Teniendo en cuenta que el término original hace referencia tanto a la cualidad novedosa de una obra como a su relación con el origen, pocas veces tendremos la oportunidad de escuchar un programa tan “original” como el de hoy. La originalidad que compartieron el británico Edward Elgar y el checo Bohuslav Martinu al componer una obra, en la primera mitad del siglo XX, para una formación musical nada habitual -cuarteto de cuerda y orquesta- y su vuelta al origen al utilizar como modelo la forma musical del concerto grosso barroco basada en la contraposición entre un pequeño grupo de solistas y la orquesta. Mientras Elgar escribió su Introducción y Allegro, de claro sabor galés, Martinu compuso su Concierto para cuarteto de cuerda y orquesta y la experiencia fue tan gratificante que se convirtió, según él mismo declaró, en su forma musical favorita. Además, para comenzar y finalizar el concierto de esta noche, la BOS interpretará otras dos composiciones checas: “La bagarre”, también de Martinu, y la Sinfonía nº8 de Antonin Dvorak, sin duda, uno de los compositores con mayor encanto de la historia.
En un café de París, una tarde de 1926, Bohuslav Martinu se acercó a Koussevitzky, director de la Sinfónica de Boston, para mostrarle su última composición “La bagarre”. El maestro ruso quedó tan gratamente impresionado con esta partitura que la estrenó el 18 de noviembre de 1927 iniciando así la exitosa relación que Martinu mantuvo el resto de su vida con esta orquesta americana. El compositor checo, que por aquellos años vivía en París imbuyéndose de la música impresionista de Debussy y de la de los compositores más vanguardistas del momento como Stravinsky, escribió “La bagarre” en un único y rápido movimiento. Unos meses después, y coincidiendo con el aterrizaje que Charles Lindbergh protagonizó en París en 1927, tras realizar el primer vuelo en solitario a través del Atlántico, decidió dedicársela al piloto americano. El propio Martinu escribió en el programa de mano del estreno:”La bagarre está llena de una atmósfera de movimiento, tumulto y obstrucción. Es un movimiento de grandes masas, avalancha incontrolada y violenta. Bagarre es un sujeto análogo pero multiplicado y transportado a la calle. Es un boulevard, un estadio, una masa de gente, en una cantidad delirante, vestida con un único cuerpo. Es un caos originado por todo tipo de sentimientos de entusiasmo, lucha, alegría, tristeza, interrogantes… gobernado por un sentimiento común, un vínculo invisible, que empuja todo hacia adelante, que moldea numerosas masas en un único elemento lleno de acontecimientos inesperados e incontrolables… Tiene un tema principal, al igual que la masa humana tiene su tema de entusiasmo, que dirige el movimiento. Es un tríptico en el que la frase intermedia, generalmente libre, es reemplazada por un movimiento más melódico, por un tempo más rápido, finalizando con una coda violenta y en presto.”
Desde Purcell hasta la aparición en 1899 de las Variaciones Enigma de Elgar, Inglaterra vivió una etapa en la que no produjo ningún compositor de renombre internacional. Tras dos siglos de declive compositivo, Edward Elgar pareció anunciar al mundo que Inglaterra estaba preparada para un renacimiento musical. Seis años más tarde, y a petición de su gran amigo A.J. Jaeger que deseaba una nueva partitura para poner de relieve el virtuosismo de la sección de cuerda de la recién formada Orquesta Sinfónica de Londres, compuso su Introducción y Allegro que fue estrenada por esta orquesta en un concierto dedicado íntegramente a sus composiciones. Consumado violinista, ideó un concerto grosso que dedicó al pianista americano
Samuel Sanford. Inspirada en una melancólica canción folklórica que Elgar escuchó durante unas vacaciones en Gales, la obra comienza con una fanfarria descendente a cargo de la orquesta que da paso al tema de la canción interpretado por la viola. Mediante una jovial transición se escucha el Allegro en el que el carácter nostálgico desaparece al tiempo que aumentan las exigencias interpretativas. El cuarteto alterna sus intervenciones solistas con su integración en el resto de la orquesta. Los ecos de la canción galesa regresan antes de que la obra finalice con una cadencia perfecta y un pizzicato en el acorde de sol mayor.
