proporcionó un éxito enorme y colocó esta cantata entre las más renombradas de su género en el siglo XX.
La orquestación es rica en variedad y cantidad, incluyendo un espléndido surtido de instrumentos de percusión y una nutrida sección de viento-madera que incluye flauta piccolo, corno inglés, clarinete bajo, contrafagot y saxo tenor. Los metales tienen una enorme presencia, sobre todo en el retrato sonoro de los “caballeros teutones”. Prokofiev basa su imaginería musical en el uso de diferentes secciones de la orquesta y de distintos recursos compositivos, para reflejar los contrapuestos personajes y los aconteceres del guión. Así por ejemplo, el pueblo ruso está presente en la riqueza y autenticidad de sus cantos, sin retórica, empapados de profundidad y expresados de manera consonante en su idioma materno. Frente a este patrón musical, los caballeros teutones suenan con potencia en los metales, con acordes disonantes y estilo marcial. Su fanatismo místico y su sed de poder son expresados por un canto coral isorrítmico, claramente medido, obsesivo, melódicamente estático e incapaz de impulsos líricos, encerrado en su duro e injustificado ideal. El idioma que lo vehicula es el latín (3º y 5º movimientos).
La cantata está dividida en 7 secciones o movimientos. En el primero Rusia bajo el yugo mongol, la música se inicia lenta, buscando provocar una imagen de destrucción. En el segundo, Canto sobre Alexander Nevsky se nos narra la victoria de Alexander Yaroslavich sobre los suecos en 1240 en la Batalla del Neva (del que toma su nombre como tributo). Para Los cruzados de Pskov Prokofiev tuvo la inicial intención de utilizar música genuina del siglo XIII, sin embargo los ejemplos de la misma que encontró en el Conservatorio de Moscú le sonaban demasiado fríos, apagados y ajenos a los oídos del siglo XX, por lo que compuso unos motivos musicales que sugiriesen la brutalidad de los “caballeros teutones”. Continua la cantata con Levántate Pueblo Ruso, que evoca una llamada a las armas y está compuesta por ideas musicales en estilo popular. En Batalla sobre el hielo, el más largo de los movimientos y momento culminante de la obra, se perfila, en el inicio lento y oscuro, el albor del día de lucha sobre la superficie helada del Lago Peipus en 1242, que sirve de contraste efectista con la trepidante sección que representa el final del conflicto entre las fuerzas de Nevsky y los caballeros teutones. En El campo de los muertos escuchamos el lamento de una muchacha buscando a su amante perdido y en la Entrada de Alexander en Pskov se oyen los ecos del segundo movimiento, evocando el triunfal retorno del héroe.
Prepárense para vivir pasiones y aventuras de la mano de la música y… ¡disfrútenlas!
Mercedes Albaina
Alexander Nevsky: un poco de historia y muchas imágenes
Iosiv Stalin era un cinéfilo apasionado, además de ser –como buen dictador- el productor decisivo e indiscutible guionista de la Unión Soviética durante su largo ejercicio de poder: sólo se producían las películas que él deseaba y en los términos que él estipulaba. “Alexander Nevsky” no es una excepción. Sergei Eisenstein había regresado a la Rusia de Stalin tras una larga estancia en Estados Unidos y buena parte de la nomenclatura sospechaba de sus verdaderas convicciones políticas, pero Stalin apostó por explotar su talento y le protegió. “Alexander Nevsky” fue un encargo del dictador, que miraba con creciente temor a la Alemania de Hitler y deseaba una epopeya audiovisual que aunara nacionalismo y socialismo. La figura de Nevsky, histórica y venerada por el pueblo, representaba una opción idónea, porque había derrotado sucesivamente a mongoles, suecos y teutones. Aunque integrados por centroeuropeos y bálticos, los caballeros teutones fueron protagonistas del filme por obvias razones coyunturales: buena parte de la iconografía del filme se inspiró directamente en la simbología nacionalsocialista, apropiada tanto de las leyendas nórdicas como de la tradición latina.
Nevsky deriva del río Neva, y fue un título otorgado a Alexander Yaroslavich tras su victoria sobre los suecos en ese río. No fue un pescador humilde y próximo a su pueblo, como se le representa en el filme, sino un príncipe gobernante y caudillo militar que acabó santificado por la Iglesia Ortodoxa como defensor de la fé. Las penetraciones sueca y teutónica en tierra rusa fueron auspiciadas por bulas papales, pues la Iglesia Romana pretendía acabar con el rito ortodoxo. De ahí la presencia aterradora de mandatarios religiosos en el filme.
El excepcional trabajo de Eisenstein para narrar esta historia fabulada se apoyó en gran medida en el trabajo de Sergei Prokofiev. La banda sonora compuesta para el filme es más extensa y amplia en temas que la Cantata de este programa. Como ejemplo, la secuencia del hundimiento de los caballeros teutones en las aguas del lago Peipus tiene presencia en la banda sonora, pero no en la Cantata. Proyectar secuencias del filme hubiera dinamitado por completo la íntima vinculación del trabajo de los dos grandes artistas comprometidos, y por eso se decidió trabajar con fotografías extraídas del filme.
Adaptar las imágenes a la Cantata ha creado inevitablemente una dinámica narrativa propia. Volviendo al ejemplo del ahogamiento de los teutones, las imágenes se han emplazado en el largo tema elegíaco del final del movimiento “La batalla sobre el hielo”, con el que no se corresponden en la película. Pero lo hemos considerado el espacio ideal, porque era necesario mostrarlas y porque, más allá de la coyuntura histórica de 1938 y de los afanes propagandísticos de Stalin, la crueldad de esas muertes tan maravillosamente filmadas es un patrimonio universal contra la barbarie de la guerra.
“Alexander Nevsky” es un documento excepcional por su propio devenir histórico. Se rodó contra la amenaza alemana, y cuando en 1939 se firmó el pacto de no agresión entre la entonces Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas y Alemania, conocido como Molotov-Ribbentrop, se ocultó celosamente. Sólo dos años después, en 1941, la película se proyectaba repetidamente en todos los cines de la gran Rusia: el intento de invasión alemán había comenzado. Si algo clama “Alexander Nevsky” es que la guerra determina las fronteras de la muerte, mientras que el Arte las traspasa todas. Tiempo incluído.
Joseba Lopezortega
Dos mujeres protagonistas en una singular combinación de fuego y hielo. La mujer gitana del Amor brujo, con su canto desgarrado, y la mujer eslava que busca el cadáver de su amado en los restos de la batalla sobre el hielo en Alexander Nevsky. Abriendo el programa, y compartiendo con las otras dos obras su espíritu épico, la hermosa música de Jesús Guridi.
Agenda de eventos
Eventos relacionados

