Conciertos
BOS 14
Fundación Serra The Basque-French Connection
Erik Nielsen, director
Gabriel Pierné (1863 – 1937) : Ramuntcho, Obertura sobre temas populares vascos de la Suite nº 1
Sergei Rachmaninov (1873 – 1943): Rapsodia sobre un tema de Paganini, op. 43
Levon Avagyan, piano
Paul Dukas (1803 – 1869): Sinfonía en Do mayor
I. Allegro non troppo vivace, ma con fuoco
II. Andante espressivo e sostenuto
III. Allegro spiritoso
The Basque-French Connection
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- 26 de abril de 2018 Palacio Euskalduna 19:30 h. Comprar Entradas
- 27 de abril de 2018 Palacio Euskalduna 19:30 h. Comprar Entradas
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ENTRE MONTES Y MARES
El concierto de esta noche descubre una de las muestras más claras de la relación entre la música francesa y la cultura vasca en la figura de Gabriel Pierné, compositor al que debemos la música incidental escrita para una versión dramatizada de la novela Ramuntcho, de Pierre Loti, estrenada en París en 1910. La capital francesa era entonces uno de los principales faros culturales de Europa, el centro de operaciones de una tradición vanguardista bien asentada que se extendía desde las letras hasta las artes visuales y la música en un momento en el que Europa se acercaba, inconscientemente, al desastre de la Gran Guerra. Dentro de ese ambiente, Pierné, que había nacido en Metz en el verano de 1863, fue una de las personalidades más relevantes por muchas razones, muy en especial por su labor como divulgador de la música contemporánea. Además de estrenar obras tan innovadoras como Iberia de Debussy o El pájaro de fuego de Stravinski, sus propias composiciones condensaban y sintetizaban el desarrollo del estilo francés a lo largo de una etapa de cambios profundos, motivados, entre otras muchas razones, por la necesidad de distanciarse de la densidad y la severidad del modelo de César Franck, de quien fue alumno en el Conservatorio de París y a quien admiró profundamente como animador de la vida musical francesa.
Esa cercanía con la música contemporánea hizo que en sus obras fuese visible la búsqueda de un marco estético diferente, de nuevas sonoridades, de texturas envolventes, de colores sutiles, de atmósferas refinadas, muy en la línea del espíritu de una época de la que fue símbolo el propio Debussy. Esa mirada abierta, limpia y variada de la música le llevó a acercarse no sólo a los más diversos géneros, desde miniaturas para piano o breves melodies hasta óperas cómicas y oratorios, sino a tradiciones distintas de la suya, no como modelos conceptuales sino como fuente de armonías, colores, ritmos y sonidos con los que enriquecer su lenguaje. En Ramuntcho contempla el paisaje vasco-francés dibujado por Loti, descubre sus costumbres y sus tradiciones, el folclore que alberga entre sus montes y mares, los valles pirinaicos y el río Bidasoa. Loti conocía bien el terreno, pues años antes de publicar la novela (1898) había residido en Hendaya como oficial de la marina de guerra, y desde ahí había realizado excursiones a Gipuzkoa, escribiendo en el otoño de 1892 que “después de un año que yo vivo aquí, esta Euskalerria, sin haber descubierto en ella nada de muy particular, sin haberme dado cuenta de ello, se ha ido apoderando de mi adhesión”. De ahí que lo importante en Ramuntcho no fuera tanto la narración -la historia de un amor frustrado entre Gatchutcha y el pescador y contrabandista Ramuntcho- como el clima de fondo, latente asimismo en la obertura compuesta por Pierné, en la que conviven en buena armonía ritmos tradicionales (aires de zortziko, evocaciones de aurreskus) y temas populares vascos.
Paul Dukas creció en el mismo París que Pierné (les separaban únicamente dos años), estudió en el mismo conservatorio y fue también alumno de Franck, además de compañero de aula de Debussy. Como en el caso de Pierné, su activa presencia en la vida musical francesa de cambio de siglo contrasta con la escasa difusión de sus obras, de las que sólo han mantenido cierta fama, además del poema sinfónico El aprendiz de brujo (estrenado con enorme éxito en 1897 en la Sociedad Nacional de París e inmortalizado en 1940 en la película Fantasía de Disney), la ópera Ariana y Barbazul y la Sinfonía en Do mayor. Esta sinfonía tiene la importancia de ser una muestra prácticamente aislada en un país poco dado al sinfonismo tradicional y que tenía precisamente en Franck el precedente más destacado en su Sinfonía en re menor, que, con todo, fue recibida en 1889 con toda clase de improperios: “Las melodías de monsieur Franck nacen para desaparecer al instante (…) ¡Qué música tan árida y gris, desprovista de gracia, de encanto y de alegría” diría Camille Bellaige, al tiempo que Ambroise Thomas le reprochaba sus “continuas modulaciones” y Charles Gounod ser “lo opuesto a la música”.