En otro café de París, o quizá en el mismo, una noche de verano de 1931, Martinu coincidió con los integrantes del Cuarteto Pro Arte de Bruselas que acababan de dar un concierto en la capital francesa. Uno de ellos le transmitió su deseo de llevar en su repertorio una obra en la que su cuarteto pudiera tocar con una orquesta. Martinu aceptó el reto y un año más tarde, el 10 de octubre de 1932, el Pro Arte y la Filarmónica de Londres dirigidos por Malcolm Sargent estrenaron su Concierto para cuarteto de cuerda y orquesta. Se trataba de la primera vez que el compositor checo componía un concerto grosso, forma que posteriormente utilizaría con mucha frecuencia y que incluso llegaría a considerar su forma favorita. En 1945 escribió: “Para ser sincero soy un tipo concerto grosso. En casi todos los libros de texto se puede encontrar una descripción de esta forma, pero siempre de manera muy superficial quizá por el hecho de que los instrumentos solistas se alternan con la orquesta. En realidad se trata de algo mucho más profundo. Toda la estructura de esta forma indica una concepción completamente diferente, una actitud distinta. Se trata de una forma sinfónica que permite, y realmente demanda, la utilización de elementos emocionales en su más variada concepción y expresión. Una forma donde el climax de dinámica y catarsis son obligatorios, donde se pueden desarrollar los temas hasta dimensiones infinitas. La forma del concerto grosso permite un orden estricto, restrictivo que controle los elementos emocionales, que limite y equilibre las intensidades de las dinámicas, las disposiciones temáticas, en definitiva, un mundo completamente diferente.”
Escrito en tres movimientos, a diferencia de los concerti grossi de Corelli, el cuarteto mantiene un diálogo continuo con la orquesta como si se tratara de un único instrumento en el que los temas se desarrollan como variaciones polifónicas libres. El primer movimiento, Allegro vivo, dominado por la sección de cuerda, se basa en el desarrollo y la variación de un único motivo. El segundo, Adagio, un lamento muy cromático de gran belleza, comienza con un solo del cuarteto al que progresivamente se le va uniendo el resto de la sección de cuerda. La obra finaliza con un Tempo moderato, y no con un tempo rápido como se podría esperar, muy atractivo que confiere gran protagonismo a los solistas y un final feliz al desenlace.
Dvorak compuso su Octava Sinfonía entre agosto y noviembre de 1889 en su casa de campo de Bohemia en un momento excelente de su carrera en el que recibió no sólo la Orden de la Cruz de Hierro sino también el doctorado
honoris causa por la
Universidad de Praga y un sillón en la
Academia de Ciencias y Bellas Artes de Checoslovaquia y en la de
Berlín. La gestación de su Octava fue muy fluida: escribió el primer movimiento en dos semanas, el segundo en una y los dos últimos en días. Creada cuatro años después de su anterior sinfonía, fue numerada con el número 4 y no fue hasta los años cincuenta en los que se publicaron sus primeras sinfonías que se hallaban perdidas, cuando se comenzó a utilizar la numeración actual y pasó a ser conocida como su Octava.