Beethoven y el Doctor Atomic
Lugar: Palacio Euskalduna
John Adams revitalizó la ópera, devolviendo a la escena las noticias que habían sido historia reciente en las portadas de los periódicos. Doctor Atomic recrea el clima de tensión que rodeó a los primeros ensayos de la bomba atómica, y se adelantó a la hora de elevar a Oppenheimer a la altura de héroe trágico. Su música tuvo tal potencia que Adams creó una sinfonía sobre ella, a la que sucede en el programa el luminoso concierto de violín de Beethoven, una música sanadora en las manos del estupendo Khachatryan.
Joana Carneiro, directora
Sergey Khachatryan, violín
I
SAMUEL BARBER (1910 – 1981)
Adagio para cuerdas
JOHN ADAMS (1947)
Doctor Atomic Symphony*
The Laboratory – Panic – Trinity
II
LUDWIG VAN BEETHOVEN (1770 – 1827)
Concierto para violín y orquesta en Re Mayor Op. 61
I. Allegro ma non troppo
II. Larghetto. Attacca:
III. Rondo. Allegro
Sergey Khachatryan, violín
*Primera vez por la BOS
Dur: 110’ (aprox.)

Mozart, Mendelssohn y Suzuki
Lugar: Palacio Euskalduna
Regresa Masaaki Suzuki con un programa a su medida. Comienza con una sinfonía de increíble madurez para un Mozart de solo 17 años, continúa con su música vocal con protagonismo para Jone Martínez, cuya voz enamoró a Suzuki en su primera visita, y finaliza con la hermosa sinfonía con la que Mendelssohn celebró la reforma luterana, y que contiene el solemne Amen de Dresde que utilizará más tarde Wagner en Parsifal.
W.A. Mozart: Sinfonía nº 25 en sol menor K. 183
W.A. Mozart: Selección de Arias de concierto
F. Mendelssohn: Sinfonía nº 5 en Re Mayor Op. 107 “de la Reforma”
Jone Martínez, soprano
Masaaki Suzuki, director

Penderecki y la Cuarta de Brahms
Lugar: Palacio Euskalduna
Penderecki fue un compositor de vanguardia, pero siempre estuvo atento a las formas del pasado. Inspirándose en ellas creó su Concerto grosso para tres violonchelos, una obra que se ha incorporado con éxito al repertorio del instrumento. Por su parte el joven Eduardo Strausser nos propone la Cuarta de Brahms, una obra maestra que también mira al barroco (la imponente passacaglia) y que corta la respiración con el motivo suspirante con el que arranca, el bellísimo solo de flauta que anticipa el final, u otros tantos que ustedes elijan.
W. Kilar: Orawa
K. Penderecki: Concerto grosso para tres violonchelos y orquesta
J. Brahms: Sinfonía nº 4 en mi menor Op. 98
Michał Dmochowski, violonchelo
Orfilia Saiz, violonchelo
Adam Klocek, violonchelo
Eduardo Strausser, director

Nobu y la Sinfonía fantástica
Lugar: Palacio Euskalduna
El arquetipo del artista romántico es la idea sobre la que gira obsesivamente la Sinfonía fantástica de Berlioz, una obra que fue definida por Bernstein como el primer ejemplo de música psicodélica de la historia, y con la que cerramos nuestro ciclo de Mitos. El otro gran atractivo del programa será el regreso del pianista japonés Nobu, después de su inolvidable primera visita. Esta vez con el Concierto en Sol de Ravel, en el 150 aniversario del compositor.
M. Ravel: Pavane pour une infante défunte
M. Ravel: Concierto para piano y orquesta en Sol Mayor
H. Berlioz: Sinfonía Fantástica Op. 14
Nobuyuki Tsujii, piano
Tatsuya Shimono, director