Dukas no sólo defendió la solidez de su arquitectura y su mensaje de grandeza, sino que con su propia sinfonía, comenzada en 1895 y estrenada en 1897, continuaba claramente la estela del maestro. Eso quiere decir que no hay sorpresas en cuanto a amplitud, estructura (clásica en tres movimientos) e ideas, que se van desarrollando en el Allegro vivace inicial en torno a una forma sonata bien definida: un primer tema destacado por su impulso rítmico, el segundo por su tono melodioso y el tercero por su carácter más festivo, casi de fanfarria. Naturalmente, el Andante central, espressivo e sostenuto, se abre al lirismo a partir de una melodía tan íntima como intensa que comprende en su interior, extendida, su propia fórmula de pregunta y respuesta. Los arrestos de una mínima singularidad se reservan para el Finale, Allegro spiritoso, un amplio rondó con giros de galop y bailes populares que vuelve a las fanfarrias para preparar una conclusión en la que estallan todas las fuerzas acumuladas.
Las piezas de Pierné y Dukas enmarcan una de las obras centrales del repertorio para piano y orquesta del siglo XX, la Rapsodia sobre un tema de Paganini de Rachmaninov, compuesta en Suiza en el verano de 1934. El compositor había superado los sesenta años pero mantenía intactas las energías creativas de sus comienzos, en los que ya habían quedado patentes sus choques con la época que le tocó vivir. En primer lugar, Rachmaninov nunca fue recibido en Rusia como uno de los suyos, pues nunca se interesó por el espíritu nacional impulsado por el grupo de Los cinco. Eso hizo que le costase levantar el vuelo y que algunas de sus primeras obras fuesen muy mal recibidas, como su Primera sinfonía, cuyo estreno en 1895 supuso un auténtico desastre. Cesar Cui diría de ella que habría deleitado a los moradores del infierno. En segundo lugar, Rachmaninov entró en el siglo XX como continuador de un Romanticismo con síntomas de agotamiento, tanto en su faceta de pianista-virtuoso de masas como en su condición de compositor.
De ahí que lo más relevante en él fuera, precisamente, la coherencia consigo mismo y con aquello en lo que siempre creyó, sobre todo en una tradición rusa concentrada en sus compositores más afines (Rimski-Korsakov y Chaikovski) y en la gran tradición pianística de los románticos (Schumann, Chopin y Liszt), aunando admirablemente ambas dentro de su música en todas las etapas de su carrera. De hecho, su relación con el piano era tan sentida que cada vez que se alejaba de él perdía la capacidad de hacer su mejor música. El Rachmaninov más puro, más libre, más sólido y fuerte, está en sus conciertos para piano y orquesta, independientemente de la época en el que se compusieran: el Segundo, el más conocido, fue escrito entre 1900 y 1901 cuando se recuperaba de una fuerte depresión, mientras que el Tercero, igual de ambicioso y majestuoso, lo completó en 1909 en la profunda paz de Ivánovka, su finca familiar cerca de Tambov.
La Rapsodia, que muchos consideran su quinto concierto para piano tanto por la relación entre el solista y la orquesta como por su estructura latente en tres movimientos, pertenece a un momento en la vida de Rachmaninov en el que su situación de exiliado (abandonó Rusia tras la revolución de 1917) le provocó una sensación de aislamiento cultural, agravada por el hecho de que hacia 1934 su música estaba más distanciada que nunca de las tendencias renovadoras que cada vez ganaban más poder. Ese mismo año, precisamente, reconocía en una entrevista sentir que “el tipo de música que me gustaría escribir no es el mismo que se acepta hoy en día”. Pero la Rapsodia sí obtuvo el favor del público desde la noche del estreno en la ópera de Baltimore con la Orquesta de Filadelfia dirigida por Leopold Stokowski y él mismo como solista, llevándola rápidamente a los estudios de grabación de la RCA Victor.