Estrenada el 2 de febrero de 1890 en Praga por la Orquesta Nacional Checa con Dvorak al frente, se trata de una composición llena de alusiones al folklore checo y de una belleza melódica extraordinaria. Aunque compuesto en sol mayor, el primer movimiento, Allegro con brio, comienza con una melodía muy sentida en sol menor, interpretada por los chelos, que volverá a escucharse antes del desarrollo del tema principal y de la recapitulación. Tras la intervención de la flauta, se escucha un segundo tema muy enérgico que conduce a la obra hacia un climax del que sugirá un tercer tema. El segundo movimiento, Adagio, en el que se alternan las tonalidades de do mayor y do menor, resulta excepcionalmente rico en ideas y estados de ánimo. El tercer movimiento, Allegretto grazioso- Molto vivace, es un original scherzo en el que el tema principal del trío fue rescatado por Dvorak de su ópera cómica “Los amantes obstinados”. El finale, Allegro ma non troppo, comienza con una fanfarria de trompetas. Tras ella, los chelos introducen un nuevo tema relacionado con la fanfarria anterior y con la melodía de la flauta del primer movimiento, que será escuchado en siete variaciones. Una agitada sección de desarrollo trae de vuelta el tema de los chelos que precede al estrepitoso y bullicioso final con el que acaba la Sinfonía.
Patricia Sojo
JULLIARD STRING QUARTET, Cuarteto de cuerda
El Cuarteto de cuerdas Juilliard regresa esta temporada a las mejores salas de Norteamérica, entre ellas las de Cleveland, Filadelfia, Detroit, San Francisco, Boston, Toronto y Búfalo, y sus dos conciertos anuales en el Alice Tully Hall de Nueva York. El Cuarteto comenzará una nueva colaboración en China durante su gira de primavera y además realizará 2 giras por Europa.
Fundado en 1946, estrenó en Estados Unidos la integral de cuartetos de Bartók, y sus interpretaciones de los de Schoenberg ayudaron a establecer estas obras como parte esencial del su actual repertorio. En 2011 el Cuarteto Juilliard fue el primer cuarteto de cuerdas de la historia en recibir el Premio a toda una carrera que concede la Recording Academy (Grammy Awards).
Durante aproximadamente siete décadas, El Cuarteto ha puesto de manifiesto el credo de sus fundadores Robert Mann y William Schumann de “interpretar nuevas obras como si fuesen obras consagradas del repertorio, e interpretar asimismo grandes obras maestras del repertorio como si fuesen nuevas”.
Los miembros del Cuarteto imparten clases magistrales y ensayos abiertos al público durante sus giras. Son Cuarteto residente de la Juilliard School. Todos los años durante el mes de mayo trabajan con cuartetos internacionales en el Seminario Juilliard String Quartet Seminar.
En sus representaciones, grabaciones y su incomparable labor formando y enseñando a los mejores cuartetos de nuestros tiempos, el Cuarteto de cuerdas Juilliard ha llevado el nombre de Estados Unidos y de la Escuela Juilliard School por todo el mundo
ERIK NIELSEN, zuzendaria / director
Estudió dirección de orquesta en el Instituto Curtis de Philadelphia, obteniendo sus diplomas en oboe y arpa en la Juilliard School de Nueva York. Formó parte de la Ópera de Frankfurt desde 2002 siendo de 2008 a 2012 nombrado Kapellmeister. Ocupará el cargo de director musical del Teatro de Basilea a partir de la temporada 2016/17. En la Ópera de Frankfurt su repertorio incluyó Las Bodas de Fígaro, El rapto del serrallo, Tosca, Ángeles en América, Curlew River, La bohème, Lucia di Lammermoor, Lohengrin, Simplicius Simplicissimus de Hartmann y el estreno alemán de Medea de Reimann.
Sus recientes y futuros compromisos incluyen La Flauta Mágica en la Ópera de Roma; Simplicius Simplicissimus, Gisela de Henze, We come to the River y Lohengrin en la Semper Oper de Dresde; La Traviata en la Ópera de Berlín ; Così fan tutte en el Teatro Sao Carlos ; Lear de Reimann en la Ópera de Malmö ; Otello y Ariane et Barbe-Bleue en Frankfurt, Peter Grimes en la Opernhaus Zürich, la premiere mundial de Solaris de Dai Fujikawa en el Théâtre des Champs Elysées de Paris, Die Tote Stadt de Korngold en Bilbao, Eugene Onegin en Basel y Carmen en la Welsh National Opera, así como numerosos conciertos en Europa y USA.