Lo que más destaca en ella es su carácter rapsódico, pues le permitió al compositor disfrutar de amplias libertades a la hora de abordar las variaciones sobre el tema de partida. Este tema viene dado por el célebre Capricho n°24 para violín de Paganini, del que antes que él se habían servido igualmente músicos como Liszt, Brahms, Ysaÿe o Szymanowski. En total son 24 variaciones, la primera de las cuales se presenta enérgicamente en la introducción, antes de la exposición del tema en “L’istesso tempo”. Contemplada desde la distancia, la Rapsodia muestra en las diez primeras variaciones un rostro feroz y demoniaco, empleando en la séptima las notas del himno medieval Dies irae, mientras que la variación undécima da paso a unos episodios más serenos que el compositor denominó “de amor”; la 18, en la que invierte el tema principal, ofrece un momento de absoluta plenitud musical que conduce directamente al magistral desenlace de la obra, seis variaciones (más coda) en las que el piano se relaciona con la orquesta en base a poderosos acordes y carreras espectaculares que llevan marcada a fuego, entre nuevos ecos del Dies irae, la firma exclusiva de los virtuosos de raza.
Asier Vallejo Ugarte
LEVON AVAGYAN, piano
Primer premio del Concurso Internacional de Música Maria Canals 2017
Levon Avagyan nació en 1990 en Yerevan (Armenia). Estudió en el Conservatorio Estatal de Yerevan con el profesor Vagharshak Harutyunyan. Desde el 2010, estudia con Milana Chernyavska en la Universidad de Música y Artes Escénicas de Graz (Austria).
Su extraordinario talento le ha permitido formar parte desde 2011 de la Academia Internacional de Música del principado de Liechtenstein. Participa regularmente en las clases magistrales de la academia y tiene la oportunidad de actuar en el marco de los conciertos que este centro organiza.
Levon Avagyan ha ganado más de veinte concursos internacionales. Como solista, ha colaborado con orquestas de renombre como la Orquesta Sinfónica de Barcelona y Nacional de Cataluña, la Orquesta Sinfónica de Oporto, la Orquesta Filarmónica de Belgrado, la Slovak Sinfonietta, la Orquesta de Cámara de Imola y la Joven Orquesta de Cámara de Stuttgart.
Levon Avagyan ha actuado en diferentes festivales como, por ejemplo, el Festival de Verano de Kissinger y el de jóvenes artistas Junge Künstler – Stars von morgen, en Alemania; el Festival Internacional de Piano de Marbella, en España; el Festival Menuhin de Gstaad, el festival de música clásica Next Generation de Bad Ragaz y el Festival de Piano de Elisarion, en Suiza; así como el Festival Vaduz Classic, en Liechtenstein.
En abril de 2017 Levon Avagyan se convirtió en el ganador absoluto del Concurso Internacional de Música Maria Canals, en España; donde también obtuvo varios premios especiales y el Premio del Público.
ERIK NIELSEN, Director
Erik Nielsen es el Director Titular de la Bilbao Orkestra Sinfonikoa desde septiembre de 2015.
Desde la temporada 2016-17, ocupa también el cargo de Director Musical del Teatro de Basilea.
Erik Nielsen, estudió dirección en el Instituto Curtis de Música de Filadelfia, y se graduó con doble especialización en oboe y arpa en la Juilliard School de Nueva York.
Fue miembro de la Academia de la Orquesta Filarmónica de Berlín, en la que tocó el arpa.
En septiembre de 2009, obtuvo el premio de dirección y la beca que concede la Fundación Solti en los Estados Unidos.
Ha interpretado un amplio repertorio operístico , con entidades como la Ópera de Fráncfort, la English National Opera , la Boston Lyric Opera, Metropolitan Opera de Nueva York, la Ópera de Roma, la Semper Oper de Dresde, el Festival de Ópera Hedeland , la Deerik nielsenutsche Oper Berlín, el Teatro Nacional de Sao Carlos , el Teatro de la Ópera de Malmo, el Teatro de la Ópera de Zúrich, el Festival Bregenz, el Teatro de los Campos Elíseos en París, ABAO, la Ópera Nacional de Hungría, y la Ópera Nacional de Gales.
En el campo orquestal, ha dirigido a la New World Symphony, Orquesta de Cámara de Ginebra, las orquestas sinfónicas de la radio de Fráncfort y Stuttgart, la Orquesta Sinfónica de Castilla y León, la Orquesta Sinfónica Portuguesa de Lisboa, la Filarmónica de Estrasburgo, la Filarmónica de Luxemburgo, la Filarmónica de Westfalia del Sur, el Ensemble Modern, y la Northern Sinfonia del Reino Unido, entre otras.
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